Pablo Rubio Apiolaza,

doctor en Historia Contemporánea, investigador de la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile y colaborador de la Fundación Alternativas
Este domingo 16 de noviembre se realizaron elecciones presidenciales y parlamentarias en Chile, para suceder al gobierno de Gabriel Boric.
En un marco de ocho candidatos presidenciales, podrían distinguirse dos grandes bloques principales en disputa. El primero, representado por Jeannette Jara, exministra del Trabajo de Boric y militante del Partido Comunista, quien representa a la alianza oficialista, desde la Democracia Cristiana al Partido Comunista, heredera de coaliciones que llevaron al poder a presidentes como Ricardo Lagos y Michelle Bachelet.
Por otra parte, y en un fenómeno inédito en la política chilena reciente, se destacaron los candidatos de una “triple derecha”, representada por Evelyn Matthei (derecha tradicional, exparlamentaria y exministra de Sebastian Piñera), y los de la llamada “nueva derecha”, representada por José Antonio Kast (exdiputado del Partido Republicano de Chile, candidato presidencial en 2017 y 2021), y Johannes Kaiser, diputado del Partido Nacional Libertario -desde 2022- y sin mayor experiencia política. Se trata de un panorama ideológico de la derecha fragmentado aunque sólido, y cuyos contenidos están en línea con las corrientes predominantes a nivel global, con componentes disruptivos. Al mismo tiempo, se presentó el economista independiente Franco Parisi (candidato en 2013 y 2021), que planteó una campaña con el centro en las clases medias, crítico de “izquierdas” y “derechas” y con un contenido anti-establishment.
Durante la campaña presidencial -dominada ampliamente por la influencia de las derechas-, la agenda pública chilena ha estado marcada por la seguridad pública y el crimen organizado como eje central, seguido por la inmigración irregular y el cuidado de las fronteras (con más de 800.000 venezolanos residiendo en Chile), además de la economía, que ha crecido solo 1,7% entre 2022 y 2024 -el Fondo Monetario Internacional ha proyectado 2,5% este 2025-.
Al mismo tiempo, se ha criticado el gasto del Estado y la necesidad de hacer recortes al sector público, impulsado por Kast y Kaiser, al igual que la política de “mano dura” contra la delincuencia y la criminalidad, propio de algunos gobiernos de la región latinoamericana. A nivel de políticas sociales, en Chile se ha debatido menos sobre temas laborales y de pensiones, donde el presidente Boric ha encabezado reformas importantes —pensiones y rebaja de jornada laboral a 40 horas—.
Los resultados preliminares de la elección representan un giro radical en la orientación del gobierno y de las principales fuerzas políticas. Con un 99,56% de las mesas escrutadas, Jeannette Jara obtuvo la primera mayoría con un 26,85% de los votos, y el segundo lugar lo consiguió José Antonio Kast, con un 23,92%. Más atrás se ubicaron Franco Parisi con un 19,70%, Johannes Kaiser con 13,94%, y Evelyn Matthei, que alcanzó 12,47%. Mientras Parisi arrasó en el norte de Chile, Jara ganó en la región de Santiago y Kast en la tradicional centro-sur.
Estos números muestran un cambio de proporciones, primero en el sistema multipartidista chileno. Se destaca como primer factor la debilidad del apoyo a las fuerzas de izquierda y centro-izquierda -su más baja votación histórica en elecciones presidenciales desde 1990- y
el desfonde de la derecha tradicional, con partidos como Renovación Nacional y la Unión Demócrata Independiente, que tenían un desarrollo importante en décadas. Estos dos bloques, en suma, habían sido las grandes coaliciones que condujeron el proceso de transición a la democracia desde 1990.
A nivel del Congreso Nacional, se eligieron la totalidad de 155 diputados y 23 de 50 senadores. A nivel de diputados, la bancada más grande de la nueva legislatura estaría compuesta por esta “nueva derecha” de libertarios, republicanos y socialcristianos -Kast y Kaiser presentaron una sola lista única-, quienes superan a la derecha tradicional, lo que confirma su baja histórica y el cambio en la correlación interna de fuerzas. En diputados, por ejemplo, el Partido Republicano de Chile es el más votado del país, con más de 1.400.000 votos y 31 escaños, una situación realmente inédita en la historia política reciente.
Mientras tanto, la lista del gobierno está disminuida, ya que las derechas tendrán una mayoría absoluta para gobernar sin dificultades, por primera vez desde el retorno a la democracia, a lo que sumarán los partidarios de Parisi, que también alcanzaron alta representación. En el Senado, que se elegía parcialmente, se alcanzó también una mayoría de derecha, aunque más estrecha que en la Cámara.
La segunda vuelta presidencial se realizará el 14 de diciembre, la cual si bien está en desarrollo, las posibilidades de Jara se ven muy remotas e improbables. Si se acumulan las fuerzas de las derechas suman más del 50% de los votos, -sin considerar los votos de Parisi, cuyos seguidores se han planteado opositores al gobierno de Boric y a la candidatura de Jara-, lo que pronostica una dura derrota del sector progresista.
Hasta ahora, y con los acontecimientos en curso, Chile se prepara para enfrentar un cambio de ciclo, con una agenda marcada por los contenidos conservadores, y con interesantes transformaciones en el sistema de partidos políticos y en los liderazgos futuros.
