The Diplomat in Spain

Frédéric Mertens de Wilmars

Profesor y Coordinador del Grado en Relaciones Internacionales de la Universidad Europea de Valencia

Después de Suecia, la extrema derecha ha hecho un nuevo avance en Europa, donde por primera vez desde 1945, un partido postfascista está al poder en Italia. Según los resultados electorales, el partido Fratelli d’Italia se perfila como la principal alternativa política. Esto genera un shock para la clase política italiana y los gobernantes europeos, pero al mismo tiempo era la crónica de una victoria anunciada por varias razones.

En primer lugar, el sistema de votación: 2/3 de los diputados y senadores elegidos por representación proporcional, y 1/3 por mayoría de votos. La coalición de derechas presentó un único candidato en todos los colegios. La coalición de derecha ganó 44-45%. Los opositores eran mayoría, pero estaban divididos y por eso no ganaron.

En segundo lugar, Italia es un país fundador de la Unión Europea. Es un terremoto político para los italianos, pero también para los europeos. La crisis económica endémica de Italia ha cansado el electorado italiano. El éxito de Giorgia Meloni se debe a que lleva 10 años opositando. Parece nueva, aunque se inició en la política a los quince años. Hoy cumple 45 años. Ella ha catalizado todos los descontentos. En efecto, ha desarrollado el tema nacionalista, que atrae a un determinado electorado euroescéptico, que busca valores, sobre todo conservadores, incluso reaccionarios. Ella era fascista, no lo niega. Ahora bien, se ha distanciado tardíamente del fascismo, sin decir que era el mal del siglo XX. Evita este debate sobre el fascismo. Es conservadora, especialmente en cuestiones de valores. Mezcla el liberalismo y al mismo tiempo habla de protección social. Tiene enemigos claros: el islam, los inmigrantes, los migrantes, además de una gran desconfianza hacia todas las minorías sexuales. En el seno de la opinión pública, hay nostálgicos del fascismo que comparten las ideas de Meloni y, hasta ahora, son una minoría.

La postfascista Meloni ha acertado en su apuesta: al hacer campaña sobre la inmigración, ha podido aglutinar a un electorado sensible a las cuestiones identitarias, y al prometer bajar los impuestos, ha podido ganarse a los pequeños empresarios. Sin embargo, en el futuro puede enfrentarse a varias dificultades. Dado que los políticos italianos tienden a cambiar de etiqueta política después de ser elegidos, tendrá que lidiar con algunas deserciones de la derecha, lo que podría dificultar su tarea. También tendrá que vérselas con Berlusconi, que ha recibido entre un 8,5% y un 12,5%, lo que confirma su regreso al primer plano. Tendrá un papel que desempeñar en esta mayoría. Algunos ya lo ven como el futuro presidente del Senado.

En cuanto a la izquierda italiana, no ha estado a la altura, ha traicionado a sus votantes. La campaña no fue bien llevada. Enrico Letta [ex primer ministro, líder del Partido Democrático] no comprendió la magnitud del peligro, debería haber unido todas las fuerzas. Sólo repitió tres palabras, medio ambiente, trabajo y derechos civiles, pero sin ningún contenido real. Giorgia Meloni ha sido subestimada por sus adversarios. Hace cinco años estaban en el 4%. Su ascenso ha sido espectacular. Sus votantes han sido marginados, los resultados electorales fueron la gran venganza del electorado. Es cierto que la izquierda no consiguió unir a la gente, pero era complicado. Hay un problema en toda la izquierda europea. Hay un problema de relación con las clases trabajadoras.

La abstención, que es del 36%, y de ocho a diez puntos más en el Sur de Italia, ha jugado un papel muy importante en los resultados electorales. Esta es la prueba de que existe una verdadera desconfianza política. Es la peor participación de la historia de la República Italiana. Como en otros lugares en Europa, también es un síntoma de la crisis del sistema político y de la democracia italiana.

En cuanto a las consecuencias en Europa, también está la cuestión de cómo pasarán los italianos el invierno, cuando tengan que pagar la electricidad, cuando sus facturas aumenten. Hasta ahora apoyan la política ucraniana, excepto el envío de armas. A priori, parece que no va a haber ningún cambio con respecto a la guerra de Ucrania, pero sí lo habrá, porque la Italia de Meloni, Salvini y Berlusconi podría aliarse con Polonia y la Hungría de Orban: es la política de Europa como defensora de los derechos la que se verá debilitada. Mientras Polonia y Hungría eran países marginales, era una cosa. Pero ahora es Italia, es el corazón de Europa. Nos arriesgamos a tener un verdadero problema de punto de vista, y un cambio en relación con Europa. Sobre la guerra en Ucrania y la posición de Italia, ¿piensa Giorgia Meloni continuar con la política que ha seguido hasta ahora? Si vemos el resultado de las elecciones, puede imponer el acuerdo a sus socios. Y esta política italiana debe continuar.

© Todos los derechos reservados