Texto y foto: Eduardo González
“No eres responsable de la cara que ves en tu espejo, pero sí de la cara que pones ante él”, advirtió no hace mucho el psiquiatra y escritor Jesús J. de la Gándara. En el caso de la fotografía que ilustra este texto, la cara la pone una iglesia catalogada como Bien de Interés Cultural y el espejo un edificio moderno e “inteligente” para uso exclusivo de oficinas de alto standing situado en la calle Goya, en el centro de Madrid.
La Basílica de la Concepción está considerada la iglesia parroquial más importante del distrito de Salamanca, tal como figura en la base de datos del Colegio de Arquitectos de Madrid. Construida entre 1902 y 1910 en estilo goticista y con detalles ornamentales modernistas, destaca en ella su monumental torre de más de 40 metros de altura, rematada por una estructura de hierro coronada por una efigie de la Purísima Concepción. La iglesia fue inaugurada en 1914 por los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg, justo cien años antes de que el Papa Francisco la elevara al rango de basílica menor.
Casi contiguo a la iglesia se encuentra un “singular edificio inteligente” y “representativo” que “combina instalaciones de avanzada tecnología con todas las comodidades que requieren unas oficinas representativas”, tal como figura en las webs inmobiliarias que gestionan el alquiler de las susodichas oficinas.
Entre las características más sobresalientes del edificio destacan su fachada de piedra caliza de Silos, su portal y vestíbulos de mármol travertino italiano y, muy especialmente, su muro de cortina de silicona. El muro, levantado con fines estructurales, se ha convertido en el espejo ante el que su vecina, la Basílica de la Concepción, juega a parecerse a la iglesia de Auvers-sur-Oise, de Van Gogh.