The Diplomat in Spain

Carlos Malamud

Investigador principal de América Latina, Real Instituto Elcano

La sorpresa fue la nota dominante de la noche electoral argentina, y fue doble. En primer lugar porque con el resultado alcanzado no sólo habría segunda vuelta en la elección presidencial, sino también por lo cerrado del mismo (cerca de dos puntos y medio). Y en segundo lugar por la derrota del candidato oficialista, el portavoz presidencial Aníbal Fernández, en la provincia de Buenos Aires, el tradicional feudo electoral del peronismo.

Si bien casi todas las encuestas incluían el ballotage como un escenario posible tras los comicios, nadie contaba con la debilidad exhibida el domingo por Daniel Scioli, el candidato finalmente apoyado por Cristina Fernández. Dedicaré, por tanto, las próximas líneas a analizar las razones del pobre resultado peronista, que permitieron cifras por encima de las expectativas de Mauricio Macri, el candidato de Cambiemos.

Para comenzar se puede mencionar la falta de definición de Scioli frente a la presidente Fernández. Scioli fue incapaz de adoptar un perfil propio, algo sumamente importante cuando era perceptible el mayoritario deseo de cambio de la sociedad argentina. Es verdad que son muchos los que quieren conservar buena parte de los logros alcanzados en los últimos años, o mantener el protagonismo del estado en la economía, pero el cansancio social tras 12 años de kirchnerismo ha resultado evidente.

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«Una vez más se ha demostrado la escasa capacidad de Cristina Fernández para elegir a sus elencos electorales»

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Una vez más se ha demostrado la escasa capacidad de Cristina Fernández para elegir a sus elencos electorales. En su primer mandato ocurrió con Julio Cobos, su vicepresidente radical que votó contra el gobierno en el debatido problema de las retenciones agrarias. Posteriormente le volvió a pasar lo mismo con su actual vicepresidente, Amado Boudou, imputado por varios escándalos de corrupción. Y en esta ocasión las equivocaciones fueron mayores.

Quizá la más grave, y que tuvo una mayor repercusión electoral fue el apoyo dado a la candidatura de Aníbal Fernández a la gobernación de Buenos Aires. Hay que recordar que Fernández es uno de los políticos kirchneristas peor valorados por la opinión pública, y más tras las sólidas acusaciones de vínculos con el narcotráfico. El rechazo generado por Fernández es de tal magnitud que provocó numerosos “cortes de boleta” (al ir todas las candidaturas de un partido en una sola papeleta, el deseo de votar por candidaturas distintas para distintas elecciones implica la acción deliberada de “cortar la boleta” algo que no siempre se hace).

La otra designación de responsabilidad directa de la presidente, amen de los numerosos militantes de La Cámpora apuntados para puestos diversos, fue la del candidato a vicepresidente Carlos Zannini, secretario legal y técnico de la presidencia y mano derecha de Cristina Fernández. Con su nombramiento se pretendía “disciplinar” a Scioli y ponerle un comisario político, algo que no fue muy bien recibido por los numerosos votantes independientes que terminaron no votándolo.

En el terreno internacional, pese al deseo manifestado por Scioli de normalizar la relación con Estados Unidos y la Unión Europea y tomar una cierta distancia con los populismos regionales, en la campaña se pudieron observar otras conductas, en claros mensajes dirigidos al electorado más kirchnerista. Y si bien se vio con Raúl Castro y Dilma Rousseff y recibió el apoyo directo de José Mujica y Evo Morales, Scioli no pudo evitar que los cuadros más leales a la actual presidente lo siguieran viendo con recelo. Ricardo González, uno de los máximos dirigentes de Carta Abierta, el movimiento intelectual kirchnerista por antonomasia, dijo que votarían al candidato oficialista pero “desgarrados”. Así les fue, el desgarro fue de tal magnitud que habrá una segunda vuelta, una nueva elección donde puede ocurrir cualquier cosa.