Foto y texto: Antonio Colmenar
En la costa de Cantabria se encuentra un pequeño pueblo fosilizado en la Edad Media. Se trata de Santillana del Mar, a la que se conoce con el sobrenombre de la villa de las tres mentiras, puesto que ni es santa, ni llana, ni tiene mar, si bien esto último casi lo consigue: el pueblo no tiene mar, pero el término municipal sí.
En sus inmediaciones se encuentra la famosa cueva de Altamira y en sus calles, destaca la abadía de Santa Juliana, uno de los monumentos románicos más representativos de la región y que se erigió en honor de la joven Juliana de Nicomedia, martirizada en el siglo III en Asia Menor durante las persecuciones emprendidas por el emperador romano Diocleciano y cuyos restos fueron traídos en el siglo IX a este lugar del primigenio Reino de Asturias por unos monjes peregrinos.
El claustro de la imagen data de finales del siglo XII. Sus galerías primitivas están formadas por arcos de medio punto soportados por columnas pareadas o cuádruples. En total cuenta con 43 capiteles de los que los más antiguos, los del lado sur y primer tramo del lado oeste, cuentan con tallas de apreciable mérito, mientras que los más recientes presentan temas vegetales.