Leopoldo Stampa
Ex embajador de España en Irán
Este domingo, tres ministros españoles, acompañados de una delegación de empresarios y periodistas, emprenden un viaje a Teherán e Isfahán para reiniciar las relaciones económicas y políticas. En Teherán, España es un país mirado con simpatía. Siempre lo ha sido, incluso durante los años más radicales que sucedieron a la revolución islámica de 1979. Pero eso no basta.
Sobre el papel las oportunidades son espléndidas en los ámbitos de Ingeniería, Transportes, Infraestructuras, Agricultura, Energía, Petróleo y Gas.
La competencia europea ya se ha situado en la parrilla de salida. Hace meses, incluso antes de la firma del acuerdo de Viena, empresarios y altos cargos de la Administración, se presentaron en Teherán para tomar posiciones. Primero, los alemanes, seguidos por Francia, Italia, Suecia, Suiza y Reino Unido. La presencia ahora de tres ministros españoles en una sola delegación, aunque sea por sólo 48 horas, es una muestra palpable del interés de España en el futuro de nuestras relaciones con Irán y tendrá su impacto político y mediático.
Pero esto con ser una espléndida noticia, tampoco basta. La Administración española abrirá camino a las empresas que deberán continuar batallando en el día a día frente a una competencia europea ávida de recuperar el tiempo y el mercado perdido. El éxito radicará en la labor que las empresas desarrollen después. El mercado iraní, como otros, no es fácil y tiene sus claves. Será básico un conocimiento detallado de las oportunidades en el mercado persa, en el que nuestras compañías no han estado muy familiarizadas en los últimos 15 años e imprescindible la interpretación cabal de una realidad compleja: el entorno económico del país, el contexto jurídico de la inversión en la República Islámica, el escenario social dominante, dato básico, y la atmósfera empresarial. Ello deberá complementarse con la financiación –cuando las sanciones lo permitan- como prerrequisito graduable en forma de joint venture, inversión y/o transferencia de tecnología.
Bien puede suceder que sin estas referencias los esfuerzos empresariales puedan fructificar, pero la incertidumbre será desde el principio la nota dominante en la relación.
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«Las empresas deben saber que el mercado iraní, como otros, no es fácil y tiene sus claves»
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Hoy Irán se encuentra en una situación económica afectada doblemente por las sanciones y por el desplome del precio del crudo. En otras palabras, necesita inyección financiera para llevar a cabo los proyectos. Irán siempre ha sido buen pagador; no tiene deuda externa y dispone de unos avales en petróleo y gas que certifican sus compromisos.
La confianza política que se abre camino generará confianza financiera y la estabilidad económica que produzca, generará estabilidad política interna. Esas son las variantes de la ecuación.
Después del éxito el acuerdo nuclear, la asignatura pendiente iraní en política exterior es la proyección de confianza en la región. Cierto que la germinación de confianza nunca es cosa de uno sólo. Con las monarquías del Golfo queda mucha labor por realizar y ese parece ser el segundo capítulo diplomático que el ministro Zarif quiere escribir.
Los desencuentros con Arabia Saudita, Kuwait, Qatar y con los Emiratos Árabes Unidos, no son nuevos ni derivan sólo de recelos nacidos tras la revolución islámica de 1979. Proceden de suspicacias entre árabes y persas, de honda y antigua raíz, que ya tuvieron episodios encendidos en la época de Shah Pahlavi, por no hablar del conflicto provocado por Sadam Hussein. La pugna no radica tanto en antagonismo chií-suní como en la influencia regional entre un Estado sólido, antiguo y activo y otros de estructura familiar, económicamente fuertes, apoyados por Occidente y algo artificiosos. Un Irán próspero les incomoda. Europa lo debe propiciar. Ahí queda un papel a jugar por la UE con los países árabes.