The Diplomat in Spain

Carlos Malamud

Investigador principal de América Latina del Real Instituto Elcano y Catedrático de Historia de América de la UNED

Cuando todo el mundo daba por seguro el choque de trenes entre Venezuela y España y únicamente se preguntaba cuándo y cómo éste tendría lugar, un repentino e inesperado cambió de ánimo y de discurso de Nicolás Maduro trastocó toda la ecuación. De pronunciar serias acusaciones contra el Parlamento español, contra dos de sus ex presidentes de gobierno (José María Aznar y Felipe González) y contra el actual presidente Mariano Rajoy se pasó a ofrecer la mano tendida, aunque con reparos, y a propiciar un saludo en la cumbre CELAC – UE del próximo junio en Bruselas.

La profunda crisis económica, política y social que vive Venezuela (inflación, déficit, endeudamiento, desabastecimiento, pérdida de legitimidad de ejercicio, violación de los derechos humanos y creciente inseguridad ciudadana, entre otros problemas) ha forzado al gobierno bolivariano a buscar enemigos externos que le permitan desviar la atención de sus verdaderos problemas. Durante algunos meses Estados Unidos y Barack Obama jugaron este papel. Pero tras la Cumbre de las Américas y del fracaso de la diplomacia venezolana en su búsqueda de solidaridad Maduro debió cambiar su objetivo.

Por distintos motivos que vienen desde la época de Hugo Chávez, España era un excelente candidato. Los altos y bajos de la relación bilateral y las inversiones españolas en Venezuela lo permitían pronosticar. Maduro estaba convencido de que el gobierno español no respondería a las agresiones para proteger a sus empresas. Y también que en su embestida antiespañola lograría atraer la solidaridad continental, o al menos la de sus aliados del ALBA (Bolivia, Cuba, Ecuador y Nicaragua) y amigos más cercanos, como la Argentina kirchnerista. Sin embargo nada de eso ocurrió.

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«Sin Chávez al frente, la diplomacia venezolana ha perdido protagonismo»

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De esta forma se confirma lo que se venía preanunciando desde tiempo atrás y es que sin Chávez al frente de la diplomacia venezolana ésta ha perdido protagonismo y capacidad de atracción. Según informaciones periodísticas tanto el vicepresidente brasileño como el ministro de Exteriores ecuatorianos habrían mediado ante Caracas para desactivar la crisis con España, especialmente teniendo en cuenta la proximidad de la Cumbre de Bruselas.

De repente, las duras medidas que se iban a tomar en el momento oportuno se trocaron en la posibilidad de reabrir el diálogo en base al respeto mutuo y la no agresión: «Pronto nos vamos a ver en la Cumbre América Latina-Europa, Rajoy. Espero no tener que llegar con las lanzas allá, a Europa, porque vas a ser derrotado, vas a quedar aislado frente a Venezuela, frente a América Latina y el Caribe. Aquí está mi mano, Rajoy, tómala. Con respeto todo se puede».

Pese a su denodado intento de llegar a lo más hondo de las fibras nacionalistas de los venezolano, para poder movilizarlos detrás de la bandera del chavismo, una vez más su propósito fracasó. Ocurrió lo mismo en su intento de recoger 10 millones de firmas contra el decreto ejecutivo de Obama, algo que ni siquiera logró incorporando los apoyos recolectados fuera de Venezuela.

Con unas importantes elecciones legislativas por delante, que todavía no se sabe cuándo se van a celebrar ni si se van a celebrar, la posición de su gobierno es muy complicada. El deseo compartido por todas las fracciones chavistas de mantener el poder sigue funcionando como un poderoso cemento que mantiene unido al gobierno. Y todavía hay recursos suficientes como para poder mantener funcionando a la administración y parte de sus programas sociales. Sin embargo, la gran duda que emerge es: ¿hasta cuándo esto seguirá siendo así?