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Buhari afronta los desafíos de Nigeria

 

Jesús Díez Alcalde

Analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos

 

La elección democrática del musulmán Muhammadu Buhari como presidente electo de Nigeria es una noticia esperanzadora. Por el momento, y a pesar de sus muchos detractores, existe un palpable optimismo en el país, y también algunas razones que incitan a confiar en este veterano político; y estas deben ser sus mejores prerrogativas para afrontar los muchos desafíos de la primera potencia económica y demográfica de África, cuya estabilidad es imprescindible para toda la región e, incluso, para todo el continente.

 

Como anunciaban los pronósticos, su victoria al frente del Congreso de Todos los Progresistas no ha sido rotunda (un 53,96% de los sufragios), pero dista mucho de ser tan ajustada como apunta el 45% de los votantes que defendía la reelección de Goodluck Jonathan, líder del Partido Democrático Popular. Sin embargo, el mismo presidente cerró esta controversia felicitando a su oponente y declarando, días después, que “ninguna ambición puede ser más importante que la sangre de un solo nigeriano”. Con esta contundencia evitó que se repitieran los enfrentamientos acaecidos tras las elecciones en 2011, que se saldaron con más de 800 víctimas mortales. Y también ha ayudado el talante pacificador de Buhari: «Extiendo una mano de amistad y conciliación al presidente Jonathan (…). No tengo mala voluntad contra nadie».

 

No obstante, más allá de diferencias y datos porcentuales, otros aspectos dan mayor relevancia al triunfo de Buhari. En primer lugar, la mayoría absoluta y la amplia representación territorial –venció en 19 de los 36 estados nigerianos, incluidos algunos cristianos del sur– le otorgan una clara legitimidad social. Por otro lado, estos resultados han demostrado a los nigerianos que, a través de un proceso democrático y pacífico, es posible relevar a un presidente en ejercicio, algo que no había ocurrido desde el final de los gobiernos militares en 1999. Y, por último, todos los observadores internacionales han declarado estos comicios, por primera vez, “libres y transparentes”, algo que añade un plus de credibilidad a la elección de Buhari e inaugura la alternancia política pacífica en Nigeria, que podría convertirse en ejemplo para otras naciones africanas.

 

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Para algunos, su intransigencia ante los corruptos será imprescindible para enderezar el rumbo del país

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Tras el relevo el próximo 29 de mayo, Buhari deberá demostrar que es el presidente idóneo para responder a las exigencias de una población hastiada y frustrada por el mal gobierno, la desigualdad social y el azote de la violencia. El reto es grande: para algunos, su condición militar, su constatada disciplina y su intransigencia ante los corruptos serán imprescindibles para enderezar el rumbo del país, y especialmente para acabar con Boko Haram; otros tantos ven en estos atributos sus principales defectos, pues temen que ejerza un gobierno extremadamente férreo, como cuando estuvo al frente de la dictadura militar entre enero de 1984 y agosto de 1985. Para soslayarlo, Buhari se ha autoproclamado incesantemente como un demócrata reformista, y también ha negado cualquier acusación sobre una “oculta” agenda islamista radical para transformar el país. Al contrario, se ha comprometido a trabajar para reconciliar a todos los nigerianos, sea cual sea su etnia o religión, y a que estas condiciones nunca más sean motivo de enfrentamiento.

 

«Vamos a detener la corrupción y haremos que la gente común, los débiles y los vulnerables sean nuestra principal prioridad», declaró el presidente electo. Sin duda, la corrupción es un mal endémico en Nigeria: un país extremadamente rico donde más de la mitad de la población se ahoga en la pobreza. Sin embargo, más urgente aún es erradicar la lacra yihadista, que ya ha asesinado a más de 13.000 inocentes desde 2009 y cuya gravedad ha sido minusvalorada durante demasiado tiempo: «Les aseguro que Boko Haram pronto conocerá la fortaleza de nuestra voluntad colectiva y nuestro compromiso para librar a esta nación del terror (…). No escatimaremos esfuerzos hasta derrotar al terrorismo». En este complicado escenario solo resta constatar la voluntad y la capacidad de Buhari para trasformar el país, y garantizar así un futuro más igualitario, seguro y próspero a 180 millones de nigerianos.

 

 

Alberto Rubio

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