The Diplomat in Spain

El entonces ministro de Exteriores italiano, G. Terzi, con su homólogo indio, M. Krishna, en 2012.

Darío Menor. Roma.

15 de febrero de 2012. A 20,5 millas náuticas de la costa del Estado indio de Kerala, el petrolero italiano “Enrica Lexie” se encuentra con un barco pesquero, el “St. Anthony”. Son las 16:30, hora local, y los seis militares que viajan a bordo del carguero en labores de seguridad están convencidos de que la nave india está cargada de piratas.

La ruta que sigue el “St. Anthony” hace pensar que busca un abordaje. Cuando se encuentra a menos de tres millas náuticas del “Enrica Lexie” los soldados le hacen señales luminosas, avisos con sirenas y, finalmente, disparos al aire y hacia el agua para advertirle de que cambie de rumbo. Finalmente, al acercarse a unos 100 metros del petrolero, una lluvia de balas barre la cubierta de la nave india, acabando con la vida de dos de sus tripulantes, Selestian Kelastine y Ajesh Pinku.

El “Enrica Lexie” continúa su camino hacia Djibuti, pero al día siguiente, la Guardia Costera india le ordena que atraque en el puerto de Kochi. Pretende que los tripulantes realicen un reconocimiento de los supuestos piratas, según dice. Las autoridades italianas consideraron después que no era más que un pretexto para conseguir que el carguero entrara en aguas territoriales indias y pudieran ser detenidos los responsables de la muerte de los dos pescadores. Es lo que ocurrió el día 17 de febrero, cuando los fusileros de Marina Massimiliano Latorre y Salvatore Girone fueron arrestados, interrogados y acusados de acabar con la vida de los dos ciudadanos indios.

Aquel día comenzó una pesadilla para estos militares que dura ya más de dos años y que ha enfrentado a Italia y a la India en una batalla diplomática cuya resolución parece lejana. Para Roma, los soldados gozaban de inmunidad y el proceso debería llevarse a cabo en Italia, pues el “Enrica Lexie” se encontraba en aguas internacionales. Nueva Delhi sostiene en cambio que el tiroteo se produjo en sus aguas territoriales, pues aplica a estos episodios la legislación antiterrorismo que extiende su jurisdicción hasta las 200 millas náuticas.

Son ya cuatro los ministros de Asuntos Exteriores del Gobierno de Roma que han intentado sin éxito que Latorre y Girone vuelvan a Italia. Federica Mogherini, actual inquilina del Palacio de la Farnesina, reconocía estos días que sería “largo y difícil” el procedimiento internacional abierto por el Ejecutivo de Matteo Renzi para conseguir poner fin a esta crisis diplomática. La dilatación de los tiempos viene por los continuos retrasos en el inicio del proceso en que ha ido cayendo la magistratura india. Ni siquiera está claro si se les juzgará con la ley antipiratería, por la que podrían ser condenados a muerte.

Esta posibilidad causa terror en Roma, que mantiene un pulso con Nueva Delhi para que no se aplique esa legislación y se permita que los soldados puedan esperar en su país a que comience el juicio. Latorre y Girone, de hecho, han pasado algunas cortas temporadas en Italia desde el inicio de la crisis, como en Navidad o en febrero del año pasado, cuando se celebraron elecciones legislativas. El 11 de marzo de 2013, al término de una estancia de los fusileros con sus familias, el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Giulio Terzi, anunció que no iban a volver a la India, lo que provocó una airada protesta de Nueva Delhi. Ante la amenaza de que el caso tuviera consecuencias diplomáticas y comerciales, Roma dio una sonada marcha atrás y mandó de nuevo a los soldados a la nación asiática.

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«No está claro si se les juzgará con la ley antipiratería, por la que podrían ser condenados a muerte»

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La peor enemiga de Latorre y Girone es una mujer nacida en su propio país. Su nombre de bautismo, Antonia Sonia Maino, tal vez no les diga nada, pues no lo utiliza desde 1968. Aquel año se casó con Rajiv Gandhi y se nacionalizó india, pasando a formar parte de una de las familias más poderosas de Asia, los Nehru-Gandhi, que han tenido tres jefes de Gobierno desde 1947 y esperan contar con un cuarto. Se trata de Rahul, el hijo de Sonia Gandhi, candidato del Partido del Congreso en las elecciones generales que comenzaron el 7 de abril y concluirán el 12 de mayo, las más largas y multitudinarias del mundo, con 814 millones de votantes convocados a las urnas en nueve fases distintas.

Roma espera que la crisis de los militares retenidos se desatasque a partir del 16 de mayo, cuando comienza el recuento de los votos que debe llevar a la formación de un nuevo Ejecutivo. Paradójicamente, las esperanzas de los diplomáticos italianos no están puestas en Rahul Gandhi, sino en su principal rival y favorito en los comicios, Narendra Modi, líder del partido nacionalista hindú Bharatiya Janata (BJP). La madre del candidato del Partido del Congreso ha sido el principal obstáculo para que Latorre y Girone vuelvan a Italia.

Sonia Gandhi lleva en el país desde hace 46 años, pero para muchos sigue siendo una extranjera. Ella ha renunciado completamente a sus raíces, no habla jamás italiano en público (ni siquiera con los políticos o diplomáticos de su nación de origen) e intenta por todos los medios parecer india al 100% para no perjudicar la carrera política de su hijo. De hecho, cuando el Gobierno italiano anunció que los dos militares se quedaban en casa, bramó contra Roma diciendo que era “inaceptable”, consideró que se había cometido “una traición” y advirtió que ningún país iba a humillar a la India.