En julio de 1936, buena parte de las embajadas extranjeras en Madrid estaban cerradas por las vacaciones de verano. La embajada de Chile fue una de las pocas que mantuvieron sus puertas abiertas a quienes solicitaban asilo. El embajador, Aurelio Núñez Moteado, un antiguo senador radical socialista, acogió a 4.000 personas de toda procedencia que huían de la guerra. Su decisión le costo un serio enfrentamiento con el Gobierno republicano y se vio obligado a dimitir en 1938. Cuando terminó el conflicto, la Embajada siguió ofreciendo asilo, en este caso a los republicanos huidos de la represión franquista.