Solo sobrevolar el cabo Fisterra permite acercarse un poco a la desafiante orografía de A Costa da Morte, que se entrega con altivez a la fiereza del indomable Atlántico.
De sus peligros saben los navegantes que no pierden de vista los faros. De la fuerza de las olas hablan sus playas, de arena fina y blanca, que nos regalan uno de los paisajes con más hechizo de la cornisa gallega. Se trata de una aventura senderista de 200 kilómetros que, desde Malpica a Cabo Finisterre, pretende avistar el final del mundo.
Dicen que el nombre de A Costa da Morte hace referencia a la gran cantidad de catástrofes marinas de tiempos pasados, y también recientes, dada la peligrosidad de los acantilados que se hunden en el mar y a los frecuentes y recios temporales. En los puntos estratégicos, se levantaron desde la antigüedad señales marítimas que llegaron hasta nuestros días, reformadas y convertidas en iconos de un territorio marcado por la dureza del océano. Hay algunas que, incluso, se construyeron en tiempos recientes, como es el caso del moderno faro de punta Nariga, en Malpica de Bergantiños, que data de 1995 y es la primera parada de esta ruta.
El viaje continúa hacia Camariñas, pero antes exige dos paradas en Laxe. Lejos de la concurrida playa que baña la villa están los arenales vírgenes de Soesto y de Traba. Y, perdiendo la vista en la distancia, se descubren las curiosas piedras talladas por el viento y el tiempo en los Penedos de Traba y Pasarela, en parajes declarados Paisaje Protegido por la Xunta de Galicia.
Vilán y el Cementerio de los Ingleses
La parte oriental de la sierra de Pena Forcada se extiende desde Traba de Laxe hasta la punta de cabo Vilán: la siguiente parada. En este escenario pétreo, en cierta manera intimidante por la fuerza con la que el aire lo asola, se levanta otro de los faros más conocidos de A Costa da Morte, tanto por su estructura como por su situación y, ahora, por el Museo de los Naufragios. La hermosura del lugar contrasta con su extrema peligrosidad, ya que en este tramo de costa se contabilizan más de 150 hundimientos. El más conocido es el del buque militar inglés HMS Serpent, el 10 de noviembre de 1890. Excepto tres supervivientes que consiguieron llegar malheridos a la costa, los 172 tripulantes restantes quedaron sepultados en el conocido como Cementerio de los Ingleses.
La subida hasta el antiguo faro, situado de espaldas al actual, de 1896, permite contemplar en toda su magnitud la torre octogonal de cabo Vilán. El Cíclope de A Costa da Morte se eleva 105 metros sobre el mar para lanzar señales luminosas a los buques que navegan por estas aguas. Fue el primer faro eléctrico de las costas españolas.
El itinerario prosigue hacia el sur, para llegar al punto más occidental de la España peninsular: el cabo Touriñán. Una pequeña península que entra retadora en el mar casi un kilómetro. En este punto, es imprescindible dejarse llevar por la fuerza del paisaje atlántico con el pequeño faro al fondo. La fuerza del viento empuja por el sendero, hasta el extremo que dibujan los casi mil metros de la playa salvaje de Nemiña, y deja ver cómo el cielo se tiñe de colores cálidos al atardecer. El anochecer invita a subir al monte Facho para contemplar la enigmática belleza de la península de Muxía.
La llegada a Fisterra aguarda para la siguiente jornada. Era el fin del mundo conocido en la antigüedad. Antes de entrar en el pueblo, siguiendo el rastro de los miles de peregrinos que sellan aquí el final de su Camino a Santiago, merecen visita obligada dos playas de belleza extrema. Son los arenales de O Rostro y de Mar de Fóra, abiertos al Atlántico y siempre envueltos de una aparente soledad. En el entorno de O Rostro, la línea de arena supera los dos kilómetros. El lugar es muy concurrido por amantes de la naturaleza y aficionados al senderismo. Sobre la playa, dormita una leyenda que guarda bajo su arena blanca la mítica ciudad de Dugium que, fundada por los nerios, sucumbió bajo una enorme ola.
Poco antes de la caída del sol se puede alcalzar el faro de Fisterra, para sentarse en una de las piedras del camino que rodea el promontorio y despedir al astro rey en este antiguo altar, el Ara Solis de los fenicios. El edificio anexo al faro es el de la Sirena, más conocido como “la Vaca de Fisterra”, por los estridentes sonidos que emite en los días de niebla densa hasta las 25 millas (46 km). La sombra del mítico faro, el bramar de la Sirena, la vista del mar infinito y brillante allá abajo, algún barquito a lo lejos, el peligroso islote del Centolo o la mole pétrea del monte Pindo del otro lado de la ría de Corcubión serán nuestros fieles compañeros para poner fin a este viaje a través de un mar duro, que habla de muerte pero lleno de vida.
Parador Costa da Morte
A apenas media hora del Faro del Cabo Fisterra se encuentra un lugar perfecto para el descanso después de tanta bravura: el Parador Costa da Morte. Emplazado junto a la Praia de Lourido es un edificio de nueva planta y arquitectura contemporánea con espectaculares vistas al mar. El parador exhibe varias cartas de navegación de los naufragios en las costas gallegas desde el siglo XVIII, incluida la del Prestige. Su autor es Pepe de Olegario, un marinero jubilado experto en mapas de navegación marítima.