Solo sobrevolar el cabo Fisterra permite acercarse un poco a la desafiante orografía de A Costa da Morte, que se entrega con altivez a la fiereza del indomable Atlántico.
De sus peligros saben los navegantes que no pierden de vista los faros. De la fuerza de las olas hablan sus playas, de arena fina y blanca, que nos regalan uno de los paisajes con más hechizo de la cornisa gallega. Se trata de una aventura senderista de 200 kilómetros que, desde Malpica a Cabo Finisterre, pretende avistar el final del mundo.
El viaje continúa hacia Camariñas, pero antes exige dos paradas en Laxe. Lejos de la concurrida playa que baña la villa están los arenales vírgenes de Soesto y de Traba. Y, perdiendo la vista en la distancia, se descubren las curiosas piedras talladas por el viento y el tiempo en los Penedos de Traba y Pasarela, en parajes declarados Paisaje Protegido por la Xunta de Galicia.
Vilán y el Cementerio de los Ingleses
La subida hasta el antiguo faro, situado de espaldas al actual, de 1896, permite contemplar en toda su magnitud la torre octogonal de cabo Vilán. El Cíclope de A Costa da Morte se eleva 105 metros sobre el mar para lanzar señales luminosas a los buques que navegan por estas aguas. Fue el primer faro eléctrico de las costas españolas.
El itinerario prosigue hacia el sur, para llegar al punto más occidental de la España peninsular: el cabo Touriñán. Una pequeña península que entra retadora en el mar casi un kilómetro. En este punto, es imprescindible dejarse llevar por la fuerza del paisaje atlántico con el pequeño faro al fondo. La fuerza del viento empuja por el sendero, hasta el extremo que dibujan los casi mil metros de la playa salvaje de Nemiña, y deja ver cómo el cielo se tiñe de colores cálidos al atardecer. El anochecer invita a subir al monte Facho para contemplar la enigmática belleza de la península de Muxía.
Poco antes de la caída del sol se puede alcalzar el faro de Fisterra, para sentarse en una de las piedras del camino que rodea el promontorio y despedir al astro rey en este antiguo altar, el Ara Solis de los fenicios. El edificio anexo al faro es el de la Sirena, más conocido como “la Vaca de Fisterra”, por los estridentes sonidos que emite en los días de niebla densa hasta las 25 millas (46 km). La sombra del mítico faro, el bramar de la Sirena, la vista del mar infinito y brillante allá abajo, algún barquito a lo lejos, el peligroso islote del Centolo o la mole pétrea del monte Pindo del otro lado de la ría de Corcubión serán nuestros fieles compañeros para poner fin a este viaje a través de un mar duro, que habla de muerte pero lleno de vida.
Parador Costa da Morte
A apenas media hora del Faro del Cabo Fisterra se encuentra un lugar perfecto para el descanso después de tanta bravura: el Parador Costa da Morte. Emplazado junto a la Praia de Lourido es un edificio de nueva planta y arquitectura contemporánea con espectaculares vistas al mar. El parador exhibe varias cartas de navegación de los naufragios en las costas gallegas desde el siglo XVIII, incluida la del Prestige. Su autor es Pepe de Olegario, un marinero jubilado experto en mapas de navegación marítima.