León XIV: el nuevo Papa y las fisuras del tablero geopolítico

Con la elección del cardenal estadounidense Robert Francis Prevost como nuevo pontífice bajo el nombre de León XIV, el Vaticano vuelve a situarse en el epicentro de la geopolítica global. Su nacionalidad —estadounidense de nacimiento, con larga experiencia misionera en Perú—, su talante aperturista pero firme, y su discurso inaugural inequívocamente pastoral, abren un nuevo capítulo que podría redefinir el papel de la Santa Sede como actor estratégico en un sistema internacional en crisis.

Una figura bisagra en un mundo multipolar

Robert Prevost no es solo el primer Papa originario de Estados Unidos, sino también un hombre de doble anclaje cultural. Criado en Chicago, formado intelectualmente en Roma y pastoralmente en Perú, representa un perfil transversal que encarna, de algún modo, la transición de una Iglesia fuertemente europea a una más universal y latinoamericana.

Este matiz no es menor en un contexto donde América Latina sigue siendo el continente con más fieles católicos, pero también el más disputado por las iglesias evangélicas, el islam y la creciente secularización. Como señala el analista Michael Sean Winters (National Catholic Reporter), “León XIV podría ser el primer Papa en décadas capaz de recuperar presencia moral en ambos hemisferios, combinando una teología social con sensibilidad estadounidense”.

El nuevo pontífice llega al solio petrino en medio de un orden internacional fragmentado. El multilateralismo languidece, las grandes potencias reeditan políticas de poder desnudo, y conflictos como el de Ucrania, Gaza o el Sahel exigen algo más que diplomacia silenciosa. En este entorno, la Iglesia Católica puede recuperar su rol tradicional de actor moral y mediador confiable. Pero para ello deberá definir con claridad su posicionamiento estratégico.

Ucrania: cambio de tono, ¿cambio de doctrina?

Una de las primeras señales del nuevo papado ha sido su postura respecto a la guerra en Ucrania. A diferencia de su predecesor, Francisco, que evitó condenar explícitamente a Rusia en numerosas ocasiones, León XIV ha manifestado desde el inicio su “cercanía total al pueblo ucraniano” y su voluntad de “facilitar caminos de paz con justicia”.

Este giro ha sido bien recibido por Kiev. El propio presidente Volodímir Zelenski, que en 2023 rompió públicamente con el Vaticano tras la participación de jóvenes rusos en la Jornada Mundial de la Juventud, saludó la elección de León XIV como una “esperanza para una paz justa que no legitime al agresor”.

Analistas como Nathalie Tocci, directora del Instituto de Asuntos Internacionales de Roma, observan un cambio de paradigma: “Francisco buscó el equilibrio entre profecía y diplomacia. León XIV parece más dispuesto a asumir una voz clara, aunque eso le reste margen como mediador. No renuncia al rol diplomático, pero redefine sus límites”.

De hecho, el nuevo pontífice ha ofrecido la Santa Sede como sede neutral para una futura ronda de negociaciones entre Ucrania y Rusia. El gesto, respaldado informalmente por Italia y Estados Unidos, aún no cuenta con la venia del Kremlin. No obstante, revela una voluntad papal de ocupar un espacio en la resolución de conflictos que va más allá de las fronteras eclesiásticas.

¿Un Papa “atlántico”?

La nacionalidad estadounidense de León XIV no ha pasado desapercibida en Moscú, Pekín ni Teherán. Desde la elección, diversos medios estatales rusos y chinos han deslizado la idea de que la Iglesia Católica podría convertirse en un brazo moral del bloque occidental.

Sin embargo, expertos como George Weigel (Ethics and Public Policy Center) rechazan esta lectura simplista: “Prevost es estadounidense, pero no es trumpista ni neocon. Su trabajo en Perú y su fidelidad al Vaticano II lo convierten en un pastor de tendencia progresista en lo social, y prudente en lo político”.

Es previsible que su pontificado refuerce el vínculo transatlántico desde un enfoque más humanista que estratégico, subrayando valores como la acogida de migrantes, la defensa de los derechos humanos y la protección del medioambiente. En este sentido, se espera que mantenga la línea de la encíclica Laudato si’ y de la diplomacia verde que impulsó Francisco.

No obstante, su familiaridad con la cultura y la política estadounidenses le otorga un margen de maniobra distinto. Puede ejercer influencia indirecta sobre Washington, especialmente en asuntos migratorios, penales y sociales. Habrá que ver si la Casa Blanca —hoy liderada por un Trump reelegido— percibe esta cercanía como puente o como interferencia.

Oriente Medio, China y el gran dilema

León XIV también hereda un tablero extremadamente volátil en Oriente Medio. La ofensiva de Israel sobre Gaza, el alineamiento tácito del Vaticano con la solución de los dos Estados y la creciente hostilidad entre potencias regionales exigirán del nuevo Papa un equilibrio milimétrico entre diplomacia y profecía.

En cuanto a China, la situación es aún más compleja. El acuerdo de 2018 entre Pekín y la Santa Sede sobre el nombramiento de obispos —renovado en 2022— ha sido fuertemente criticado por sectores católicos que lo ven como una claudicación ante el autoritarismo. El nuevo pontífice deberá decidir si mantiene este modus vivendi, lo corrige o lo rompe.

Según Massimo Faggioli, historiador eclesiástico, “León XIV es más institucional que revolucionario. Probablemente mantenga el acuerdo, pero con mayores exigencias de reciprocidad y libertad para la Iglesia clandestina en China”.

En este punto se juega también la coherencia del Vaticano como actor moral. Defender la libertad religiosa en China —sin caer en la retórica de guerra fría— será una prueba de fuego para su credibilidad.

Hacia una Santa Sede multipolar

Todo apunta a que León XIV buscará consolidar una Iglesia descentralizada, donde las conferencias episcopales nacionales asuman más protagonismo. Este modelo, ya esbozado por Francisco, puede consolidar una Santa Sede multipolar, con capacidad para hablar con voces diversas, sin romper la unidad doctrinal.

A nivel geoestratégico, esto podría traducirse en un mayor protagonismo de América Latina, África y Asia en la diplomacia vaticana. No por casualidad, uno de los primeros nombramientos del nuevo Papa ha sido el de un diplomático filipino como nuevo responsable de Relaciones Exteriores.

Este enfoque también refuerza el “soft power” de Roma, que podría desempeñar un papel de contrapeso moral ante el creciente cinismo geopolítico de nuestro tiempo. Una Iglesia menos eurocéntrica, más conectada con el sur global y más libre frente a las presiones ideológicas podría ofrecer un discurso alternativo en un orden mundial carente de brújula ética.

Conclusión: ¿el regreso de la geopolítica moral?

León XIV no es un Papa ideológico, pero tampoco es un tecnócrata. Su elección responde a una lógica pastoral, pero sus implicaciones trascienden lo religioso. En un mundo donde los actores racionales han sido sustituidos por actores viscerales, un Papa que combina firmeza moral y habilidad diplomática podría ejercer una influencia insospechada.

Los próximos meses serán decisivos. Si León XIV consigue reformar la curia, sanear las finanzas vaticanas y proyectar una voz coherente en los conflictos globales, su pontificado podría marcar el renacimiento de la Santa Sede como factor estabilizador en el sistema internacional.

Una geopolítica moral, sí. Pero no ingenua. León XIV sabe que la cruz y la diplomacia no siempre caminan juntas. Lo importante es que no se contradigan.

Salir de la versión móvil