<h6><a href="https://aquieuropa.com/author/xabier/"><strong>Xabier González Barkos</strong></a></h6> <h4><strong>La Unión Europea enfrenta en 2025 un horizonte político y económico cargado de retos, pero también de oportunidades. La entrada en vigor de nuevas dinámicas institucionales tras las elecciones al Parlamento Europeo de 2024, la implementación del informe sobre competitividad elaborado por Mario Draghi y las tensiones internas en algunos de los Estados miembros clave marcan el camino hacia un año decisivo para el proyecto europeo. En paralelo, los debates sobre la ampliación de la UE, el reajuste en las relaciones con el Reino Unido bajo un gobierno laborista y la necesidad de fortalecer la cohesión interna delinean un panorama complejo pero potencialmente transformador.</strong></h4> <h5><strong>El margen de acción de la Comisión Von der Leyen y la nueva Eurocámara</strong></h5> Con el cierre del actual ciclo legislativo y la reconfiguración del Parlamento Europeo tras las elecciones de 2024, la Comisión Europea de Ursula von der Leyen enfrentará el desafío de consolidar y ejecutar sus últimas grandes iniciativas, especialmente en áreas como la transición energética, la digitalización y la reforma fiscal. Sin embargo, el nuevo equilibrio de poder en la Eurocámara, en el que se prevé un mayor peso de los partidos euroescépticos y fuerzas políticas menos alineadas con la agenda tradicional, podría limitar el alcance de su acción. Una de las prioridades más urgentes será la negociación de un marco presupuestario revisado que responda a las crecientes demandas sociales, el avance de la crisis climática y los conflictos geopolíticos que están agotando los recursos comunitarios. La creciente polarización política en el Parlamento Europeo, con un previsible refuerzo de los partidos perimetrales y disidentes, dificultará alcanzar consensos amplios. Este contexto podría empujar a la Comisión a buscar alianzas ad hoc y a reforzar su capacidad ejecutiva a través de herramientas como los actos delegados, aunque ello no estará exento de críticas. El informe de competitividad liderado por Mario Draghi, que aboga por una reindustrialización estratégica de Europa basada en la autonomía tecnológica y energética, tendrá un peso significativo en las decisiones de política económica de la UE. Sin embargo, su implementación requerirá un consenso difícil de alcanzar entre los Estados miembros, dada la disparidad de intereses y las distintas capacidades económicas. Países del norte de Europa, como Países Bajos o Suecia, podrían exigir mayores garantías de sostenibilidad fiscal, mientras que economías del sur, más golpeadas por la deuda y la inflación, defenderán una mayor flexibilidad presupuestaria. <h5><strong>Francia y Alemania: ¿un eje debilitado?</strong></h5> La tradicional alianza franco-alemana, pilar de la integración europea, atraviesa una de sus fases más críticas en años. Alemania, tras años de liderazgo económico, enfrenta una desaceleración sin precedentes provocada por la dependencia del gas ruso, la crisis en su sector automovilístico y el impacto de la transición energética en su industria pesada. Estas tensiones han alimentado un debate interno sobre la eficacia del modelo económico germano y han debilitado la capacidad de Berlín para liderar las iniciativas europeas. Por su parte, Francia, bajo la presidencia de Emmanuel Macron, está atrapada en una espiral de conflictividad social y estancamiento económico. Los esfuerzos del mandatario por proyectar un liderazgo europeo se han visto limitados por su impopularidad interna y la resistencia de otros Estados miembros a su visión de una Europa más centralizada. Esta fragilidad conjunta pone en cuestión el rol del eje franco-alemán como motor de reformas en un momento en que la UE necesita respuestas ágiles a desafíos globales como la transición verde o la competencia tecnológica con China y Estados Unidos. En este contexto, países como España o Italia podrían intentar ocupar un papel más destacado en la definición de la agenda europea. Sin embargo, la capacidad de estas naciones para asumir un liderazgo efectivo dependerá de su estabilidad política interna y de su habilidad para generar alianzas sólidas con otros Estados miembros. <h5><strong>La ampliación y los desafíos geopolíticos</strong></h5> El impulso hacia una nueva fase de ampliación de la UE está ganando fuerza, especialmente tras la aceptación de Ucrania y Moldavia como países candidatos en 2022. La perspectiva de una adhesión en el mediano plazo para estos Estados, junto con las aspiraciones de los Balcanes Occidentales, supone un desafío de magnitud histórica para la UE. No solo se trata de extender el marco jurídico e institucional europeo a nuevos territorios, sino también de garantizar que estos países puedan integrarse plenamente en términos económicos y políticos. La ampliación plantea, además, interrogantes sobre el futuro diseño institucional de la Unión. La entrada de nuevos miembros requerirá reformas en el sistema de toma de decisiones para evitar bloqueos en ámbitos como la política exterior o fiscal, donde aún se mantiene el principio de unanimidad. También será imprescindible redefinir las prioridades presupuestarias para equilibrar las necesidades de los Estados miembros actuales con las demandas de los futuros integrantes. Al mismo tiempo, las tensiones geopolíticas en Europa del Este seguirán marcando la agenda. La relación con Rusia, profundamente deteriorada tras la invasión de Ucrania, continuará siendo un foco de inestabilidad. En este contexto, la UE deberá reforzar su política de vecindad y su capacidad defensiva a través de mecanismos como la PESCO (Cooperación Estructurada Permanente). <h5><strong>Reino Unido: ¿un socio renovado?</strong></h5> La llegada de un gobierno laborista liderado por Keir Starmer en el Reino Unido podría abrir una nueva etapa en las relaciones entre Londres y Bruselas. Aunque el retorno al mercado único o a la UE no está sobre la mesa, es probable que el nuevo ejecutivo británico busque reconstruir vínculos económicos y políticos más estrechos con el bloque. Sectores como el comercio, la cooperación en seguridad y la lucha contra el cambio climático podrían convertirse en áreas de entendimiento mutuo. Sin embargo, las heridas del Brexit aún están lejos de sanar. El Reino Unido seguirá enfrentando divisiones internas sobre su relación con Europa, especialmente en regiones como Escocia o Irlanda del Norte, donde persisten fuertes aspiraciones europeístas. Para la UE, será crucial equilibrar la reconstrucción de relaciones pragmáticas con el Reino Unido sin dar la impresión de recompensar su decisión de abandonar el bloque. <h5><strong>Conclusión: un 2025 de retos y oportunidades</strong></h5> El año 2025 se perfila como un periodo de redefinición para la Unión Europea. Con una Comisión en renovada, un Parlamento fragmentado y un contexto internacional marcado por la competencia geopolítica, la UE tendrá que navegar entre la necesidad de avanzar en su integración interna y las presiones externas que exigen respuestas rápidas y efectivas. Si bien las tensiones internas y la fragilidad de algunos de sus Estados miembros clave complican el panorama, el impulso reformista que surge de iniciativas como el informe Draghi o la perspectiva de ampliación ofrece una oportunidad única para revitalizar el proyecto europeo. La clave estará en la capacidad de las instituciones y los Estados miembros para superar divisiones y construir una agenda común que no solo responda a las crisis actuales, sino que también trace un camino sólido hacia el futuro.