Hasta el próximo 7 de septiembre, se puede visitar en las sala Guayasamín y Torres García de Casa América la exposición Alfredo Castañeda, pintor de poesías, que ofrece un recorrido por la obra del artista mexicano desde su sentido más poético. Entrada libre hasta completar aforo.
Alfredo Castañeda (Ciudad de México; 1930 – Madrid; 2010) fue un pintor, pensador y poeta conocido por su estilo surrealista y su capacidad para explorar temas metafísicos y místicos a través de su arte. Su obra se caracteriza por un uso magistral del color y la forma y por incorporar frecuentemente elementos oníricos y fantásticos.
En esta muestra, los cuadros de Castañeda se muestran acompañados de sus poemas, generando un diálogo entre su pintura y su poesía, las dos vocaciones del artista. Su pintura es poética en el sentido más amplio de la palabra: su belleza provoca en el espectador, como toda verdadera poesía, una respuesta inefable que ilumina con prístina claridad las zonas oscuras del alma.
Las obras que se exponen forman parte de la colección privada de su familia. Un legado que ya ha sido mostrado antes al público excepto por seis obras exclusivas traídas especialmente para esta muestra: Mensaje, Con los signos escapados, Consejo oriental, Instante preciso, El buen camino y El pequeño Rey.
También inédita es la instalación en la que pueden encontrarse poemas manuscritos de Castañeda acompañados de dos copas, una botella de vino y algunos bocetos, y que hace referencia a una anécdota de la vida del artista que relata así su nieta, Ibiza Castañeda:
“Leonora Carrington y mis abuelos Alfredo y Hortensia solían quedar para comer en la terraza que había en el jardín de su casa, ya fuera para comer, charlar, dibujar, beber vino y disfrutar del arte de todas las maneras posibles. Mi abuelo, al igual que algunas personas en México, solía escupir un chorrito de vino al suelo por los que ya no están. En una de estas ocasiones, jugando, pintando con lápices sobre papeles sucios e incluso servilletas, nació este poema. Como mi recuerdo era vago, quise saber los detalles de la historia y así me lo compartió mi abuela Hortensia, hace no mucho tiempo. Y así se la cuento yo a ustedes, como un recuerdo bonito, incluso gracioso de todas esas tardes de sobremesa y el arte que salía de ellas incluso sin buscarlo.”