La exposición Vida del Palacio de Cibeles se presenta a lo largo de las plantas 2 y 4 y en el Mirador del Espacio Cultural CentroCentro.
La muestra se apoya, por un lado, en el propio contenedor, que se convierte en la principal obra expuesta, y, por otro, en el material historiográfico que define su biografía: los documentos técnicos, las imágenes, las opiniones, los sucesos históricos de los que ha sido testigo…
Ante el colapso que desde mediados del siglo XIX sufrían las obsoletas oficinas de Correos y Telégrafos de la Puerta del Sol, el Estado español decidió construir una nueva sede central en la que agrupar los servicios postales y telegráficos que exigía una ciudad en pleno desarrollo y expansión.
Se eligió el solar ocupado por los Jardines del Buen Retiro en la plaza de Emilio Castelar (hoy de Cibeles), nuevo centro urbano accesible tanto para la población de un saturado casco histórico como para los habitantes de los nuevos ensanches. Convocado el concurso público en 1904, resultaron ganadores los dos jóvenes arquitectos Antonio Palacios y Joaquín Otamendi.
La nueva sede central de Correos y Telégrafos de Madrid asumió desde incluso antes de su inauguración en 1919 el destino de convertirse en polémico protagonista de la iconografía madrileña. Guste o no guste, la fachada del Palacio de Cibeles sigue siendo hoy en día la imagen más reconocible de la ciudad: la que la representa, si ello es posible, junto a la fuente que honra a su diosa y preside su plaza, en esa constelación de inequívocos iconos urbanos como la Torre Eiffel, el puente de Londres o el Coliseo romano.
Conocido como Correos por los madrileños, el Palacio de Cibeles mantuvo durante todo el siglo XX un papel crucial tanto en la vida política de la ciudad como en la personal de sus ciudadanos. Transformado desde hace más de una década en la sede institucional del Ayuntamiento de Madrid y en espacio cultural, sigue ofreciendo a la ciudadanía la esencia del carácter diverso de la ciudad: se funden en él lo castizo y lo cosmopolita, lo moderno y lo tradicional, lo señorial y lo popular para formar un conjunto polifacético, rotundo y enigmático, difícil de acotar o adjetivar.