Pedro González
Periodista
Cuando el presidente chino Xi Jinping decidió ausentarse de la cumbre del G-20 en Nueva Delhi y prefirió recibir en Pekín a Nicolás Maduro, el dictador que sojuzga a Venezuela, sabía lo que hacía. No quería aparecer capitidisminuido frente al anfitrión, el primer ministro indio, Narendra Modi, auténtico vencedor de un encuentro que estuvo a punto de naufragar y que se salvó gracias al virtuosismo diplomático plasmado en la declaración final.
En el documento arduamente negociado Ucrania ha visto rebajado el tono de condena a Rusia reflejado en la anterior cita celebrada en la isla indonesia de Bali. Y, por el contrario, Rusia se ha mostrado muy satisfecha de la recomendación final que, tras constatar el sufrimiento humano causado por la guerra, “reclama que todos los países deben abstenerse de amenazas o de hacer uso de la fuerza para buscar conquistas territoriales frente a la soberanía e independencia de todo Estado”. Todo, pues, muy abstracto, sin mencionar al presidente ruso, Vladímir Putin, ni a su invasión de Ucrania. Por mucho que cualquier europeo o norteamericano piense en ello al leer semejante párrafo, éste puede aplicarse también a cualquiera de los numerosos conflictos actualmente en curso a lo largo y ancho del planeta.
Salvado este escollo principal, Modi también ha certificado en la capital india la entrada de la Unión Africana en el grupo, con el mismo estatus de observador de la Unión Europea. Una asociación tanto más importante cuanto que viene a incorporar de hecho a los 1.500 millones de ciudadanos de los 55 países del continente.
En la jornada previa al comienzo oficial de la cumbre, el presidente norteamericano, Joe Biden, había reforzado los compromisos políticos y comerciales con Narendra Modi, y había soltado la gran iniciativa de lanzar una gigantesca red de ferrocarriles que unieran especialmente la región de Oriente Medio con Asia. Un proyecto alternativo al chino de la Nueva Ruta de la Seda que, de llevarse a cabo, arrebatará a Xi Jinping el monopolio de su gigantesco y exitoso proyecto de cooperación internacional. Obviamente, India sería origen, parada y destino de un multiplicado volumen de mercancías, capítulo comercial que potenciaría enormemente su poder e influencia.
Que Pekín ha escrutado minuciosamente estos acontecimientos se demuestra con que ha convocado para las próximas semanas una reunión multitudinaria con los países que de una u otra forma se han integrado en su proyecto One Belt, One Road, en principio para evaluar el desarrollo del mismo y sus posibilidades de transformación y potenciación. Y, de paso, contrarrestar el auge de su gran vecino asiático, erigido en un rival de creciente envergadura.
Todo ello ha sido la culminación de una serie de hitos que habían puesto a India en el primer plano mundial. El más importante de ellos, la instalación el pasado 23 de agosto de un laboratorio de observación en el polo sur de la Luna, en una carrera en la que Rusia había fracasado pocos días antes al no lograr que su propio ingenio se posase sobre el satélite terrestre y acabara estrellado contra su superficie. India rubricaría a principios de septiembre sus ambiciones espaciales con el lanzamiento de una sonda solar, irrumpiendo así en el aún muy restringido club de los países que aspiran a la conquista y colonización del espacio.
El líder indio también ha aprovechado la ocasión para reafirmar sutilmente su nacionalismo. Lo ha hecho mediante la utilización del nombre de su país en hindi, Bharat, nunca usado hasta ahora en eventos internacionales. Así ha aparecido tanto en los carteles identificativos del país en las mesas de reuniones como en las chapas y pegatinas de los funcionarios y coches oficiales. La mayoría de las comitivas asistentes a este G-20 han aprendido así que India es Bharat en hindi. Quizá sea solo un primer paso para el cambio de nombre definitivo de denominación del país más poblado de la Tierra, que pasaría después por atribuir connotaciones o vestigios coloniales al de India, lo que justificaría entonces la nueva denominación políticamente correcta.
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