<h6><strong>Ángel Collado</strong></h6> <h4><strong>Vox, la extrema derecha del Parlamento español, vuelve a servir a Pedro Sánchez otra oportunidad de promoción o relanzamiento personal al presentar una moción de censura inviable contra un presidente del Gobierno que a partir de hoy elegirá en qué fecha y circunstancia coloca la cita dentro de su precampaña electoral. </strong></h4> El espectáculo en el Congreso está servido.<strong> Santiago Abascal buscará su momento de gloria y protagonismo como alternativa a la alternativa, el Partido Popular</strong>, mientras que <strong>el jefe del Ejecutivo confirmará la solidez de la mayoría parlamentaria</strong> de su coalición al margen de las peleas internas en el gabinete. <strong>Nunca se había retorcido tanto en el Congreso la figura de la moción de censura</strong>, que en la Constitución se configura para asegurar un relevo ordenado en el Ejecutivo. Tiene un carácter tan positivo que consiste en proponer a la Cámara baja la investidura de un aspirante a la presidencia del Gobierno que ni siquiera tiene que ser diputado, pero que sube a la tribuna para exponer su programa. Para iniciar el trámite y que se celebre el debate con votación basta con la firma de 35 parlamentarios, un diez por ciento de los miembros de la misma Cámara. Vox tiene 52 diputados y es la <strong>segunda vez que Abascal pone en marcha una moción censura.</strong> A diferencia de la ocasión anterior, en octubre de 2020, en que fracasó y se quedó solo con sus diputados, esta vez ni siquiera se presenta él como candidato. Abascal <strong>delega en Ramón Tamames, con 89 años cumplidos y dirigente del Partido Comunista de España en los tiempos de la Transición.</strong> Poco margen de crítica tendrán los constitucionalistas al historial del veterano catedrático de economía. Tamames estuvo en los pactos de la vigente Constitución con el centro derecha (UCD) y el PSOE en 1978.<strong> La única idea que comparte Tamames con Vox es la urgencia de apartar a Sánchez del poder.</strong> Al borde del esperpento, el Congreso debatirá entre marzo y abril una moción de censura con un aspirante a presidente del Gobierno que no pretende llegar al cargo, sólo a dar su discurso; que es presentado por un partido ajeno o contrario a sus ideas y que no tiene más apoyo que el de un 15 por ciento de los diputados. La sesión parlamentaria se sustanciará en el <strong>protagonismo de secundario de Abascal</strong> cuando presente a Tamames y tenga su posterior turno de palabra para <strong>criticar al censurado y postularse como alternativa frente a “la derechita cobarde” o “socialdemócrata”</strong>, que es como denomina al Partido Popular encabezado por Alberto Núñez Feijóo. El papel principal de la moción quedará para <strong>Sánchez, encantado de enfrentarse a esa extrema derecha que dibuja como amenaza</strong> pese a su tendencia a la baja en todas las elecciones y encuestas de los últimos dos años. Por eso se vio obligado Abascal a presentar otra moción de censura, para recuperar presencia y terreno ante el avance de Feijóo llegada la doble cita electoral del año: autonómicas y locales el 28 de mayo y generales seis meses después. <strong>A Sánchez le resulta de lo más oportuno la cita parlamentaria</strong> para reforzar el mensaje de que el PP puede depender de Vox a la hora de formar mayorías de gobierno en varias comunidades autónomas y muchos ayuntamientos. Y después también en las generales para sumar más escaños que los de la coalición del PSOE y la extrema izquierda. En el Gobierno han acogido con <strong>evidente satisfacción la iniciativa de Abascal</strong>, anunciada el 9 de diciembre y no registrada en el Congreso hasta ahora, cuando la división en el Ejecutivo alcanza su máxima tensión por la ley del “sólo sí es sí”. Sánchez decidirá cuándo le conviene más ir a la Cámara para confirmar la solidez de su mayoría parlamentaria y la unidad de su Gobierno, aunque sólo sea a la hora para votar “no” al candidato presentado por Vox (Tamames) que sólo se representará a sí mismo. <strong>En el Partido Popular asumen que el verdadero objetivo de Abascal en la moción de censura es frenar el ascenso de Feijóo,</strong> sin papel en el debate porque no es diputado. Los populares solo aspiran a que el votante perciba que a Vox no le importa dar oxígeno a Sánchez con tal de asegurarse dos días de protagonismo. No han dudado en adelantar su abstención. Cuentan con el precedente del “no” de Pablo Casado a Abascal en 2020, el único momento en que el entonces jefe de la oposición fue alabado por el Gobierno y los medios más próximos, encantados con la bronca en la derecha. A Feijóo le exigen ahora que siga ese ejemplo, lo que ratifica al presidente del PP en su decisión de abstenerse para contribuir lo menos posible al esperpento.