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El club de la intoxicación informativa frente a la esencia de la democracia

Jesús A. Garcia-Rojas

Analista de Política Internacional

 

Estrenar un Año es colocarse frente a un inmenso telón blanco. Todo por descubrir. ¿Qué nos traerá este nuevo año? ¿Qué habrá allí, en la medida en que vayamos desbrozando las hojas del nuevo almanaque? ¿Será mejor? ¿Será peor?; Muchas otras cosas por escribir en su superficie, con nuestros pensamientos, decisiones y acciones; y la inevitable revisión del año que acaba de finalizar. Y qué año! … sin sumar mi voz a quienes lo califican como “el peor año”, no podemos negar que ha sido 2020 un año singular. En esos pensamientos ando mientras salgo de misa en la Basilica of the National Shrine of the Immaculate Conception (Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción) en Washington DC. Recordemos que en 1846 los Estados Unidos de America fueron consagrados al patronazgo de la Virgen María y, aunque en éste país hay muchas denominaciones, el cristianismo es evidentemente mayoritario. Los curas americanos, cuando se lo proponen, dan unos sermones extraordinarios y éste ha sido el caso de la misa de hoy. Luego, en la soledad, con mi ordenador, algunas reflexiones:

 

  • Asistimos, en general, a una época donde se valora mas la esperanza que la verdad. Aun sabiendo o sospechando que esa esperanza es postiza, sin fundamento o interesada. Quien proponga hacer un esfuerzo, trabajar o estudiar duro, se convierte en impopular y es rechazado. Quisiéramos tenerlo todo sin esfuerzo o con el menor esfuerzo posible. La sed del triunfo rápido y fácil es un señuelo propio de nuestros tiempos.

 

  • La intoxicación de información masiva, superficial y manipulada que corre por las redes sociales y se difunde exponencialmente, hace frágil y aliena nuestra sociedad. Muy acabadas mentiras ampliamente difundidas que muchas veces deseamos escuchar, y que por ello no sometemos al mínimo escrutinio ni análisis, ni siquiera del sentido común, y terminan teniendo un efecto de verdades, aunque nunca lo sean. Lo que podría ser un gran instrumento de difusión de conocimiento y masificación de la educación, está terminando siendo un campo de batalla ideológico donde las fake news actúan como proxys de poderes e intereses muchas veces inconfesables.

 

  • Nuestra sociedad en gran medida ha abandonado el culto y la lealtad a los principios y a los compromisos asumidos. A veces incluso al cumplimiento del marco jurídico. Si algo conviene, ese algo está por encima del argumentario anterior. Es la pretendida supremacía de los intereses del grupo. Es el debilitamiento de la coherencia en la actuación pública. Presenciamos cómo altas personalidades, algunas en su momento admiradas y convertidas en referencia de procesos políticos y sociales de gran importancia, se nos descubren hoy como los verdaderos pillos que siempre fueron. Carecieron de grandeza, sentido de la historia y abandonaron su compromiso con los ciudadanos y con la Ley.

 

  • La debilidad de unos, la deslealtad de otros y las mentiras de muchos, tienen beneficiarios. Son los regímenes alejados de la democracia y de la justicia, donde se les niega a sus ciudadanos el acceso a las mas palmarias manifestaciones de libertad. Esos regímenes represivos, autoritarios y criminales, en éste tiempo están siendo exitosos en su  supervivencia. Han formado un “club”, se han fortalecido, alineando sus cancillerías y priorizando sus intereses y expansión. Han mutado en una nueva realidad que se caracteriza por Estados miembros de diferentes organismos multilaterales, pero que también actúan al margen de ellos o que desde dentro, los contaminan y distorsionan. Verbigracia de ello, algunos miembros del Consejo de Derechos Humanos de la ONU son harto señalados por violar sistemáticamente esos mismos DDHH.  Estados que se asocian por vía de hecho con organizaciones delictivas, desde el terrorismo hasta el tráfico de drogas, armas o trata de personas. Estados que en su territorio dan cobijo, protección, cobertura política y apoyo logístico a estas organizaciones. Estados cuyos líderes carecen de escrúpulos y cuyas organizaciones o partidos que les sirven de parapeto, saben simular el ejercicio de la “democracia participativa y ciudadana”… incluso hacen elecciones que nunca pierden aunque cualquier estudio de opinión les otorgue mas de 85% de rechazo. Éstos Estados, actores dinámicos en la geopolítica, han perfeccionado un sistema de control absoluto sobre sus ciudadanos y mueven  sus tentáculos para expandirse y multiplicarse fuera de sus fronteras, sin ningún remilgo ni delicadeza. Tan selecto club ha ido ampliando el numero de sus miembros. Finalmente, son regímenes altamente eficientes para sostenerse en el poder, optimizan los escasos recursos con que cuentan y no tienen misericordia a la hora de reprimir, encarcelar, torturar y asesinar a cualquier opositor interno que represente un riesgo en el control del poder político. Pero también son altamente eficaces en el logro de sus objetivos geopolíticos. Resulta obvio, sus gobiernos y sus procedimientos no están sujetos al debate político ni a eleciones libres. No hay riesgo de que pierdan pues designan al árbitro electoral, compran las máquinas, contratan el software y cuentan los votos. No están sujetos al control legislativo, pues eliminan los congreso o compran tránsfugas. No respetan un marco constitucional y legal, pues designan jueces y magistrados. Esos regímenes se apoyan entre ellos con una solidaridad automática, así para evadir sanciones como para protegerse frente a la justicia internacional. Se han ido convirtiendo en una franquicia política que se va instalando de país en país.

 

  • En contraste, no debemos alarmarnos por la forma en que en Estados Unidos se enriquece el debate frente a las ultimas elecciones presidenciales. La polémica y la contradicción son parte legítima del sistema democrático, aunque algunos actores olviden que la esencia de la democracia radica en aceptar la posibilidad de perder. Lo que sí es alarmante es la evidente presencia de intereses exógenos, especialmente miembros de ese “club” señalado arriba que se esfuerzan por híper polarizar la sociedad americana, que buscan debilitar la confianza de los americanos en su democracia y su fe en el sistema de justicia. Desde afuera se alienta la siembra del odio de unos contra otros, republicanos contra demócratas, blancos contra negros o ricos contra pobres. Aunque dejamos en el tintero el virus, el sorpasso económico y la red de espionaje china en America, todo apunta a que se trata de debilitar para luego destruir. Son esos Estados parias del “club” de marras los que promueven la idea que en EEUU ha triunfado el socialismo y que Trump representa la única y ultima tabla de salvación, así alimentan el enfrentamiento interno. Y así ganan “ellos”.

 

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Alberto Rubio

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