En el año 27 a.C., el emperador Augusto nombró a Corduba (Córdoba) capital de la Bética, importante provincia romana en Hispania. En los años siguientes, la ciudad vivió una época de esplendor y llegó a convertirse en una de las ciudades más importantes del Imperio Romano y de Europa.
Al poco de la invasión bereber en la península Ibérica, el joven Abderramán I, huyó de Damasco y fundó el primer emirato omeya de Córdoba en el año 756. De esta manera, Córdoba se convirtió en la capital de al-Ándalus. Reconquistada por los cristianos, en el siglo XV los Reyes Católicos se instalaron en esta ciudad para dirigir desde allí la reconquista de Granada y la Córdoba recuperó parte de su esplendor.
La cristianización total de Córdoba llegó en 1492, cuando los Reyes Católicos expulsaron a judíos y musulmanes de la Península Ibérica. Como consecuencia, en 1523, Carlos I autorizó construir una catedral en el interior de la Mezquita. En los años siguientes también se edificaron las Caballerizas Reales, la Puerta del Puente y la Plaza de la Corredera. Córdoba tuvo un papel protagonista en 1808, cuando las tropas del general Castaños vencieron al ejército francés en la Batalla de Bailén, que supuso la primera derrota de Napoleón y el inicio de su declive.