Cuando los diplomáticos se convierten en escritores

La diplomacia “tiene una contracara más pacífica y amable: la literatura.

 

Eduardo González. 14/08/2017

 

“A los alumnos de las Escuelas y Academias Diplomáticas del mundo se les suele enseñar que la Diplomacia y el Ejército son dos caras de una misma moneda”, escribió recientemente el reputado (aunque joven) escritor y diplomático peruano Alejandro Neyra. No obstante, “siendo los diplomáticos especialistas en el uso del lenguaje”, la diplomacia “tiene una contracara más pacífica y amable, aunque no necesariamente menos discreta: la literatura”.

 

El diplomático “escribe como persona, porque es persona”, pero también “escribe para el Estado, es sus ojos, sus oídos, su intuición en otro Estado, lo representa y negocia en su nombre”, explicó a The Diplomat el actual embajador de España en Andorra, Manuel Montobbio, autor de los poemarios Mundo. Una geografía poética y Guía poética de Albania y de numerosos ensayos, como el muy reciente Ideas Chinas. El ascenso global de China y la Teoría de las Relaciones Internacionales.

 

Diplomacia y literatura conviven muy bien. De hecho, la literatura ha sido para mí una herramienta sin igual para conocer las sociedades y los países en los que he estado destinado”, declaró a The Diplomat el director general para Europa del Ministerio de Asuntos Exteriores, Juan López-Herrera.

 

“Por el contrario, diplomacia y escritura conviven mal”, matizo. “Sólo he conseguido escribir dos novelas (La cream coneshion y La ínsula inefable, publicada este mismo año) y una narración corta (Breve relación del verdadero encuentro de dos mundos) en casi treinta años de carrera y puedo asegurar que no es por falta de ideas ni de ganas”.

 

“Todos los puestos que he hecho han sido apasionantes, cada uno a su manera, pero también han sido muy absorbentes», prosiguió. «En puestos así, uno acaba a menudo dedicando el tiempo libre a recorrer el país de destino, a conocer a su gente, a empaparse de su historia y de su literatura y a sumergirse en la vida de todos sus sectores, lo que al final deja muy poco tiempo para otras cosas. Sé que resulta difícil de creer, pero de la misma forma que los ricos también lloran los diplomáticos también trabajan», añadió.

 

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Manuel Montobbio: “El diplomático escribe como persona, pero también escribe para el Estado”

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En todo caso, precisó Lopez-Herrera, aunque “la diplomacia sólo me ha servido de inspiración directa para la segunda novela”, la experiencia en el extranjero como diplomático “sí ha influido en el punto de vista de mis narraciones, aunque pueda no haber servido de inspiración directa”.

 

La ínsula inefable se nutre de experiencias vividas en varios de los países donde he estado destinado (Perú, Cuba, Brasil o la propia España), aunque la trama central sí se inspira -muy libre y disparatadamente- en una historia que comenzó mientras vivía en La Habana y que tuvo su desenlace algún tiempo después de dejar yo la isla. Pero me temo que no puedo dar más pistas porque desvelo el misterio”, agregó el director general para la UE.

 

López-Herrera y Montobbio forman parte del dilatado grupo de diplomáticos que, históricamente, han alternado su profesión con la disciplina y al que también pertenecieron o pertenecen nombres ilustres como Juan Valera, Ángel Ganivet, Agustín de Foxá, Fernando Morán, Fernando Schwartz, Eduardo Garrigues, José María Ridao, Pilar Tena, Luis Melgar, Francisco J. Carrillo o los numerosos autores englobados en La Valija Diplomática, un proyecto cultural impulsado por la Asociación de Diplomáticos Españoles (ADE).

 

Es también el caso del veterano diplomático y novelista Carles Casajuana, para quien, aunque hay «grandes ejemplos de vinculación histórica», diplomacia y literatura son “dos cosas distintas”. “Un escritor escribe sobre lo que le que le interesa y un diplomático vive situaciones muy distintas y circunstancias muy cambiantes”, explicó a The Diplomat. No obstante, “esas grandes satisfacciones, que proporcionan gran plenitud, pueden ir en contra de la actividad literaria, ya que, pudiendo vivir esa vida, ¿por qué escribirla?”.

 

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López-Herrera: “La diplomacia convive muy bien con la literatura, pero deja poco tiempo libre para escribir”

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En su extensa obra, precisó Casajuana, sólo hay dos novelas claramente relacionadas con su actividad diplomática, Kuala Lumpur, en la que hace “un retrato” de la Malasia que conoció en sus años de embajador (1996-2001), y Diumenge de Temptació (Domingo de Tentación), en la que representa “estampas de la Bolivia que conocí en los años ochenta”.

 

En septiembre saldrá a la luz su decimoprimera novela, dedicada, precisamente, a un episodio de la vida (el regreso del exilio) del “diplomático español con mayor proyección literaria”, Josep Carner, “un escritor muy poco conocido fuera de Cataluña, un poeta de nivel parecido a Juan Ramón o Lorca y diplomático desde 1921 a 1938, cuando fue depurado por mantenerse leal a la República”.

 

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Casajuana sacará en septiembre una novela sobre el poeta y diplomático Josep Carner, depurado por Franco

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“La escritura procede de la necesidad de expresarme, dibujo muy mal y no sé componer música y la mejor manera de expresarme es escribir”, explicó a The Diplomat Anunciada Fernández de Córdova, diplomática desde 1983, ex directora general de Organismos Multilaterales Iberoamericanos y ex directora de medios de la OID (entre otros muchos cargos, no todos de carácter diplomático), además de autora de varios libros de poesía y novela.

 

“La diplomacia genera muchas anécdotas, muchas cosas que contar. Escribimos informes sobre lo que sucede en los países donde estamos acreditados y muchos compañeros escriben libros que reflejan la vida diplomática, pero mis libros no son nada diplomáticos”, advirtió Fernández de Córdova.

 

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Fernández de Córdova: “La diplomacia genera muchas anécdotas, pero mis libros no son nada diplomáticos”

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Una excepción, aunque más bien indirecta, es El vuelo de los días (2010, primer Premio Rara Avis de Ensayo), una mezcla de libro de viajes y de libro de memorias escrito en la época en que fue embajadora en misión especial para las Cumbres Iberoamericanas y Asuntos Multilaterales de Iberoamérica, en 2006. “Tuve que cruzar el charco para ir a todos los lados”, recordó Fernández de Córdova. “El avión es una cápsula sin tiempo ni espacio, y yo escribía para encontrar mi tiempo y mi espacio”, añadió.

 

Helena Cosano, hija de embajador (nació en Nueva Delhi y residió y se formó en ciudades como Moscú, Viena y París) y actual jefa de estudios de la Escuela Diplomática, empezó a escribir, según sus propias palabras, “muy pequeñita, con siete años”. “Nunca he dejado de escribir, hice mi primera novela con once años”.

 

Autora de Cándida diplomática, El viento de Viena, Almas brujas y la muy reciente Teresa, la mujer, y con más de 2.000 seguidores en Twitter, Helena Cosano reconoce que tanto la literatura como la diplomacia son “muy absorbentes”, pero “perfectamente complementarias”.

 

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Helena Cossano: “Literatura y diplomacia son muy absorbentes, pero perfectamente complementarias”

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“La una enriquece a la otra, pero la una no interfiere en la otra”, explicó. “La literatura es un escape y una forma de entender la existencia, y aunque hay muchas experiencias en la vida que necesitan ser interpretadas, mi última novela, sobre Teresa de Jesús, no tiene ninguna relación con la diplomacia”, prosiguió.

 

Una ligera excepción es su novela Cándida Diplomática, en la que traslada el Cándido de Voltaire (el celebérrimo personaje que “cree vivir en el mejor mundo posible”) al siglo XXI para contar la historia de “una chica diplomática muy cándida a la que le pasan todo tipo de sinsabores” en su primer destino en el extranjero, concretamente en el imaginario país de Japutistán, cuya embajada está en manos de un verdadero paranoico.

 

 

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