Los participantes en el coloquio, durante el homenaje a Puskás./ Foto: Embajada de Hungría
Alberto Rubio. 16/11/2016
Se dice que fue Di Stefano quien le puso el apodo de “Pancho”, por lo de Ferenc (su nombre, Francisco en húngaro) y por “gordito”. Sea como fuere, aquel Puskás que fichó por el Real Madrid en 1958 con demasiados años y demasiados kilos, acabó ganándose a los aficionados y al país que lo acogió cuando en Hungría sólo le esperaba la represalia del régimen comunista.
Diez años después de su fallecimiento, y coincidiendo con el 60º aniversario de la Revolución Húngara, la figura de Ferenc Puskás fue objeto este lunes de un emotivo homenaje en el estadio donde acabó de remachar su leyenda.
Organizado por la Embajada de Hungría y el Real Madrid, al acto asistieron sus antiguos compañeros Francisco Gento, Amancio Amaro, José Emilio Santamaría y Enrique Pérez “Pachín”, además de su amigo y también futbolista, José Tóth-Zele, y su biógrafo, György Szöllösi.
El vicepresidente del Parlamento húngaro, Gergely Gulyás, recordó los difíciles años que pasó Puskás –sancionado por su propia federación- hasta que el Real Madrid le contrató, dos años después de jugar un partido benéfico con su equipo, el Honvéd de Budapest, en la capital de España. Gulyás también recordó que España fue entonces, con Holanda y Suiza, uno de los tres países que boicotearon los Juegos Olímpicos de Melbourne en protesta por la represión soviética de la Revolución Húngara.
Además de la proyección de un documental sobre la trayectoria de Puskás, los invitados asistieron a un coloquio, moderado por el periodista Julio César Iglesias, en el que sus compañeros en aquel legendario Real Madrid recordaron anécdotas y glosaron la figura del que es considerado el mejor interior izquierdo de todos los tiempos, también conocido como “Cañoncito pum”, Pancho Puskás.