Texto y foto: Antonio Colmenar
La playa gaditana de Bolonia, situada al norte de Tarifa, está considerada como una de las más bellas de la geografía española. Apenas hay medio centenar de viviendas de pequeño tamaño a su alrededor y su encanto radica en dos detalles turísticos que la hacen única en el Mediterráneo: la duna de arena del desierto del Sáhara, que avanza lentamente por un pinar, y las ruinas romanas de Baelo Claudia, muy bien conservadas.
Esta villa ya existía en la época de los fenicios y los romanos aprovecharon el asentamiento para instalar factorías de productos del mar y establecer una pequeña colonia que fue creciendo progresivamente en el siglo II antes de Cristo. Era un puerto base ideal para conectar con la vecina Tingis (la actual Tánger marroquí que se ve en los días más claros) y además tenía una importante producción de salazones, pesca y la famosa salsa ‘garum’, muy apreciada en Roma.
Poco a poco, el constante avance de los piratas mauritanos, la crisis de producción y algunas catástrofes naturales, como un fuerte terremoto en el siglo III, terminaron con esta ciudad cuya grandeza hoy solo podemos atisbar. No lejos del foro y el teatro se encuentra la duna de arena de más de 30 metros de altura, con una anchura de medio kilómetro y que se prolonga a lo largo de 200 metros.
El final de la duna es más o menos estable, eso sí en continua lucha entre los pinos por crecer y la arena por avanzar, pero dicho avance ha llegado prácticamente a su fin, ya que la altura de la duna sobrepasa la de los árboles y el fuerte viento lleva la arena sobrante lejos del lugar.