Ramón Lavín
Periodista, Analista de Funciva
A medida que avanzan las negociaciones y va pasando el tiempo de contacto entre las delegaciones americana y europea para la conclusión del Tratado de Libre Cambio Transatlántico, TTIP por sus siglas en inglés (Transatlantic Trade Investment Partenership) disminuyen las expectativas referentes a este tratado.
El resultado final que preveía la creación de una gran zona de libre cambio o gran mercado transatlántico, antes de finales de 2015, se espera ya mucho menos ambicioso de lo que en un principio se pensaba. Se esperaba una zona de libre cambio cubriendo el 45,5 % del PIB mundial y sus defensores incluían en sus previsiones un crecimiento económico importante para las dos partes, mientras que sus detractores no cesan de asegurar que solo servirá para dar más poder a las grandes multinacionales frente a sus propios Estados, a la vez que obstaculizará la regulación del comercio mundial.
Los dos continentes, hasta ahora los líderes comerciales del mundo, estaban acostumbrados a “imponer” sus posiciones en todas las negociaciones que han vivido hasta ahora. Cada uno por su lado era el gallito de corral, frente a sus adversarios. Ahora las dos partes se enfrentan una a otra y no saben qué hacer, no saben cómo negociar con un socio que no se arredra ante sus exigencias.
Para complicar mucho más las cosas en estos compases negociadores, en las últimas semanas se han filtrado muchos documentos de las negociaciones, entre ellos algunos con las posiciones bastante detalladas de los Estados miembros, lo que ha molestado a muchos países.
La Comisión Europea, jefe negociador europeo, a quien los tratados confieren la competencia exclusiva de las negociaciones comerciales, siempre bajo el mandato que le han dado los Estados miembros, se lamenta de esta anómala situación pero rechaza cualquier responsabilidad de los hechos. La filtración parece llegar desde Alemania, esto es evidente por algunas siglas que aparecen en los documentos, pero todavía no se sabe si es una filtración interesada para condicionar las negociaciones o si los responsables de esta operación han tenido acceso a esos documentos reservados en el sistema informático alemán. En este caso cunde la alarma, pues esas mismas personas podrían tener acceso a toda la posición negociadora europea. Esto solo se sabrá dentro de algunas semanas.
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Disminuyen las expectativas entre europeos y estadounidenses sobre los logros a alcanzar
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Los objetivos más importantes de esta negociación se habían fijado en la reducción de los derechos aduaneros en algunos sectores en los que todavía existen importantes aranceles, como la agroalimentación, el textil, la confección y el calzado, los vehículos de transporte terrestre, etc. También se prevé una armonización importante en la normalización, gracias a un reconocimiento mutuo de las reglas en vigor, así como la apertura de los mercados públicos.
Uno de los elementos que crea mayor enfrentamiento en las opiniones públicas de los dos lados del Atlántico es la creación de un mecanismo de resolución de diferencias entre los inversores y los Estados. Deberá ser un mecanismo eficaz, moderno, transparente e independiente en caso de arbitrio entre las partes.
Las mayores críticas a este acuerdo surgen por ahora de la falta de transparencia en el proceso negociador. Las asociaciones de consumidores y las ONG critican que no tienen acceso a la documentación de la negociación, a lo que los negociadores responden que sin una cierta reserva será imposible llevar adelante la negociación o al menos tratar de conseguir las mejores concesiones por cada lado negociador.
La oposición europea teme sobre todo la armonización de las normas de todo tipo a la baja, sobre todo en referencia a las sanitarias – relativas a la alimentación, la sanidad pública-, medioambientales –sobre el control de las emanaciones de carbono-, sociales – disminución de la protección personal-, y en relación con el comercio y los mercados públicos.
Además, este acuerdo impedirá a la larga reforzar este tipo de normas, que podría exigir en un momento la sociedad civil o la aparición de nuevos desafíos. Algunos sectores americanos piden por ejemplo la supresión de toda referencia a los Organismos Genéticamente Modificados (OGM), elemento casi vital por el lado europeo, que no admite casi la utilización de los OGM. Otros sectores americanos pretenden la supresión de toda trazabilidad en las menciones de los productos agro-alimenticios, otro “casus belli” para los europeos.
Finalmente el principio de la extra-territorialidad, que permite a un Estado imponer sus propias leyes a un país extranjero constituye otro obstáculo muy importante para la conclusión de estas negociaciones. Las empresas americanas desean la aplicación de este principio para no tener que estar sometidas a la legislación europea sobre todo en lo relativo a las leyes fiscales.