Aguirre con Rajoy, en una imagen de archivo./ Foto: JFL/La Razón.
Cristina de la Hoz. Madrid
La vuelta a la primera línea política de la dirigente popular Esperanza Aguirre como candidata a la alcaldía de Madrid genera dudas sobre la “cohabitación” con el jefe del Ejecutivo, que ha recurrido a su principal crítica para intentar salvar el gobierno de la capital de España.
Se impuso el pragmatismo por encima de las discrepancias y Mariano Rajoy dirigió su “dedo divino” hacia la que ha sido su mayor detractora: la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. Rajoy decidió orillar el historial de enfrentamientos a cambio de intentar obtener los mejores resultados en las elecciones al ayuntamiento de la capital de España, partiendo de la base de que ningún sondeo da a los populares la mayoría absoluta que han revalidado desde 1991.
La otra gran opción para Madrid era la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, pero Rajoy la necesita tanto en Moncloa que “cederla” era un coste que superaba cualquier tipo de beneficio. Tanto en Moncloa como en la planta séptima de Génova son conscientes de que se trata de una apuesta de riesgo dado que Aguirre es un “verso suelto” que ha hecho del choque contra Rajoy uno de los puntales de su actuación política.
Aguirre defendió sin ambages la salida de Rajoy tras su segunda derrota electoral, en 2008, pero no se atrevió a dar el paso de presentar una candidatura alternativa a la presidencia del PP a sabiendas que federaciones de muchísimo peso, como Andalucía o Valencia, no la iban a apoyar. Sus críticas provocaron un cierre de filas en torno a la figura del gallego y esas heridas no se han cerrado nunca.
[hr style=»single»]
El presidente del Gobierno recurre a su principal crítica para intentar salvar la capital de España
[hr style=»single»]
A las 48 horas de su designación como candidata protagonizó el primer enfrentamiento con la dirección nacional, que pasó de querer descabalgarla por la vía de urgencia del liderazgo del PP regional a admitir que sólo dejará dicho cargo si es elegida alcaldesa. Desde entonces no ha hecho más que distanciarse. Ya ha anunciado que no ocupará despacho del Palacio de Correos, donde Alberto Ruiz-Gallardón trasladó la sede del Ayuntamiento, por considerarlo un edificio “megalómano” y costoso de mantener y acudió este fin de semana a la manifestación en contra de la Ley del Aborto, cuya reforma frenó Rajoy. Dos ejemplos de cómo va a intentar marcar perfil para agradar a una parte del electorado popular instalado en la abstención y en el descontento.
A fin de cuentas, Aguirre sabe que si Rajoy la ha elegido “es porque tiene la capacidad de movilizar al macizo de la raza”, al votante más tradicional, más conservador del PP, según señalan fuentes del partido. Por eso el perfil de la persona con la que forma ticket electoral, la actual delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, es el de una persona moderada, progresista en cuestiones como el aborto o el matrimonio homosexual, por mucho que Aguirre se empeñe en aparecer como una “liberal” confrontada a una correligionaria que militó en las filas de Alianza Popular.
[hr style=»single»]
La elaboración de las listas pondrá a prueba la solidez de los cimientos de Génova
[hr style=»single»]
La elaboración de listas pondrá a prueba la solidez de los cimientos de Génova donde se prevé que haya movimientos sísmicos. La dirección nacional intentará meter a algunos de los suyos para que el ayuntamiento no se convierta en una irreductible aldea gala que refuerce aún más el sector crítico que constituye el “aguirrismo”. Pero, sin duda, la batalla más intensa será la que se desate en primavera del año que viene por el control del PP de Madrid. En esas fechas se celebrará el congreso regional del partido y Génova lleva años soñando con tomar los mandos de la nave. Se supone que Aguirre se ha comprometido a dejar el liderazgo, pero sólo si es elegida alcaldesa. Incluso en caso de que cumpla finalmente este acuerdo, la dirigente popular intentará por todos los medios poner al frente a alguien de su confianza y esa no es Cifuentes.
De fondo está la batalla por influir en la sustitución de Rajoy, que si gana las próximas elecciones generales sólo estará otros cuatro años más y, si pierde, deberá ir sentando las bases para un proceso de renovación en el partido y ahí, Aguirre, quiere tener voz y voto. Mucha voz y mucho voto.