The Diplomat in Spain

Mariano Rajoy./ Foto: ARR/La Razón.

Cristina de la Hoz. Madrid

Giro social, corrupción y Cataluña marcan la agenda en la recta final de legislatura. En el Gobierno confían en que España puede crecer al 3 por ciento para 2015 y presentarse a las generales en mejores condiciones.

Mariano Rajoy se enfrenta a la recta final de legislatura con las encuestas en contra por mor de una parte de su electorado instalado en la abstención. Tiene apenas diez meses para intentar movilizarlos y vender una veteranía y una  experiencia de la que van a carecer sus adversarios políticos, todos ellos, candidatos nuevos a la presidencia del Gobierno. “Ha llegado la hora de hacer política”, dicen personas de su entorno “después de tres años de gestionar una de las peores crisis por la que ha pasado España”.

Siendo importante el discurso de la recuperación económica, Rajoy ha dado un “giro social” a sus mensajes y políticas. El reciente pacto con los agentes sociales por el cual cerca de 450.000 parados de larga duración se van a beneficiar de una ayuda de 446 euros, es un ejemplo claro. Así, la foto con los secretarios generales de UGT y CC.OO, Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo, respectivamente, pudo más  que la tradicional imagen navideña con las tropas destacadas en Afganistán.

Sin embargo, se ha cruzado en su camino el tsunami de la corrupción. El asunto se ha metido en la agenda política con una virulencia tal que hasta provocó la dimisión de Ana Mato y, como daño colateral, el abandono del que fuera Fiscal General del Estado Eduardo Torres-Dulce. Además, los casos Gürtel y los papeles de Bárcenas amenazan con cruzarse en el calendario electoral, aún en el caso de que el juez Ruz no continuara con la instrucción. La credibilidad de los partidos depende de la respuesta que se dé a un sistema que parece minado por la corrupción.

La tercera cuestión está residenciada en Cataluña. Moncloa atiende a los movimientos de Artur Mas y Oriol Junqueras mientras el Gobierno intenta hacer pedagogía, quizá con mucho retraso. En todo caso, la estrategia monclovita choca con la incertidumbre que reina en la política catalana. Sigue pendiente la decisión del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) sobre la admisión a trámite de la demanda que la Fiscalía presentó contra Mas por varios delitos, entre ellos el de desobediencia, al organizar la consulta del 9-N. De lo que decida el TSJC dependen en buena medida los futuros pasos a dar por el gobierno de la Nación sin olvidar que el presidente de la Generalitat puede convocar elecciones para primavera.

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Giro social, corrupción y Cataluña marcan la agenda de la recta final de legislatura

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El pasado martes, durante la tradicional copa de Navidad del Gobierno con la prensa, Rajoy admitió que éstas son las tres grandes cuestiones que administrar en la recta final de legislatura con la esperanza puesta en que el crecimiento de la economía para 2015 se acerque al 3 por ciento, aupada en muy buena medida por el descenso del precio del petróleo. El ministro de Economía, Luis de Guindos, se muestra bastante optimista al respecto.

A la agenda gubernamental se unen dos citas electorales fijas: las locales y autonómicas y las generales de fin de año. Las de mayo servirán de primera vuelta de las legislativas. Penden de un hilo las mayorías absolutas de Madrid y Valencia, para las que todavía no hay candidatos. El líder del PP pondrá al frente de esas listas “a quien gane”, dijo como toda explicación al ser preguntado sobre ello, descartando, eso sí, que la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, encabece la candidatura municipal.

Sin embargo, aunque Rajoy niega el riesgo de debacle en mayo y, por lo tanto, cree que llegará con fuerzas sobradas a sus propios comicios, Gobierno y PP han advertido, al fin, sus carencias. Pisar la calle, aparecer en los medios de comunicación y no dejarse comer el terreno en las redes sociales es la nueva consigna a seguir. La elección de José Luis Ayllón como portavoz adjunto del Gobierno y de Rafa Hernando para el Grupo Parlamentario responde a esa estrategia. El sociólogo Pedro Arriola le ha dicho que con el 35 por ciento de los votos puede “rozar” la mayoría absoluta ante la fragmentación del espacio de la izquierda. Para ello, tienen que movilizar a dos millones y medio de sus electores que permanecen en su casa desencantados pero que, al menos, no se han dejado sedukcir por otra fuerza política.