The Diplomat in Spain

Maduro y Castro no han asistido aún a una cumbre. Ortega fue por última vez en 2008.

Alberto Rubio. Madrid.

¿Hasta qué punto puede medirse el éxito de una cumbre por la asistencia o la ausencia de un número determinado de jefes de Estado? ¿O por la presencia o no de un determinado mandatario? Esa pregunta siempre ha sobrevolado las Cumbres Iberoamericanas que se han celebrado desde 1991. Y también ante la próxima cita de Veracruz.

La secretaria general iberoamericana, Rebeca Grynspan, tuvo que emplearse a fondo la semana pasada ante las preguntas de los periodistas sobre las asistencias confirmadas al cónclave de Veracruz, que será el último que se celebre con carácter anual y el primero al que asistirá el Rey Felipe VI.

“No es tan importante si van unos u otros, sino el compromiso de todos los gobiernos” con la Comunidad Iberoamericana. Aún así, hay serias dudas sobre si asistirán Cristina Kirchner o Nicolás Maduro, por poner dos casos clásicos, y se da por seguro que ni Raúl Castro ni Daniel Ortega irán a la ciudad mexicana. ¿Sería un fracaso? Según Grynspan, no: “Creo en una alta participación, no sólo en presencia sino en sustancia”.

Es cierto que prácticamente ningún país iberoamericano ha dejado de estar representado en las cumbres a lo largo de estos 23 años. Pero en este tipo de reuniones, donde se llega con el trabajo prácticamente hecho, la presencia del jefe de Estado de turno es un gesto político de gran importancia. No obstante, en estos 23 años se han producido avances como, por poner un ejemplo, el Convenio Iberoamericano de Seguridad Social. «Lo cierto es que probablemente no hemos sabido comunicar estas cosas a la opinión pública», reconoce Grynspan.

Lo que está claro, añade, es que “ningún país quiere dinamitar el espacio iberoamericano”. Pero, para relanzar el sistema de cumbres, la de Veracruz debe ser la del cambio. Empezando por responder al deseo de muchos presidentes: “todos esperan una relación más horizontal entre Latinoamérica y la Península Ibérica”.

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«No hay que centrarse en las ausencias, sino en el compromiso de cada país», afirma Grynspan

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El historial de ausencias a las cumbres anuales iberoamericanas es largo. Resumiendo mucho, algunos datos ilustran este extremo. Raúl Castro nunca ha salido de la isla para asistir a estas reuniones. Su hermano, Fidel, asistió por última vez a la de Panamá, en 2000. El presidente venezolano, Hugo Chávez, dejó de participar en el cónclave en 2007, tras el altercado con Don Juan Carlos en Santiago de Chile. Y Daniel Ortega, el presidente de Nicaragua, hizo su último acto de presencia en 2008, en San Salvador. Cristina Fernández dejó de asistir tras presidir la organizada en Mar del Plata en 2010.

La sangría de ausencias se agravó en 2011 en Asunción, donde faltaron 12 presidentes, y se confirmó en Panamá, donde también faltaron 12 mandatarios, incluido el Rey Juan Carlos por enfermedad. Sólo la Cumbre de Cádiz, en 2012, fue un paréntesis en cuanto a deserciones: sólo estuvieron ausentes 6 presidentes latinoamericanos: Argentina, Cuba, Guatemala, Nicaragua, Uruguay y Venezuela.

¿Con estos mimbres se pueden hacer buenos cestos? La nueva secretaria general cree que no hay que centrar todo en las ausencias, sino en el compromiso que asume cada país. Y en ésta, su primera cumbre, tendrá que convencer a todos de que el sistema puesto en marcha en 1991 sigue siendo beneficioso para todos. Ya no sólo es España la que va a Latinoamérica. Ahora son las «multilatinas» las que están a interesadas en Europa.