Luis Ayllón
Editor de The Diplomat in Spain
El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, ha comenzado una visita a La Habana en la que se va a escenificar el cambio en la actitud del Partido Popular hacia la Cuba de los Hermanos Castro. Tras años en la oposición en los que fustigó la política del PSOE en sus relaciones con las autoridades cubanas, el Gobierno de Mariano Rajoy ha optado por el pragmatismo y lleva tiempo dando signos de querer buscar una vía intermedia entre las duras posiciones de la época de José María Aznar y la excesiva cercanía de los tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero.
¿Qué ha ocurrido para que se haya producido ese cambio? Varias cosas, que van desde los movimientos en el seno de la Unión Europea y en Estados Unidos hasta las reformas económicas y política emprendidas por Raúl Castro que, aunque tímidas –especialmente las segundas-, han modificado algo la situación en la isla.
Por un lado, la evidencia de que en Europa cada vez resultaba más difícil seguir manteniendo la Posición Común adoptada en 1996, que exigía claras reformas democráticas al régimen cubano para cualquier tipo de diálogo. Ministros o altos cargos de Exteriores de países como Francia, Reino Unido, Holanda o Portugal han viajado a Cuba en los últimos meses para reunirse con las autoridades de La Habana.
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España quiere defender sus intereses económicos en un momento de reformas en la isla
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El Gobierno español se convenció de que, como en otras ocasiones, cada socio de la UE estaba dispuesto a hacer la guerra por su cuenta y de que si España no se hacía presente en Cuba, terminaría por perder sus capacidades de interlocución política y podría ver perjudicados sus intereses económicos. El país caribeño ha comenzado a hacer algunas reformas que pueden ser aprovechadas por los empresarios españoles. De hecho, son estos los que en mayor número han presentado proyectos para actuar en la zona especial de Desarrollo del Mariel, en la que se ofrecen condiciones más favorables para los inversores extranjeros.
De ahí, que España dejara de poner obstáculos en Bruselas a que comenzaran las negociaciones para tratar de alcanzar un acuerdo de Diálogo Político y Cooperación con Cuba. Las autoridades castristas lo han agradecido, entre otras cosas, votando a favor de la candidatura española al Consejo de Seguridad de la ONU.
Por otro lado, se percibe también que en los Estados Unidos de Barack Obama, parece haber vientos favorables a rebajar la tensión con Cuba, que podrían llegar, incluso, al levantamiento del embargo a la isla. Un levantamiento que, por cierto, España con Gobiernos de uno u otro signo siempre ha pedido. Pronto se celebrará, además, la Cumbre de la Américas a las que Cuba, que parece querer un papel más activo en los foros internacionales, va a asistir por vez primera coincidiendo en ella con Estados Unidos.
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El ministro no ve necesario hablar con los disidentes en La Habana, si los recibe en Madrid
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Junto a esto, García-Margallo ha tenido que enfrentarse a un par de casos en los que ha comprobado que le resulta más eficaz una relación amistosa con el Gobierno cubano que el enfrentamiento. Así obtuvo la liberación del periodista Martín Ferraté y la vuelta a España del dirigente juvenil del PP Ángel Carromero, condenado a cuatro años en Cuba tras el confuso accidente de tráfico en el que murieron los disidentes Oswaldo Payá y Harold Cepero. El propio ministro subrayó recientemente que ambas decisiones fueron conseguidas “sin contrapartidas políticas”.
A lo largo de los últimos años, los pasos de uno y otro lado hacia el acercamiento han sido lentos, pero constantes, hasta que en Madrid se ha visto la oportunidad de llevar a cabo una visita que, lógicamente, no ha gustado nada a la disidencia anticastrista. Recuerdan los opositores que el ministro declaró poco después de llegar al cargo que no viajaría a Cuba si no podía reunirse con disidentes.
Ahora, García-Margallo ha viajado aunque en su agenda no figure contacto alguno con los opositores, porque considera que aquello era válido en un momento en que no podían salir de la isla, pero no después de que, en enero del pasado año, el Gobierno cubano levantara algunas de las restricciones para abandonar el país. Como consecuencia de ello, destacados disidentes, como la líder de las Damas de Blanco, Berta Soler, viajaron a Madrid y fueron recibidos por el ministro.
García-Margallo, en fin, justifica su desplazamiento diciendo que han cambiado las circunstancias y que por tanto hay que establecer unas relaciones nuevas con Cuba. Puede que tenga razón, pero el deseo de defender los intereses españoles, no debería llevar al ministro, a olvidar suscitar, en sus conversaciones con las autoridades cubanas, incluido Raúl Castro, la cuestión del respeto de los derechos humanos y las libertades y la necesidad de una democratización del país.