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Esfuerzos por la paz

 

Javier Fernández Arribas

Director de Atalayar entre dos orillas

 

Los analistas políticos no suelen prestar mucha atención a las iniciativas de ciudadanos, más o menos, anónimos que buscan contribuir a la paz mundial con su aportación personal más esforzada y asumiendo riesgos notables. No vamos a caer en la ingenuidad de creer que la voluntad de los dirigentes políticos o magnates económicos se puede mover o cambiar por el ejemplo de una persona, pero sería absurdo que ignorásemos que la historia de la Humanidad se ha construido día a día con el sacrificio y la convicción de todos y cada uno de los habitantes de la Tierra. Por eso es muy relevante que existan jóvenes como el deportista marroquí Hasan Baraka que hizo su particular travesía a nado por los mares y océanos de los cinco continentes para movilizar las conciencias de todos los seres humanos, y, en especial, de todos aquellos que tienen en sus manos las decisiones clave para lograr que haya paz en el mundo. Nacido en Tetuán, este joven de 27 años, logró en Marruecos los apoyos suficientes para poder afrontar un desafío que ha tenido como objetivo primordial demostrar que el deporte es un valioso instrumento para desarrollar la paz y lanzar un mensaje de hermanamiento y unidad, así como de preservación del medio ambiente y de los océanos. No sólo dependió su iniciativa del tiempo meteorológico, su forma física y su traje especial para aguas muy frías, sino también de los avatares políticos y de seguridad.

 

El ejemplo de Hasan Baraka sirve para reflexionar sobre la situación actual de la escena internacional donde millones de personas reclaman que se tomen las medidas necesarias para superar la crisis económica y financiera con el fin de acabar con un enorme desempleo que representa un arma mortífera para la estabilidad de sociedades occidentales. En los últimos meses hemos asistido a un cúmulo de crisis profundas en diversos países que han derivado en una preocupante inestabilidad internacional y, lo que es más temible, un enfrentamiento entre grandes potencias que se asemeja mucho al ambiente de guerra fría que sufrió el mundo durante muchos años. Los casos más indignantes se dan en Irak con los bárbaros asesinos terroristas y narcotraficantes del autodenominado Estado Islámico y en Siria, donde además de la actuación terrorista del ES y de los intereses de Rusia, Estados Unidos, China y la Unión Europea hay que tener muy en cuenta la maraña entretejida a lo largo de los años por potencias regionales como Arabia Saudí, Catar, Turquía, Irán, Israel o Egipto, con un cruel y sangriento enfrentamiento entre suníes y chiíes; y en Ucrania donde los hechos consumados, por uno y otro bando, están provocando unos enfrentamientos que suponen una crisis que se acerca a una guerra civil mientras las superpotencias no pueden controlar como preveían a los grupos violentos que han usado como sus marionetas locales.

 

En otro ámbito hay que enmarcar la amenaza de los grupos terroristas en África, sobre todo en Nigeria con el repugnante secuestro de las niñas tratadas peor que al ganado y en el Sahel donde la debilidad de los estados y de las instituciones provoca un fortalecimiento terrorista que supone un riesgo cada vez mayor para la estabilidad de la zona. Y más ahora que se ha demostrado la necesidad que tiene la Unión Europea de no depender tanto del gas ruso y de abrir sus cauces de abastecimiento energético por el sur desde el continente africano. También aquí hay muchos intereses económicos entremezclados con masacres intolerables como las que se vienen sucediendo en la República Centroafricana o en Sudán del Sur. Pero en los últimos meses, algunos países africanos sufren el azote del Ébola con más de 5.000 muertos, decenas de miles de infectados y una generación muy afectada. Una enfermedad que ha despertado, por egoísmo e interés al sufrir contagios en suelo propio como Estados Unidos y España, las conciencias de la comunidad internacional que tiene un reto decisivo para el más inmediato presente y futuro de una zona del mundo emergente en muchos países pero que puede sufrir un golpe durísimo para muchos años.

 

Nadar para unir los cinco continentes y lanzar un mensaje de paz, de unidad y  hermanamiento y de protección del medio ambiente y de los océanos. Alguien puede pensar que Hasan Baraka y los que le hemos apoyado somos unos ilusos. Puede ser, pero está muy claro que el objetivo que se persigue es una necesidad acuciante ahora mismo en muchas partes del mundo.

 

 

Alberto Rubio

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