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Las islas maltesas de Aragón

 

Mark Anthony Micallef

Embajador de Malta en España 

 

La búsqueda de la soberanía para las Islas Maltesas fue larga, pero lo que podría resultar de gran interés para muchos españoles es que las Islas Maltesas fueron las más brillantes joyas de la Corona de Aragón. Uno de los momentos más importantes en esa búsqueda de la soberanía fue la donación, por parte de Carlos V de las Islas al Gran Maestre l’Isle Adam y a la Orden de Malta, que habían sido expulsados de Rodas por Solimán el Magnífico en 1525.

 

El Emperador de España no quería donar las Islas a la Orden de Malta, ya que eran tierras clave para su política y España también controlaba Tripoli (*). Esos dos puntos le daban a España un indiscutido control sobre el Mediterráneo.  Pero surgió una crisis debido al matrimonio de la hermana de su madre, Juana la Loca: el matrimonio de Catalina de Aragón con Enrique VIII de Inglaterra. Esta unión política estaba a punto de ser disuelta por Clemente VII. El Emperador se vio obligado a correr al auxilio de su tía, que estaba furiosa con el rey inglés y no quería ver el enlace anulado.

 

El Emperador no ordenó el saqueo de Roma, pero no permitió que se pagara a los soldados, quienes enfurecieron. Por lo tanto, por omisión, permitió que en 1527 mercenarios protestantes suizos, que estaban a sueldo del Ejercito Imperial saquearan Roma en un ardid para castigar al Papa por haber accedido a disolver el enlace. El Papa tuvo que huir y se resguardó en el Castel Sant’Angelo. Cuando cesaron las hostilidades y para que España pudiera asegurar la paz con el Vaticano, el Papa impuso al Emperador la obligación de donar las Islas a la Orden de San Juan, luego conocida como la Orden de Malta.

 

Inicialmente el Emperador se resistió a la solicitud de Clemente VII, pero cuando el ejército Otomano apareció a las puertas de Viena, se dio cuenta de que no tenía recursos militares suficientes en el sur del Imperio, y no podía mantener las Islas dentro de la Corona de Aragón. Tuvo que aceptar la exigencia del Papa, y donar las islas a la Orden.

 

El Emperador Carlos V y su hijo, Felipe II de España, personificaron el valor de la cohesión del Mar Mediterráneo, con las Islas Maltesas en el justo centro, siendo las grandes protagonistas de la historia de este mare nostrum. Esta posición estratégica ha hecho de mi país un objeto de deseo para muchas naciones, como ya le dio una posición central en el conflicto entre Cartago y el Imperio Romano.

 

Aun así, las raíces de la soberanía de Malta son largas, y su encrucijada principal llegó dos siglos después. Cuando los británicos llegaron para echar a las tropas de Napoleón, que habían expulsado a los Caballeros de Malta y habían ocupado las Islas en 1798, los franceses capitularon ante los ingleses, no ante los malteses. De hecho, los malteses fueron excluidos de la capitulación por la que habían luchado, y muerto. Esta desilusión se puede ver en las peticiones que hicieron llegar a Londres a principios del siglo XIX, cuando los malteses solicitaron una Constitución y más autonomía del Reino Unido.

 

Este sentido de pertenecer a esta patria es evidente desde tiempos inmemoriales. Tanto es así que se encuentra prueba de ello en el siglo XVI. Varios autores se refieren a Malta como “Patria Mea Dolcissima” (mi dulce patria) y este sentido de soberanía viene de más atrás todavía si se recuerda el levantamiento contra Don Gonsalvo Monroy en 1430; un señor feudal que estaba cobrando impuestos a la población de manera cruel. Finalmente, los malteses fueron librados de esta plaga por la Real Corona de Aragón, y consiguieron redimir su libertad.

 

En 1778, Malta era parte del Reino de las Dos Sicilias, pero siempre bajo la soberanía de Aragón y España.  La legación maltesa en el Congreso Nazionale se vio obligada a invitar al Almirante Nelson a que bloqueara a los franceses dentro de sus puertos, pero primero fue necesario pedir permiso al Rey de las Dos Sicilias, y que el Rey, o Virrey, para ser más precisos, les otorgara dicho permiso. Lo hizo, bajo la presunción de que seguirían siendo sujetos leales (vassalli fedelissimi) y que Malta volvería a su Reino, y por lo tanto al de España, a pesar de la intervención Británica. De hecho, la Reina Carolina, hermana de María Antonieta de Francia e hija de María Teresa de Austria, enfureció cuando Nelson levantó la bandera británica en vez de la de las Dos Sicilias y cuando se dio cuenta de que los británicos habían usurpado su control de las Islas Maltesas.

 

La relación con España, en estos momentos, es de un socio valorado e importante dentro del contexto de la Unión Europea.

Escribo esto porque soy, por supuesto, antes que nada maltés, pero también soy aragonés.

 

(*) Que la Orden perdería en 1555.

 

Alberto Rubio

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