A. Rubio. Madrid.
Corea del Norte se afana, según parecen señalar algunos indicios, en ofrecer una imagen más abierta hacia el resto del mundo. En España, el embajador de la República Popular Democrática de Corea tiene previsto ofrecer una recepción el próximo 9 de septiembre, la primera en toda su historia, en conmemoración del Día Nacional de su país. Y para eso también, indudablemente, utilizará su propia imagen.
Kim Hyok Chol es un diplomático joven, educado, impecablemente vestido, con buen dominio del inglés y exquisitamente amable cuando se trata de negar las «mentiras» que, en su opinión, Occidente achaca al régimen de Pyongyang. Desde que llegó a Madrid, a principios de este año, ha tratado de tender puentes con diferentes sectores de la economía y la política españolas para mostrarles la «Corea real».
Con muy escaso personal en la Embajada, abierta prácticamente desde cero hace pocos meses, el embajador norcoreano tiene un hercúleo trabajo por delante, aunque parece no faltarle determinación y, seguramente, apoyo desde el Gobierno de su país, que necesita más que nunca superar la imagen de hermetismo desarrollada durante décadas en el último bastión del comunismo más «ultraortodoxo».