Pedro Canales
Periodista
El referéndum en Escocia ha sido muy seguido no sólo por los países de la Unión Europea que temían un resultado favorable al SI independentista, con consecuencias perturbadoras para la arquitectura de la Unión, sino también por los países del entorno mediterráneo. Globalmente se puede decir que los países de la ribera sur del Mare Nostrum, se han sentido aliviados por el fracaso de la opción independentista, si bien es necesario hacer algunos matices al respecto.
En primer lugar, el hecho mismo de que una región de un país unificado y que no estaba inscrita en ningún calendario internacional de descolonización, ni había interpuesto ante ningún organismo internacional como la ONU reivindicaciones soberanistas e independentistas, accediese a un referéndum con carácter vinculante sobre su posibilidad de constituirse en Estado independiente, planteaba serios problemas en el sur del Mediterráneo.
En efecto, en todos los países de la ribera meridional existen minorías étnicas y lingüísticas que podían tomar como precedente el hecho escocés para justificar su separatismo y reivindicar la independencia. En la mayoría de los casos esas minorías se encuentran localizadas en regiones determinadas.
Es el caso de la etnia negro-africana del sur de Mauritania, del Rif en Marruecos, de la Cabilia y del Mzab en Argelia, de los tuaregs que se extienden desde el sur argelino hasta el Chad pasando por Malí y Níger, de las poblaciones sahelianas del sur de Túnez, de los habitantes de la provincia de Gafsa en Túnez con un índice de vida cercano a la pobreza cuando es una región rica en fosfatos y otros minerales, de las tribus libias enfrentadas entre sí tras el derrumbe del Estado y la liquidación del coronel Muamar Gadafi, o de los coptos en Egipto, discriminados cuando no perseguidos por organizaciones fanáticas islámicas.
El referéndum escocés fue seguido de cerca por observadores de organizaciones de la ribera sur del Mediterráneo, como el Congreso Mundial Amazigh o el Movimiento de Autonomía de la Cabilia, que aspiraban a tomar el posible resultado positivo como base jurídica y precedente legal para sus exigencias culturales y soberanistas.
El conflicto del Sáhara occidental sin embargo se sitúa en otro nivel, ya que se trata de un territorio pendiente de descolonización y que está inscrito como tal en las Naciones Unidas. Independientemente de que el Gobierno marroquí pueda utilizar el efecto psicológico creado por el resultado del referéndum escocés para argumentar a favor de la propuesta de regionalización avanzada por Rabat con amplias prerrogativas de autogobierrno para el Sáhara occidental “en el marco de un Estado unificado”, el caso saharaui se sitúa en el plano de las negociaciones bilaterales y multilaterales emprendidas en busca de una solución que satisfaga a las partes en conflicto.
Entre las puntualizaciones que hay que señalar sobre la visión que se tiene desde la ribera sur del Mediterráneo del referéndum en Escocia, está en primer lugar el propio resultado del mismo. La victoria tan apretada del NO en relación con el SI a la independencia, sólo hace posponer la cuestión, que queda latente en la sociedad, si bien jurídicamente no hay posibilidad de exigir una nueva consulta.
La otra puntualización de peso es que el referéndum ha tenido lugar, lo cual es argumento para los movimientos y asociaciones autonomistas e independentistas de algunos países de África del norte, para que también se haga en sus regiones, aceptando el riesgo de que al igual que en Escocia, la población opte por la unidad del país y no por la aventura del separatismo.
Publicado en Atalayar entre dos orillas el 26 de septiembre de 2014.