Pedro Fernaud / Escudo Digital
¿Qué sabemos realmente de Afganistán? Desgraciadamente, algunas de sus principales cualidades, como la hospitalidad de su pueblo, el valor de su tradición oral, personificada en la obra de un poeta de la enjundia de Rumi o la riqueza de su diversidad étnica y cultural han sido solapadas en los últimos 23 años por la (mala) fama de los talibanes, de manera que este país ha sido asociado principalmente con ese grupo islamista debido a su rol central en los acontecimientos que siguieron al atentado del 11 de septiembre de 2001.
Tras los ataques a las Torres Gemelas, perpetrados por Al Qaeda, el Gobierno talibán de Afganistán se negó a entregar a Osama bin Laden, lo que desencadenó la invasión liderada por Estados Unidos y la caída del régimen. Durante los siguientes años, aunque los talibanes fueron desplazados del poder, continuaron con una insurgencia que prolongó el conflicto y la inestabilidad en el país. A lo largo de dos décadas de guerra, lograron reorganizarse, y en 2021, tras la retirada de las tropas estadounidenses y de la OTAN, retomaron el control.
Otro país distinto
Su regreso ha representado la supresión de una parte esencial de los derechos de las mujeres y niñas. Lo que una vez fue un país que hacía cambios en su vida pública que indicaban un camino hacia la equidad de género, con mujeres participando en la vida política y social, se ha visto sumido en un régimen de opresión absoluta. Bajo una interpretación rígida de la ley islámica, las mujeres han sido borradas de casi todas las esferas públicas, hasta el punto de que han sido privadas de acceso a la educación, el trabajo y el derecho a moverse libremente. Hoy, más del 80% de las niñas afganas en edad escolar han sido excluidas del sistema educativo, de acuerdo a los datos de la ONU, Según Sima Bahous, directora ejecutiva de ONU Mujeres, “décadas de progresos en igualdad de género y derechos de las mujeres desaparecieron en unos pocos meses”.
Las restricciones impuestas por los talibanes no solo afectan el ámbito educativo, sino que también han paralizado la participación económica de las mujeres. Desde diciembre de 2022, se les prohibió trabajar para organizaciones no gubernamentales (ONG), y más recientemente, hasta los salones de belleza ―fuente crucial de ingresos para las féminas afganas― fueron cerrados. Esta exclusión ha empujado a muchas mujeres a la pobreza extrema y la dependencia, mientras el país se enfrenta a una crisis económica con la que podría perder más de 9.600 millones de dólares debido a la falta de educación de las mujeres, según las estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Además de la violencia estructural y económica, los testimonios de mujeres afganas revelan casos de abusos sistemáticos, como torturas y agresiones sexuales como método de represión. Las denuncias de tortura física y psicológica, violaciones y matrimonios forzados son comunes, y el miedo y la desesperanza son ahora parte de la vida cotidiana. Bajo ese régimen, Afganistán se ha convertido en uno de los países con mayores tasas de violencia de género, sin que las mujeres tengan acceso a justicia o protección legal .
Claves de los andamiajes del poder
Tras tres años de control, el régimen talibán en Afganistán, encabezado por Haibatullah Akhundzada, sigue en el poder y ha consolidado su autoridad mediante la creación de instituciones paralelas y ha privilegiado a los talibanes pastunes del sur, lo que ha llevado a una política excluyente. Aunque la economía afgana está estancada y la pobreza es rampante, el régimen no parece cerca del colapso a tenor de las noticias que refieren instituciones del rango de la ONU y diferentes medios internacionales. No en vano, Afganistán vive en una moderada estabilidad económica. La comunidad internacional mantiene relaciones de bajo perfil con el régimen, unos acuerdos en los que juegan un papel importante países vecinos como Pakistán, China y Rusia, a pesar de las violaciones a los derechos humanos y la represión de las mujeres. La cuestión es que el régimen talibán ha intensificado su compromiso diplomático y económico con estos países, aunque con resultados limitados en cuanto a inversiones.
¿Cómo está articulando el sistema económico el régimen talibán? Un dato enmarca de manera ilustrativa esta realidad: el Gobierno talibán prohibió el cultivo de opio. Se trata de una medida impuesta por los talibanes en abril de 2022, que se tradujo en que la mayoría de los agricultores abandonaran el cultivo de la amapola y, con ello, sus ingresos se redujeron en un año desde 1.360 millones de dólares hasta los 110 millones, un 92 % menos, según la ONU. Es decir, el Gobierno ha reducido mucho el cultivo de opio, lo que ha afectado negativamente la economía, pero al mismo tiempo esos extremistas religiosos han creado un sistema clientelar económico que beneficia primordialmente a sus líderes. Y es que, desde su irrupción en el poder, los talibanes han incrementado la recaudación de impuestos. “Los talibanes han logrado un amplio control militar del territorio completo de Afganistán, algo que ningún otro grupo había logrado por décadas, y esto les ha permitido recaudar más”, explica a la BBC el investigador canadiense Graeme Smith, exfuncionario de asuntos políticos de la ONU en Afganistán y consultor de la organización International Crisis Group. Tanto es así que el Gobierno recolectó en impuestos más de 1.500 millones de dólares entre diciembre de 2021 y octubre de 2022, según el Banco Mundial, cifra superior al mismo periodo de los dos años precedentes.
Resurgimiento de Al Qaeda e ISIS-K
La lucha contra el terrorismo sigue siendo una prioridad para la región, con Estados Unidos enfocado en proteger sus intereses tras la retirada de sus tropas hace tres años. Aunque mantienen cooperación en contraterrorismo, no parece que sus esfuerzos estén logrando los resultados esperados. Según la CBS, los talibanes han consolidado su control, permitiendo el resurgimiento de Al Qaeda e ISIS-K. En su tercer aniversario en el poder, los talibanes desfilaron con equipos militares abandonados y los grupos terroristas han restablecido sus operaciones, lo que representa una amenaza creciente para la región.
En el ámbito de la seguridad, aunque los talibanes han logrado mantener un control relativo a través de puestos de control y una gran fuerza de combatientes, la situación sigue siendo peligrosa para las mujeres y las minorías. Los atentados del grupo Estado Islámico, especialmente en áreas de mayoría chiita, continúan causando bajas civiles. Weeda Mehran, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad de Exeter, critica la narrativa de seguridad que promueven los talibanes: “Mi argumento sería, bueno, ¿de qué seguridad estamos hablando?”. Una pregunta que refleja las tensiones entre la imagen que los talibanes intentan proyectar y la realidad que afrontan muchos afganos en su día a día.
¿Por qué resultan tan extremistas las medidas que está desarrollando el régimen? La clave está en que Haibatullah mantiene el control mediante una guardia pretoriana de comandantes leales, mientras que los líderes más pragmáticos, que abogan por una mayor moderación y apertura hacia Occidente, han sido marginados.
Las mujeres, marginadas de la vida pública
¿Qué acciones dimensionan el grave deterioro del derecho de las mujeres en el Afganistán que rigen los talibanes? En los últimos tres años, los talibanes han impuesto severas restricciones a las mujeres y niñas, prohibiéndoles trabajar, estudiar más allá de sexto grado y participar en actividades culturales o deportivas. Además, han clausurado negocios propiedad de féminas y restringido sus movimientos, exigiendo que se cubran y dependan de un acompañante masculino para acceder a servicios esenciales. Amnistía Internacional advierte que estas políticas podrían constituir crímenes de lesa humanidad por persecución de género.
La represión en Afganistán no se ha limitado a las mujeres. El catálogo de horrores de las autoridades talibanas incluye graves atentados contra la libertad de expresión, que ha sido severamente restringida, lo que se refleja en el hecho de que periodistas, activistas y defensores de derechos humanos han sufrido detenciones arbitrarias, torturas y desapariciones forzadas. Además, los talibanes han perpetrado ejecuciones extrajudiciales, especialmente contra opositores políticos y exfuncionarios del gobierno anterior. Se trata de un régimen del terror en el que la violencia y la impunidad han prevalecido, de manera que ha afectado mucho a las minorías étnicas y religiosas, como los hazaras (una minoría étnica y religiosa predominantemente chiita), quienes afrontaron discriminación, desplazamientos forzados y ataques violentos.
El caso de Laila Basim
Tras la toma de poder talibán en Afganistán, Laila Basim, una economista de 30 años, perdió su empleo en el Ministerio de Economía junto a muchas otras mujeres. Laila fue testigo de atrocidades, como el asesinato de una vecina que rechazaba un matrimonio forzado. El caso es que se unió al Movimiento Espontáneo de Mujeres Manifestantes y, durante una protesta en 2022, fue golpeada por los talibanes, lo que le causó la pérdida de su embarazo. A pesar de la violencia, sigue luchando y colaboró en la creación de una biblioteca para mujeres en Kabul, que fue clausurada. Aunque es perseguida, Laila sigue firme en su lucha, y afirma que vivir bajo las leyes talibanas es “sufrir una muerte lenta”, como relata al diario El País.
¿Por dónde pasa el futuro de mujeres como Laila? A pesar de este entorno opresivo y la eliminación de décadas de progreso en igualdad de género, las mujeres afganas continúan demostrando una resiliencia notable. Hasta el punto de que están formando nuevos grupos de la sociedad civil, reabren negocios y siguen luchando por sus derechos, en un acto de valentía invisible que refleja su determinación de no rendirse ante la adversidad.
El hostigamiento al colectivo LGTBI
La crisis humanitaria en Afganistán ha empeorado debido a catástrofes naturales, el aislamiento internacional y sanciones económicas, lo que ha colapsado el sistema de salud y dejado a millones de afganos en riesgo de desnutrición y enfermedades. La expulsión masiva de refugiados por países como Pakistán e Irán ha agravado aún más la situación, dejando a muchos sin acceso a servicios básicos. Mientras tanto, la persecución contra la comunidad LGBTI sigue siendo extrema, con la pena de muerte por relaciones consensuadas entre personas del mismo sexo. La comunidad internacional ha sido ampliamente criticada por su inacción, incluida la Corte Penal Internacional. No en vano, la impunidad fue la norma, y el acceso a la justicia se vio muy restringido bajo la interpretación talibán de la sharia, que ha reemplazado a gran parte del marco legal anterior. Roza Otunbayeva, Representante Especial del secretario general de la ONU, califica estas restricciones como “intolerables” y afirma que representan “una visión desalentadora para el futuro de Afganistán”.
La postura de la comunidad internacional
Pilar Rangel analizó en su momento para Escudo Digital el dilema al que se enfrentó la comunidad internacional respecto al reconocimiento del Gobierno talibán tras su participación en la Cumbre de Moscú. A pesar de ser considerado un grupo terrorista, países como Rusia justifican mantener relaciones con los talibanes para estabilizar Afganistán y contrarrestar amenazas como Dáesh, aunque su reconocimiento global sigue siendo cuestionado. Rangel destaca las alianzas estratégicas de países como China e Irán, que buscan aprovechar los recursos naturales afganos, mientras que potencias como EE.UU. han establecido canales de comunicación sin otorgar legitimidad. Rangel alerta además del alcance que podrían tener esos movimientos tibios de esas naciones con los talibanes: “Hay que recordar que en Derecho Internacional para que exista reconocimiento internacional de un Gobierno por parte de la comunidad internacional el simple establecimiento de relaciones comerciales o consulares sería una forma tácita de un reconocimiento de facto, por lo que mucho cuidado con lo que hacen los distintos países y lo que podría invocar el Gobierno talibán para legitimarse como Gobierno reconocido a nivel internacional, pudiendo solicitar incluso su incorporación a Naciones Unidas, siendo este caso también, si se produjera, un supuesto de reconocimiento internacional del Gobierno talibán”.
Otra derivada a tener en cuenta es la situación de las decenas de miles de refugiados. Qazizada, un exfiscal ahora atrapado en un campamento humanitario en Abu Dhabi, describe la situación que están viviendo muchos de esos exiliados como “una prisión moderna”, y menciona que “casi todos estamos tomando antidepresivos”.
Frente a este panorama tan desolador, sería deseable que la comunidad internacional pueda impulsar mejoras tangibles en los derechos de las mujeres, la libertad de prensa y la economía afgana; algunas estrategias clave podrían incluir un enfoque más firme y coordinado de presión diplomática y económica. Por ejemplo, se podrían mantener sanciones selectivas contra los líderes talibanes responsables de las violaciones de derechos humanos, al tiempo que se aseguran canales humanitarios que garanticen la ayuda internacional para la población civil. Para apoyar a las mujeres, se podrían fomentar iniciativas educativas a distancia y en línea, para sortear así las prohibiciones talibanas sobre educación femenina. En clave económica, se podría asistir a los emprendedores afganos, en especial a las mujeres, mediante fondos internacionales y programas de microcréditos, facilitando acceso a mercados externos. ¿Y cómo fortalecer la libertad de prensa ante un régimen tan tiránico? Se podría estimular mediante la protección y el apoyo a medios independientes afganos desde el extranjero, que puedan seguir informando y documentando la situación sin riesgo de represalias inmediatas. Estas acciones podrían ayudar a paliar los efectos devastadores de tres años de Gobierno talibán y ofrecer un horizonte más esperanzador para Afganistán.
Pedro Fernaud
Periodista y profesor
Acumula veinticinco años de experiencia en diversos medios periodísticos: radio, prensa escrita y medios online, y más de 10 años vinculados al ámbito de la docencia.
Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y en Comunicación Integral por la Francisco de Vitoria y Máster de Formación al Profesorado, en su rama de Ciencias Sociales, en la Universidad Rey Juan Carlos I.
Especialidades: Redactor, poeta, experto en impacto social de las nuevas tecnologías y relaciones internacionales, así como en temas culturales y deportivos; cuentista infantil, creativo, gestor de cuentas sociales, community manager, corrector estilístico, corrector gramatical, ortográfico y copy writer.