Marta Martínez
Marruecos sigue necesitando el apoyo de España frente a la Unión Europea, sobre todo de cara a las resoluciones del tribunal de justicia sobre la inclusión o no del Sáhara Occidental en los acuerdos de cooperación entre Marruecos y la Unión.
Esta es una de las conclusiones del informe Marruecos y el cambio de ciclo, presentado el pasado 18 de enero por la Fundación Alternativas, que aborda el nuevo ciclo político en Marruecos, tras la derrota del el PJD (Partido de la Justicia y el Desarrollo) en las elecciones legislativas del pasado septiembre después de una década en el poder, y sus posibles implicaciones en la política exterior española.
En la introducción, el director de política exterior de la Fundación Alternativas, Vicente Palacio, destacó la importancia de la recomposición de las relaciones con Marruecos, pero advirtió de que el panorama es complejo y difícil para España por la interdependencia existente entre los dos países, causada por unas relaciones históricas y multidimensionales, que afectan a áreas estratégicas como la energía o la seguridad. A ello se suman “inevitablemente” las tensiones por la cuestión del Sáhara, que fue lo que dinamitó la crisis del año pasado, y la actuación de terceros actores con intereses cruzados, como Argelia, un país importante para la seguridad energética española, o aliados europeos como Francia y Alemania, con sus distintas posiciones respecto a Marruecos.
Por su parte, la moderadora Itxaso Domínguez de Olazábal, coordinadora del Panel Oriente Próximo y Norte de África de la Fundación, hizo un repaso a la situación interna marroquí por considerarla “esencial” para analizar el futuro de sus relaciones con España. Marruecos se encuentra en el inicio de un nuevo ciclo político, impulsado fundamentalmente por la derrota del PJD, que ha gobernado en Marruecos durante la última década, y la vuelta de los partidos tradicionales; y, en segundo lugar, por una tendencia involucionista en cuanto a derechos y libertades fundamentales, en un giro hacia el autoritarismo por parte del régimen marroquí. A ello hay que añadir la falta de coherencia de la Unión Europea, con posiciones dispares en torno al Sáhara entre sus Estados miembros.
En lo que respecta a las relaciones con España, el informe destaca que la cuestión del Sáhara, los flujos migratorios y las tensiones entre Marruecos y Argelia serán los vectores clave para las relaciones entre ambos países en este nuevo ciclo para la política interna marroquí. Aparte, Irene Fernández-Molina, profesora de la Universidad de Exeter, introdujo otro elemento determinante: las resoluciones que adopte el Tribunal de Justicia de la UE en torno a la no inclusión del territorio del Sáhara en los acuerdos de cooperación entre Marruecos y la Unión. Este es un aspecto clave para el régimen marroquí, tanto para demostrar su fuerza externamente como para su legitimidad interna, y, por ello, “Marruecos sigue necesitando el apoyo de España frente a la Unión Europea”.
Según Beatriz Tomé-Alonso, de la UNED, “la crisis con España ha sido una crisis sin precedentes y Marruecos pretende inaugurar una etapa inédita en sus relaciones”. En todo caso, afirmó, España se va a sentir más cómoda a la hora de abordar cuestiones como la frontera con Ceuta y Melilla o el Sáhara Occidental tras la aceptación marroquí del enviado especial del secretario general de la ONU. Por su parte, Alfonso Casani, de la Universidad Complutense de Madrid, sacó a relucir, además, la idea del “colchón de intereses” que tiene Marruecos con España, como el comercio, la política común de pesca y la reconstrucción de la situación sanitaria del COVID. Al final, la relación bilateral de España y Marruecos se basa fundamentalmente en cuestiones migratorias, pero también va más allá, concluyó Domínguez de Olazábal.