Arancha González Laya
Exministra de Asuntos Exteriores
Luis Ayllón
Con motivo del Décimo Aniversario de The Diplomat in Spain, hemos entrevistado a las personas que ocuparon el puesto de Ministro de Asuntos Exteriores en esa década, abordando su gestión en aquellos momentos.
Arancha González Laya (San Sebastián, 1969) fue ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación desde enero de 2020 a julio de 2021. Licenciada en Derecho por la Universidad de Navarra, fue jefa de Gabinete de Pascal Lamy cuando era director general de la Organización Mundial de Comercio y posteriormente dirigió el Centro de Comercio Internacional (CCI). Abandonó ese cargo, tras ser llamada por Pedro Sánchez, para formar parte de su segundo Gobierno. Habla euskera, español, inglés, francés, alemán e italiano y desde 2022 es decana de la Paris School of International Affairs at Sciences Po.
-¿Cómo le llegó la llamada del presidente del gobierno para hacerse cargo del Ministerio?
-Pues, estando de viaje por África. Estaba en una misión en Etiopía, saliendo de una reunión con la presidenta del país y me llegó a mi móvil una llamada de la Oficina del presidente del Gobierno, diciendo que quería verme en España, y lo cual dio lugar a una oferta suya para ingresar en el gobierno de España para ocuparme de la cartera de Exteriores, Europa y Cooperación. La verdad es que yo llevaba 20 años fuera de España, trabajando primero en el sector privado, luego en la Unión Europea, luego en organismos multilaterales… Y por supuesto, acepté su llamada porque para alguien que ha trabajado en el sector público y con convicción, servir a su país es lo más alto a lo que uno puede aspirar.
-¿Le sorprendió la llamada?
-Hombre, claro que te sorprende, porque no todos los días te llama el presidente de tu Gobierno y sobre todo, no todos los días te ofrecen el cargo de ministro de exteriores. Pero, por otra parte, también es verdad que yo tenía detrás un bagaje amplio en el mundo internacional, había pasado por las instituciones europeas, es decir, tenía un pasado que me hacía una posible candidata. Evidentemente, hay otros cuantos a los que se lo podían haber ofrecido, pero bueno, lo tomé como un reconocimiento a una larga trayectoria, muy honrada y por supuesto, con mucha humildad, porque si la llamada le llena a uno de satisfacción, también le cambia la vida, que es en realidad lo que le ocurre cuando uno se convierte en ministro, que le cambia la vida.
-Tuvo que vivir una época dura con el Covid. ¿De qué manera le afectó al trabajo en el Ministerio?
-Claro, nadie estaba preparado para una pandemia y además a la escala con la que vimos extenderse y afectar a nuestro país. Pero también fue un momento en el que asistí y contribuí a construir soluciones que nunca hubiera imaginado posibles. Y estas soluciones fueron, sobre todo, soluciones de más integración en la Unión Europea. Ahora las damos un poco por supuestas, pero que con el paso del tiempo nos daremos cuenta de cuán revolucionarias fueron estas decisiones, que se tomaron para integrar la Unión Europea, con un plan de recuperación que por primera vez cruza el Rubicón del endeudamiento comunitario para hacer inversiones en todos los Estados miembros. Por primera vez pone la salud también en las políticas comunitarias, algo que nunca había ocurrido. Y por primera vez frente a una crisis, y sobre todo después de la crisis del 2008, Europa opta por la solidaridad en vez de por el que cada palo aguante su vela. Y eso fue, en medio de esta calamidad que supuso el Covid, también un momento enormemente importante para la construcción europea. Y el haber estado allí y el haber contribuido a la construcción de esas soluciones, la verdad es que ha sido para mí un motivo de orgullo y sobre todo un poder dejar una pequeña huella en la historia europea que para alguien que es europeísta convencido, como lo soy yo, esto es muy importante.
-Vamos a asuntos concretos que pasaron durante ese periodo. ¿Por ejemplo, ¿conocía usted la llegada de la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, a España?
-Bueno, ella llega cuando yo estoy en Bruselas, en un Consejo de Asuntos Exteriores. A mí se me mantiene informada y evidentemente, yo informo a las personas responsables de la gestión de las fronteras en nuestro país del hecho de que esta persona está sancionada por las instituciones comunitarias para que se puedan tomar las medidas necesarias y que España pueda cumplir con la legalidad internacional, como así lo hizo.
-¿Cómo fue la relación con México, en medio de los ataques del presidente López Obrador a España?
-Pues fue ciertamente una situación curiosa, porque es cierto que había un ruido muy, muy incesante por parte del presidente López Obrador, pero luego había una enorme comunidad de intereses a nivel empresarial, había una enorme comunidad de intereses a nivel de las instituciones. Yo, de hecho, tuve oportunidad de viajar a México y mi homólogo mexicano de Exteriores vino a España. Tuve ocasión durante el viaje a México de discutir, debatir, compartir, desde con la alcaldesa de México, Claudia Sheinbaum, que ahora sustituye a López Obrador en la Presidencia del país, hasta tantos otros. O sea, una enorme comunidad de intereses a nivel empresarial, institucional y por supuesto, a nivel de la ciudad, con un cariño increíble de España hacia México y de México hacia España. Pero con este ruido incesante por parte del presidente que, bueno, pues tampoco le dimos mayor importancia, porque nos parecía que era una distracción en medio de lo que tenían que ser unas relaciones sólidas entre dos países hermanos y así lo gestionamos. Pero también por parte del sistema mexicano, con un gran entendimiento y con una gran complicidad con tantos ministros, el embajador, la embajadora, buscamos poner sentido común, poner cariño y poner soluciones en medio de declaraciones a veces un tanto intempestivas.
-¿Cómo vivió la crisis con Bolivia con la expulsión de la encargada de negocios?
-Cuando yo llego al ministerio de Exteriores, ya se ha producido la crisis, con la llegada de la presidenta Jeanine Áñez al Gobierno un tanto rocambolesca, pero tuve oportunidad de reconducir estas relaciones y sobre todo de asistir a la toma de posesión del presidente Lucho Arce junto con el rey y sellar de esta manera dejar atrás un episodio un tanto turbulento y, la verdad, desagradable también para los diplomáticos españoles, que tuvieron que enfrentarse a un nivel de hostilidad no muy habitual entre dos países que, por otra parte, tienen excelentes relaciones. Luego, trabaje reconduciendo las relaciones entre Bolivia y España, dándoles una normalidad y buscando dejar atrás este episodio un tanto curioso.
-También con Nicaragua, no se había llegado aún al conflicto, porque la embajadora aún estaba en Managua, pero ya se comenzaba a atisbar, ¿no es así?
-Bueno, tuve también largas conversaciones con mi homólogo nicaragüense, con las autoridades nicaragüenses, en un momento de gran deterioro del entorno político, del respeto de libertades individuales, con un aumento de personas encarceladas, periodistas, oposición, empresarios y con una gran preocupación por parte del Gobierno de España de una situación que se deterioraba y a la que, a nosotros, nos parecía que había que darle una respuesta. Primero, por supuesto, la respuesta fue buscar un diálogo con las autoridades, siendo firmes, cuando es cierto que las autoridades buscaban todo tipo de subterfugios para justificar lo que a nosotros nos parecía que era injustificable. Y como nos lo parecía a nosotros, se lo parecía al grueso de los países en la comunidad internacional y sobre todo en la región latinoamericana, donde claramente había rechazo a esta política represora del gobierno nicaragüense que sigue.
-Otro de los asuntos que lo ocupó bastante fue el de Gibraltar, con el acuerdo de Nochevieja del año 2020. Han pasado más de tres años y medio y aún no tenemos una solución para la aplicación del Brexit al Peñón, mientras mantenemos algunas ventajas para los gibraltareños, que iban a ser por poco tiempo. ¿Pero cómo fue esa negociación? ¿Le da pena que no se haya podido alcanzar un acuerdo?
-Bueno, para alguien que ha pasado una parte importante de su vida negociando acuerdos con otros países, esto fue poner en la práctica mucho de lo que yo había hecho en mi vida. Se tejió con mucha paciencia, se tejió con firmeza, se hizo entendiendo cuáles eran las líneas rojas para ambas partes. La soberanía era una línea roja para el Reino Unido, pero también lo es para España, claramente. Pero entendiendo que más allá de esas líneas rojas, había todo un espacio de entendimiento para gestionar la interdependencia que existe en el campo de Gibraltar, tanto del lado español como del lado británico. Está claro que para los gibraltareños esto no era un tema menor.
-Una gran mayoría de los gibraltareños votaron contra el Brexit…
-En efecto: más del 97 % de los ciudadanos gibraltareños votaron a favor de mantenerse dentro de la Unión Europea. Una respuesta claramente diferente de la de Inglaterra. Y yo creo que tenía un sentido muy profundo de entender los gibraltareños que ahí existe un problema de interdependencia, de tráfico de personas, o sea, de paso de personas de un lado a otro, de permisos de trabajo, de cuestiones fiscales, de cuestiones medioambientales, de cuestiones aduaneras, de uso compartido de determinados servicios que nos parecía que podían ser el objeto de una negociación y de un acuerdo para gestionarlo de manera inteligente. Yo creo que ese es el resultado de la negociación. Ese es el resultado del acuerdo del 31 de diciembre del 2020, in extremis, negociando en los últimos días, casi 24 horas seguidas, incluido a nivel ministerial con mi homólogo Dominic Raab, pero llegando a un acuerdo, que es básicamente el acuerdo que acabará siendo ratificado. O sea, lo esencial del acuerdo fue alcanzado en aquel momento. Quedaron algunas cuestiones, unos flecos pendientes. Es verdad que entre tanto hubo cambios ministeriales en el Reino Unido, hubo cambios ministeriales en España, hubo elecciones y que todo esto ha retrasado la conclusión final de este acuerdo, pero que yo creo que se alcanzará, o espero que se alcance, porque es la única vía inteligente para gestionar esta interdependencia, pero también en un momento de gran hostilidad geopolítica a nivel global para evitar que este lugar sea un punto de debilidad geopolítica tanto para el Reino Unido como para España.
-Vamos con el asunto del líder del Frente Polisario de Brahim Ghali. ¿Fue suya personalmente la decisión de que Ghali viniera a España o fue una decisión del presidente del gobierno?
-Vamos a ver. Un país, España, acoge a un ciudadano español, Brahim Ghalli, para ser tratado del Covid en España. En fin, me parece la cuestión más debatida, pero con menos razones para ser debatida, de nuestra historia reciente. Un ciudadano español es acogido por su país para tratarse de Covid y esto es así de sencillo. Ese debería haber sido el titular que tantos ríos de tinta hizo caer.
-Pero, la decisión ¿se adoptó en Moncloa o se adoptó en el Ministerio de Exteriores?
-Esa es una cuestión absolutamente innecesaria que nunca nos preguntaríamos si se tratara de otro ciudadano español y que, por lo tanto, no tenemos que preguntarnos cuando se trata de este ciudadano.
-¿Por eso, en este caso tampoco se informa a Marruecos de esa decisión?
-No, no, no. Vamos a ver, se siguieron todos y cada uno de los pasos propios en una relación diplomática con un país vecino y amigo, todos y cada uno. Y se hizo con el entendimiento, por supuesto, de que se trataba de un país vecino y amigo, pero creo que eso no debe ser óbice para que España acoja a tratarse en España a un ciudadano español.
-Pero. ¿cree que se gestionó bien el asunto? O sea, después de lo que pasó, ¿piensa que quizá habría que haberlo hecho de otra manera?
-Yo no tengo absolutamente nada que reprochar a nadie por la manera en la que se gestiona la llegada de un ciudadano español a nuestro país, a España. De todos modos, no practico el intentar rehacer la Historia una vez que la historia está escrita. Yo lo que sí creo es que la historia reconocerá la atención escrupulosa de un país a sus ciudadanos. Durante el Covid tuvimos ocasión de tratar muchísimos casos de muchos ciudadanos. El del Brahim Ghali fue uno de ellos. Yo creo que a la Historia deberá pasar el que España se ocupó de uno de sus ciudadanos, también para tratarse de Covid. Y la Historia también tendrá que escribir que hubiera quizás sido importante respetar por todo el mundo esta decisión, teniendo en cuenta que se trataba de la gestión de un país, de su ciudadanía, y no entrar en dimes y diretes o ligar esta decisión a otras cuestiones con las que nada tenía que ver. Y eso se comunicó a todas las partes interesadas de la manera más directa posible.
-¿Cree que su cese tuvo que ver con esto?
-No, yo no, nunca. Mi nombramiento lo decide el presidente del Gobierno y mi cese lo decide el presidente del Gobierno y a él le corresponde la decisión. Yo, en todo caso, lo he vivido con un gran honor en los dos años que estuve, casi dos años que estuve al frente de la diplomacia española. Me sentí enormemente orgullosa de contribuir a poner a España en el lugar que le corresponde en Europa, tejiendo acuerdos internacionalmente, ejerciendo una solidaridad internacional en un momento muy complicado para todo el mundo como fue el Covid, gestionando aquellas relaciones más complicadas y buscando seguir tejiendo relaciones con todos los países, en particular con todos los países del Mediterráneo. Tuve oportunidad de viajar a todos y cada uno de ellos, incluso a países de los que España había estado ausente en los últimos cinco o seis años, porque entendí que la región mediterránea, como a la postre los hechos han demostrado, era enormemente importante para nuestro país. Quiero recordar que también viajé a Palestina y a Israel, que tuve oportunidad de reunirme con el presidente y el primer ministro en los dos, y que a ambos les manifieste en su momento la importancia de avanzar en una solución de dos estados. Y estamos hablando del año 2021, en un momento en el que los acuerdos de Abraham de normalización de las relaciones entre países árabes e Israel habían opacado el problema de Palestina.
-Otra de las cosas que se hicieron durante su estancia en el Ministerio fue la Estrategia de Acción Exterior. ¿Se siente especialmente orgullosa de eso?
-No se había hecho una estrategia de acción exterior desde la que hizo Margallo, creo recordar, que como en el 2014. Era una obligación en España hacerla y hacerla de manera consensual y hacerla debatiéndola con todas las fuerzas políticas, económicas y sociales como se hizo, buscando tejer un consenso amplio en la acción exterior de España, uniendo a este ejercicio también comunidades autónomas que también tienen un espacio en la acción exterior de nuestro país. También con los sindicatos y la sociedad civil, debatiéndola en Congreso y Senado y en último término aprobándola en Consejos de Ministros. Yo de lo que sí me siento muy orgullosa es de la manera, no sólo lo que se puso en esa estrategia de acción exterior, que francamente, si uno la lee se da cuenta que ya ha anticipado muchas de las cuestiones que hemos vivido en estos dos últimos años, pero sobre todo un método de hacer, un método a través del diálogo, del consenso, de la discusión, involucrando a todo el mundo como manera de hacer en un momento en el que la polarización está tan de moda. Buscamos sumar esfuerzos en una política que, para que funcione tiene que ser lo más consensual posible, que es la politica exterior.
-¿De qué se siente más satisfecha de su paso por el Ministerio?
-De los resultados, sin duda. De los resultados alcanzados. Del haber contribuido a negociar el primer acuerdo de mutualización de deuda en Europa para invertir comúnmente en la respuesta al Covid, que fue tan diferente del 2008. De la Estrategia de Acción Exterior, que pone las bases de lo que está siendo el despliegue de la política exterior española desde que se construyó. Del haber construido una política exterior feminista, y no solo haberla construido, sino haberla aplicado, porque si no se aplica la verdad es que no tiene mucha credibilidad. De haber construido un plan para nuestras relaciones con los países africanos. De haber hecho, en fin, un enfoque muy particular en los países del Mediterráneo, con el conflicto de Israel y Palestina y el de Libia en el centro de interés. También, de habernos acercado a los países del Golfo para desplegar una diplomacia económica e inversora que a la postre está materializándose. De haber trabajado con EE.UU. y con China, dos países hoy en medio de una gran rivalidad geopolítica. De haber construido el acuerdo para la llegada de la cumbre de la OTAN a Madrid. Todo eso fueron logros, resultados de mi paso por Exteriores. No me atribuyo los éxitos, creo que los éxitos se deben a una diplomacia española seria, sólida, comprometida, con la que yo tuve el enorme honor de trabajar y de la que me sentí y me sigo sintiendo extremadamente orgullosa.
-¿Y cambiaría algo de lo que hizo o echa de menos no haber podido hacer alguna cosa?
-Sí, claro que echo de menos no haber podido hacer muchísimas más cosas, pero no practico el arrepentimiento, porque el arrepentimiento no tiene mucho sentido cuando uno no puede cambiar el pasado. Lo único que uno puede hacer es aprender del pasado para integrarlo en su acción de futuro. Yo considero que buscar rehacer la historia es un poquito fútil y por lo tanto no lo practico. Pero claro que hay tantísimas cosas que me hubiera gustado seguir trabajando, pero me quedo con todas las cosas que se hicieron en este corto pero muy intenso periodo de mi paso por el Ministerio de Asuntos Exteriores.