El Estado español plantea formalmente un nuevo programa de migración circular con países africanos.
Por González Barcos
Pedro Sánchez ha concluido una gira por el noroeste de África visitando Mauritania, Gambia y Senegal, en la que ambicionaba reforzar los lazos migratorios mediante la propuesta de migración circular. Dicha propuesta tornó a ejercicio hace años en otros países donde ya se practica este género de gestión internacional de la migración. A pesar de ser un hábito burocrático, no ha sido fenómeno, no ha sido noticia hasta que los países relacionados han dejado de ser, o bien antiguas colonias españolas, o bien países con severos riesgos bélicos. Si bien la situación de este tridente incipiente en la colaboración con España no es fenomenal en términos de calidad de vida y de oportunidades, los medios y la opinión pública política se debaten en corresponder esta decisión o reprobarla. Por lo pronto, las negativas se suceden alrededor de la capacidad del Estado para acoger de manera fructífera nuevas olas de inmigrantes; de nuestro lado queda, empero, reconocer los límites así prácticos (realistas), como teóricos de esta decisión y su correspondiente base teórica.
MIGRACIÓN CIRCULAR
El término se acuña en el último cuarto del siglo pasado con la intención de “especificar que se trata de un movimiento de personas, no de bienes ni de servicios, ya que la movilidad y la circulación, sin la referencia a una persona, podrían llevar a la idea de que se analiza la circulación de objetos o de capitales”. Esta puntualización incita a una lectura mucho más abierta y amena de quien analiza el sistema detrás del fenómeno de la migración circular, sin embargo, un cauteloso examen de sus presupuestos teóricos descubre una serie de contradicciones que dificultan el funcionamiento fructuoso de esta propuesta.
Se entiende por migración circular la forma inducida de movilidad de individuos con motivos normalmente económicos o de desarrollo en determinados sectores productivos. En una suerte de triple triunfo entre el país emisor, el receptor y el individuo que queda en medio de ambos, o la gama de individuos que integren la oleada correspondiente; lo que los anglosajones debieran llamar, según su lógica vernácula, un win win win (bastante redundante, más eficiente). Sea como fuere, es importante reconocer que en la definición hay un término estridente: inducida. La migración circular de individuos es controlada e inducida por los estados que intervienen en su proceso ‘migratorio’, lo que convierte a este acontecimiento, precisamente en un curso casi burocrático y no en lo que debiera ser la migración, un fenómeno causal espontáneo. La primera definición, que tenía la pretensión de eximir al término de sus connotaciones pecuniarias (por los bienes) o prestacionales (por los servicios) erra completamente por no tener en cuenta, que a la práctica, los individuos son tomados, efectivamente, como meros bienes o como un simple servicio. Véase como se quiera. Con esto, parece que la locución anglosajona ha quedado en el clásico win win, que se da entre los Estados, algo de razón tendrán los ingleses.
Lo fundamental aquí, es que no se tiene en cuenta la principal característica de la migración, que es un flujo espontáneo de personas; y esas personas tienen fundamentalmente la voluntad de ir a un sitio y la libertad de decidir qué hace allá a donde vaya y cuanto se queda allá a donde vaya. Es un fenómeno a disposición de la independencia del individuo por llevar a cabo su voluntad, en el que el país emisor no tiene ninguna responsabilidad, ni debiera tener ninguna capacidad de intervenir. La migración es causada, no inducida, causada quizás por los pormenores habituales de un país emisor de grandes olas migratorias, pero jamás directamente inducido por el mismo. Lo único que consigue esta práctica es alienar las formas de migración naturales de las civilizaciones. Ahora bien, es cierto que hay posibilidades de una migración circular, es decir, de ida y vuelta –con fines específicos– por voluntad propia. Sin embargo, este es un suceso que encuentra casi siempre lugar en terrenos regionales o en espacios de corta o media distancia.
COMPLEJA REALIZACIÓN
De todos modos, si se quisiera llevar a cabo este malogrado y mal llamado proyecto migratorio la realización sería más bien compleja y así ha sido siempre que se ha procurado hacerlo. Sucede que entre los países relacionados siempre hay una gran diferencia, tanto por volumen, como por niveles y desarrollo económico, como por situación geopolítica. Esa diferencia es precisamente la que los hace ser colaboradores, pues posibilita que uno desarrolle su masa social en sectores nuevos y el otro pueda optar a fuerza laboral de menor coste. Sin embargo, esa diferencia es la misma que obliga al Estado con mayor volumen a elaborar programas complejos de asimilación, a adherir al mercado laboral nuevos estratos, a acondicionar espacios públicos para los migrantes… acabando así por desencadenar relaciones inestables con los países con los que colaboran e incluso perturbar su propia masa social. Pareciera que aquel win win win que ya había mermado su aforo, ahora va a quedar en un triste y falto de significado win en manos del país emisor.
Y con todo, un último plot-twist acaba por desdibujar completamente esa expresión que al principio parecía inherente al proyecto de circularidad migratoria “con herramientas proporcionadas por los estados colaboradores”. Y es que los migrantes, en esa alienación del fenómeno al que han sido avocados, con más o menos ánimo, no consiguen saciar ni sus pretensiones ni la de sus países de origen. La idea de volver con nuevos conocimientos y unos presuntos ahorros generados y desarrollados en los Estados occidentales del bienestar va menguando a medida que se alarga la estancia en el extranjero y se acerca la vuelta a la tierra natal. Por su parte, quienes hayan sido venturosos en el éxodo querrán probablemente quedarse, o por lo menos no atenderán a razones de Estado, sino a su estrategia personal y familiar. Por la otra parte, quienes no hayan conseguido ser digeridos por el sistema de acogida, muy probablemente no hayan alcanzado sus propósitos y vuelvan a casa con las manos vacías. En definitiva, es manifiesto que el lazo entre el país y el emigrante se rompe por un lado o por otro y ni siquiera ese win originario que flotaba en aguas africanas (en este caso concreto) toma forma consistente.