Carlos Mora
Periodista ecuatoriano, secretario general de EditoRed.
Daniel Noboa, el outsider tranquilo, el empresario que se autodefine de izquierda moderada, el -hasta hace poco- desconocido asambleísta de un partido bisoño, el hijo bajo perfil de un magnate y político famoso del país logró lo improbable, como él mismo lo ha reconocido. Ganó las elecciones presidenciales frente a Luisa González, la candidata del partido político más estructurado y de mayores ambiciones de poder del Ecuador de los últimos 15 años: la llamada Revolución Ciudadana, que no ha podido (o no ha querido) desprenderse de la tutela y de la sombra del líder Rafael Correa, tan amado por unos como cuestionado por otros.
Los resultados al final de la jornada electoral de este domingo 15 de octubre del 2023 indican que Noboa obtuvo el 52,12% de los votos válidos y González el 47,88%.
Pensándolo bien
Al igual que en la primera vuelta, la jornada del balotaje se dio en medio de una paz que los ecuatorianos ya quisieran que durara todo el año. El comandante de la Policía, César Zapata, hacia el mediodía del domingo, daba un reporte sobre las novedades de la jornada que a él mismo lo sorprendía: no hubo robos graves, ni balaceras, ni secuestros, ni asesinatos a sueldo, ni bombas, ni motines… nada de aquello que nutre los titulares de los noticieros cada día en un país azotado por el narcotráfico y el crimen organizado.
Fue una jornada ejemplarmente pacífica.
Tanto que los derrotados no gritaron fraude ni llamaron a sus huestes a exigir reconteos, ni los triunfadores convocaron a las suyas a que vayan a defender los votos.
Cosa rara en Ecuador (que no debería serlo en ninguna democracia madura): la candidata vencida felicitó al ganador y hasta le ofreció los votos mayoritarios de su partido en la Asamblea para avanzar en un camino consensuado hacia mejores días en el país.
Un discurso pacifista que hasta Correa, el político nada afable con sus contendores políticos, lo retuiteó (o como quiera que se diga ahora que Twitter se llama X). Un gesto mínimo, ciertamente, considerando que al menos hasta las 22:00 del domingo no escribió ninguna felicitación a Noboa, ningún llamado a la unidad. Nada. Quizá no se le pueda pedir más a quien proclamaba con prepotencia que su proyecto político duraría 300 años.
La mayoría de ecuatorianos volvió a dejar clara su posición: ya no respalda a políticos que crean polarización entre los ciudadanos, ya no respalda a gente que divide para vencer, a la que se nutre políticamente de exacerbar la lucha de clases, a la que hace de la confrontación su forma de gobernar. Eso ya no funciona. Al menos no en el Ecuador actual, que entiende que ya es demasiado tener que lidiar con el miedo a morir en medio de la guerra de los narcotraficantes como para tener que seguir soportando la pelea interesada de los políticos que cuidan sus puestos y su libertad.
Pensándolo mal
Los indecisos sumaban alrededor de un 30% de electores antes de la segunda vuelta. ¿Cómo hicieron los candidatos para convencerlos? Puede ser que las ofertas que fueron apareciendo en la campaña del balotaje llevaran a definir muchos votos, aunque ninguna de las más atractivas ofertas que se publicitaron en esta fase del proceso constaban en los planes oficiales de gobierno de los dos finalistas.
Pero, quedó claro que fue el marketing político el que definió al ganador. No fue la mejor oferta (ni siquiera la más demagógica) sino la mejor idea publicitaria la que terminó de consolidar un triunfo y sentenciar una derrota. No fue el análisis calmado y profundo de la mejor propuesta o el mejor perfil. No fue el balance de pros y contras. No. Nada de eso. Fue un factor emocional el que definió el resultado.
En la última semana de campaña, el equipo de Noboa repartió por medio Ecuador un cartón en el que estaba impresa su figura en tamaño real. Una enorme fotografía de él, cruzado de brazos, en actitud amigable, vestido informalmente. La gente llevó gratuitamente ese elemento de propaganda a su casa, a sus trabajos, a sus dormitorios, a sus fiestas, a la playa y a sus redes sociales. La gente se encargó de viralizar el pedido del candidato de que se votara por él, con humor, con irreverencia, con desparpajo y gratuitamente. De una manera creativa y arriesgada la campaña de Noboa logró que haya un número incalculable de promotores de su figura. Un golazo incontestable.
Y así, con esa carga emocional más que racional, muchos indecisos definieron por quién votar, con los resultados que ya conocemos.
No es un asunto exclusivo del Ecuador. Los estudiosos lo dicen: la gente vota, especialmente, guiada por sus emociones. Por factores que no tienen que ver con la racionalidad, el análisis, la meditación. Esa es la realidad de las elecciones democráticas. Ya hay quienes dicen que quizá no esté lejos el día en que para evaluar con más conciencia a los candidatos y hacer una elección más inteligente, menos apasionada, sea mejor encargar del frío análisis de las propuestas y los perfiles de los candidatos a una Inteligencia Artificial que sea capaz de examinar cifras, de calcular consecuencias de propuestas, de verificar datos, de no olvidar hechos de la vida pública del postulante. Quizás, entonces, deje de haber una elección imperfecta y pasemos a una perfección que, ciertamente, tampoco deberíamos llamar democracia: su etimología ya no encajaría.
Pensando en Ecuador
Noboa debe gobernar el Ecuador por un año y medio, aproximadamente. Un país que se ha ido convirtiendo en rehén del narcotráfico, que lo ha penetrado todo y solo piensa en expandirse. Un país que también es rehén de su mala situación económica: un déficit del 5% del PIB, un crecimiento económico (1,5%) más bajo del proyectado inicialmente para 2023 (2,9%), con una recaudación tributaria que no alcanzará las metas planteadas para este año, con ingresos petroleros más bajos de los planeados, con un incremento de la pobreza, sin mejoras en cuanto a empleo, con una deuda creciente.
El presidente electo se ha mostrado, hasta ahora, pragmático. Tendrá que usar esa cualidad para centrarse en no más de cuatro temas claves en su corto mandato, temas que, además, deben estar conectados. Esos pueden ser la seguridad, la inversión, la educación y las consecuencias del Fenómeno de El Niño.
Su partido no será mayoritario en la Asamblea. Sí lo será el de su rival en segunda vuelta, que ofreció su ayuda, pero que durante el actual gobierno de Guillermo Lasso ha centrado buena parte de su accionar en hallar la manera de resolver los problemas legales de sus líderes, unos ya sentenciados por corrupción y otros en litigio por ese tipo de asuntos. Así que su ayuda puede estar condicionada a estos aspectos.
Noboa tendrá muy poco tiempo, así que deberá procurar no enfrascarse en pugnas con la Asamblea sino usar, en especial, las leyes y facultades presidenciales que ya tiene a mano para avanzar lo más rápido posible en metas de interés nacional.
Especialmente, el nuevo presidente debería aprovechar el espíritu pacifista de la mayoría de ecuatorianos, demostrado en esta elección. Debe aprovechar la increíble viralización de su imagen que logró con la idea del cartón con su foto de tamaño real y, con ese mismo espíritu, involucrar al ciudadano en los cambios que hacen falta. Pero tiene que demostrar que así como logró ser el exitoso candidato del cartón será capaz de ser el exitoso presidente de carne y hueso.
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