<h6><strong>Ángel Collado</strong></h6> <h4><strong>Los 44 condenados por terrorismo que Bildu, partido heredero del brazo político de ETA, presenta a las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo han hundido el arranque de la campaña al PSOE.</strong></h4> Pedro Sánchez tiene en esa formación independentista vasca que dirige el antiguo pistolero de la banda Arnaldo Otegi su más fiel apoyo desde que llegó al poder en 2018. Pero <strong>a los principales candidatos socialistas no les viene nada bien</strong> que se recuerde ahora un dato que moviliza el voto a los partidos de la oposición y que paraliza al votante propio más tradicional. Bildu, con los populistas de Podemos y los separatistas catalanes, forma parte del frente de izquierdas que sostiene al Gobierno y con el que su actual presidente aspira a repetir mandato después de las elecciones generales de fin de año. Además de los beneficios penitenciarios para los etarras presos, S<strong>ánchez se había esforzado en blanquear a Bildu y darle juego en las tareas legislativas</strong> para normalizar una alianza que incomodaba a parte del PSOE, al menos a<strong> algunos barones regionales que no dependen para gobernar de los grupos independentistas: Emiliano García-Page (Castilla-La Mancha), Javier Lambán (Aragón) o Guillermo Fernández Vara (Extremadura).</strong> Lo que liquidan las listas trufadas de etarras es el discurso sanchista para que los militantes y votantes tradicionales de su partido digirieran la compañía del partido heredero de la banda: que ETA había desaparecido, que no había que hablar de la banda que asesinó a 853 españoles y que Bildu sólo era una formación de izquierdas e independentista con la que tenía que contar el Gobierno “de coalición progresista”. Los votos de los seis diputados sucesores en el Congreso de la antigua Batasuna, última marca política de los terroristas previa a la actual, han estado en las mayorías que han aprobado los principales proyectos del Ejecutivo, de los Presupuestos a la reforma laboral, la ley del “solo si es si” o los decretos de alarma aplicados en la pandemia y declarados después inconstitucionales. En aplicación de la doctrina de los proetarras, la llamada ley de memoria democrática de Sánchez aprobada en octubre pasado cambió la historia de la Transición para ampliar la etapa franquista hasta el primer gobierno socialista de Felipe González. Volvieron a escandalizarse algunos dirigentes socialistas con cargo, los barones de siempre, y los veteranos de la época ante el grado de complicidad o dependencia de su jefe con Bildu, pero sin que las protestas tuvieran consecuencia interna alguna en el partido. <strong>La presencia de los 44 terroristas en las listas reproduce aquel episodio de las críticas públicas sin efectos prácticos</strong>, pero con el añadido de que las urnas están muy cerca. Los efectos de la política nacional sobre la regional y local se acrecientan para gran disgusto de los socialistas que se examinan personalmente ante los ciudadanos en 12 días. Sánchez ha tenido que hacer algún comentario (“es legal pero no decente”) sobre el hecho que desnuda su blanqueamiento de Bildu mientras que <strong>el desmarque de los barones forma parte esta vez de sus respectivas campañas.</strong> “Yo, con los asesinos de ETA ni a la vuelta de la esquina”, dijo García-Page en un mitin con el propio presidente del Gobierno delante. Lambán pide directamente la ruptura de relaciones con Bildu, pero a sabiendas de que Sánchez no está en condiciones de perder un socio con el que está hipotecado a largo plazo y en el que ha invertido todo su potencial político e influencia mediática con el fin de difuminar su origen. <strong>Los tres barones indignados con Bildu se juegan por un puñado de votos sus respectivas mayorías de gobierno</strong> frente al ascenso del Partido Popular. Y el PP no suelta la presa de denunciar “la indecencia” del sanchismo al gobernar por y para los herederos de Batasuna-ETA. Otro sector del PSOE guarda un expresivo silencio ante la brecha abierta en la campaña general de los socialistas: el que depende, igual que su jefe de filas, del apoyo de los partidos separatistas para repetir en el poder. Destacada el caso de María Chivite en Navarra, al frente de la Comunidad Foral desde hace cuatro años gracias al respaldo externo que le presta la marca local de Bildu. Tampoco entra en el debate Ximo Puig desde la presidencia de la Generalitat Valenciana e hipotecado a su vez con todos los partidos populistas e independentistas de la región. <strong>Sánchez aportaba a la campaña del PSOE para el 28M sus fotos con Biden y los anuncios de bonos para todos, pero su hipoteca con Bildu se ha convertido el principal problema para los candidatos socialistas.</strong>