Por pocos días, mañana martes se estrena en las pantallas de cine el documental Napoleón, en el nombre del arte, dirigido por Giovanni Piscaglia y narrado por el actor Jeremy Irons, que se reúne con el espectador en el interior de la catedral de Milán y en las salas de la biblioteca Braidense de Milán.
Mientras sufría la angustia del exilio, previo a su muerte, en la remota isla de Santa Elena, se lee en sus memorias que Napoleón pensaba que la posteridad le admiraría no sólo por sus batallas, sino por llevar la cultura y la belleza al pueblo, por crear el sistema escolar estatal y la idea moderna de un museo universal, propiedad de todos, abierto al pueblo llano. De esta faceta de su vida nació Napoleón. En el nombre del arte.
El punto de partida de la película es la coronación de Napoleón como Rey de Italia, el 26 de mayo de 1805, en la Catedral de Milán. Representa un momento de encuentro entre el Emperador y la sobrecogedora importancia de los siglos pasados: el mundo grecorromano, el Renacimiento e incluso la herencia lombarda, representada por la Corona de Hierro que Napoleón lució al culminar la ceremonia.