Serhii Pohoreltsev
Embajador de Ucrania en España
Es sumamente improbable que alguien, mientras esté en su sano juicio, vaya a dar la bienvenida a la peste en su casa. Por una razón obvia: con la peste no se puede negociar y aún menos llegar a un acuerdo.
Si alguien todavía tenía dudas —incluso después de las masacres perpetradas por las tropas rusas en Bucha e Irpín, en las afueras de Kyiv y el descubrimiento de las fosas comunes llenas de civiles en Izum—, una vez liberada por el ejército ucraniano la región de Járkiv, los bombardeos indiscriminados de las ciudades ucranianas en vísperas del Año Nuevo y justo después de la Nochevieja deberían disiparlas definitivamente.
El régimen de Putin es un portador de la peste que fue capaz de infestar a toda la población de Rusia con el chovinismo, revanchismo y odio crónico hacia Occidente, con el desprecio de sus valores y el elogio de la muerte.
Los sondeos sociológicos en Rusia, por poco fiables que parezcan en un país bajo un régimen totalitario, demuestran que la mayoría es sincera en su apoyo a Putin y su agresión contra Ucrania. Todo a pesar de que las bajas mortales de las tropas rusas en Ucrania ya superan las 360.000. Putin y su régimen totalitario y expansionista es la respuesta a la demanda popular de corregir el “error histórico” del fallecimiento de la Unión Soviética. Los bombardeos masivos rusos llevados a cabo la semana pasada y el 2 de enero deben hacer volver a la realidad a Occidente, que está perdiendo la sensación de la urgencia que representa la agresión rusa contra Ucrania. Nos afecta a todos los europeos.
El Kremlin no da signos de que está dispuesto a dar marcha atrás y renunciar a sus planes expansionistas porque ve que Occidente demuestra cierta debilidad y cansancio a la hora de apoyar a Ucrania dándole todos los instrumentos que la permitirían hacer frente a esta invasión sin precedentes. Por eso Moscú intensifica su campaña de terror contra Ucrania y de chantaje contra los vecinos bálticos y Finlandia.
Occidente puede y tiene capacidades para acelerar el suministro adicional a Ucrania de sistemas antiaéreos y sus correspondientes proyectiles; armar al ejército ucraniano con todo tipo de drones de uso militar y misiles de largo alcance superior a 300 km; y dar su visto bueno a utilizar los activos congelados de Rusia para ayudar a Ucrania.
Finalmente, que no es una cosa menor, puede imponer un aislamiento absoluto y sin excepciones a los así llamados diplomáticos rusos, denegándoles el acceso a todas las instituciones públicas y civiles como representantes del régimen porque propagan mediáticamente las falsedades y las narrativas del Kremlin. La diplomacia de Putin es nada más que una forma de agresión enmascarada que trata de ocultar, tras una cortina de humo creada con una mezcla de palabras engañosas e hipócritas para confundir a cualquiera, los verdaderos propósitos del Kremlin.
El régimen terrorista de Putin y la población rusa deben aprender que el mundo no va a mirar al otro lado mientras la agresión rusa siega vidas inocentes y arruina todo un país en el centro de Europa.
En ocasiones de amenaza existencial para la humanidad, la civilización siempre recurrió a la cuarentena absoluta de los territorios infestados para evitar, o al menos limitar, el riesgo de que se extendiera una enfermedad mortal. Ya ha llegado la hora de confinar a Rusia hasta que se recupere de sus enfermedades y esté lista para convivir pacíficamente con sus vecinos.
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