Carlos Midence
Embajador de Nicaragua en España
En Nicaragua, el 4 de mayo simboliza, resume y manifiesta la Dignidad Nacional. Dignidad de un pueblo noble, decoroso. Es la refundación de las luchas que le anteceden, que van desde Diriangén, Andrés Castro, los indios flecheros, Benjamín Zeledón, entre otros. Es el nacimiento de la conciencia colectiva, el patriotismo, la búsqueda de la justicia y la inclusión de los postergados a la idea, práctica y construcción de la nación. Augusto C. Sandino, en el primer tercio del siglo XX, con el gesto político y combativo de no rendir sus ideales ante las tropas invasoras -coludidas con los que él llamaba peleles y bola de canallas- sembró e hizo germinar una serie de principios, valores, nociones y prácticas que tendrán pleno fruto en la actualidad, mediante lo que podemos llamar una Democracia de ejercicio como Buen Gobierno.
Hasta la irrupción de Sandino como sujeto político, en la historia de Nicaragua, los gobiernos surgidos de los partidos tradicionales solo alimentaban una administración contrademocrática. Decimos esto porque, cuando revisamos las constituciones de la época, se constata un diseño legislativo binario y segregacionista: planteaba, incluso de forma explícita, una Nicaragua que permitía a las elites buscar beneficios, mediante la inserción desigual en el mercado internacional de la época, mientras negaba a la mayoría desde el acceso a la tierra hasta la obtención de salarios justos. Margarita Calderón, madre de Sandino, fue víctima directa de esta legislación que fomentaba el usufructo en contra de las mayorías.
En este orden de cosas, Sandino in-surgirá, no sólo en contra de la intervención estadounidense que, para esas fechas, tenía en su haber más de 12 en el país, sino en contra de un sistema indigno. De ahí la Dignidad de la que venimos hablando, opuesta a lo indigno del sistema imperante en la época. Esa misma indignidad es la que quiso campear en el país durante los denominados gobiernos neoliberales, ante la cual el Sandinismo, una vez más, le opuso digna resistencia. Es la misma indignidad que prevalece en la llamada oposición actual que, al igual a sus antecesores, clama intervención, agresión en contra del país. No obstante, una vez más la Dignidad del Sandinismo, del pueblo, resiste y va hacia adelante decorosamente.
Sandino y el Sandinismo establecerán en Nicaragua una noción inédita de Dignidad que resuena en la sentencia: yo no me vendo, ni me rindo, yo quiero Patria Libre o morir o, en la divisa utilizada en su sello: Patria y Libertad, cuyas proyecciones, si seguimos su ideario, desembocará en una Nueva Nicaragua, construida sobre la base de la inclusión, la justicia social, tal como se observa en la Nicaragua de hoy.
Este concepto de Dignidad es la invitación que el General de Hombres y Mujeres Libres, lanzó en la Segovia nicaragüense como sentido de lucha, síntesis de las resistencias, que se nutrió de un filón de formas de entender el mundo, pero afincada en una visión propia. Sandino, ese 4 de mayo de 1927, desató la energía popular para convertirla en un proyecto y programa de lucha que construyó una red de vínculos sociales, culturales y políticos, consiguiendo con ello -en 1979 por la vía armada, y en el 2006- 2011-2016 por vía electoral-, con el liderazgo del Comandante Daniel Ortega y la Poeta Rosario Murillo, echar abajo los mecanismos de exclusión, pobreza, explotación y sometimiento inherentes al sistema colonial/imperial y a las llamadas distopías políticas que las elites han tratado de imponer en nuestra región y en Nicaragua en particular.
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