Antonio Alonso Marcos
Universidad San Pablo CEU
Sin lugar a dudas, el mundo cambiará tras la crisis del coronavirus, cuyas consecuencias e impacto reales aún no podemos ni siquiera adivinar. También el mundo cambió con el 11-S, de manera que desde aquel momento es bastante habitual encontrar abundante literatura científica sobre radicalismo, el extremismo y el terrorismo vinculados al islam.
En el mundo contemporáneo, especialmente tras la Ilustración y la Revolución Francesa, es un problema recurrente el encaje armónico entre el Estado y la religión. Este problema aún no se ha resuelto en los países de tradición cristiana y mucho menos en los de raíz musulmana, donde la cultura y la mentalidad nacional está impregnada de religión desde hace siglos. En estos lugares, es difícil buscar un equilibrio entre modernidad y respeto a la libertad religiosa de un colectivo y los derechos individuales de las personas a que se les respete esa libertad religiosa.
Otro problema añadido es el que se da en países de mayoría musulmana, de larga tradición islámica, pero donde también hay amplias minorías de otras religiones. Allí el estado también debe armonizar las relaciones entre los distintos credos y cultos de modo coherente, sin dañar a nadie y conservando la confianza del pueblo en la justicia. La respuesta a estas difíciles cuestiones es simplemente la tolerancia, entendida como principio básico de la vida espiritual de la sociedad, principio que a pesar de haber sido expuesto en la teoría en muchos discursos no siempre se ha conseguido realizar plenamente en la práctica.
El respeto mutuo y la tolerancia son especialmente importantes en los procesos políticos y sociales que tienen lugar actualmente en la región de Asia Central. Este es el caso de Uzbekistán, donde conviven miembros de 16 religiones y más de 130 etnias, gracias en parte a que por el actual territorio de Uzbekistán transcurría la Gran Ruta de la Seda, que estimuló el proceso de enriquecimiento mutuo y la influencia de diversas culturas y religiones. Durante muchos siglos, coexistieron pacíficamente allí el budismo, el islam, el cristianismo y el judaísmo. Así, este proceso tiene profundas raíces históricas en Uzbekistán. Además, la tolerancia es uno de los principios básicos de su ideología nacional actual, fundamentos que el Estado ha estado persiguiendo desde los primeros días de su independencia.
Las ideas de tolerancia y coexistencia pacífica tienen una larga y persistente tradición en el pensamiento uzbeko. Los educadores de jadid de Asia Central reconocidos internacionalmente, tales como Ahmad Donish, Avaz Utar, Furkat, Mukimi, Hamza, Aini, Behbudi, Fitrat entre otros, desarrollaron en sus trabajos estas ideas de amistad y cooperación entre los pueblos. Furkat abogó por el estudio de las ciencias y la tecnología europeas, la cooperación con otros pueblos y el estudio de sus culturas y tradiciones espirituales. Por su parte, Fitrat, escribió: “No hay duda de que, aunque las personas profesan una religión diferente, viven en países diferentes y pertenecen a diferentes tribus y etnias, todos son niños de la misma raza humana. En otras palabras, son hermanos. Y si es así, todos deberían amar y respetar la dignidad de cada uno y deberían dar vida a una era de hermandad universal. Cuando logren crear una hermandad universal, entonces llegará la era de la felicidad de la vida mundial, la felicidad universal».
La libertad religiosa, garantizada por la legislación nacional, creó todas las condiciones necesarias para satisfacer las necesidades religiosas de los ciudadanos como miembros de grupos nacionales y étnicos diversos, que en la actualidad practican casi todas las confesiones cristianas, así como el budismo, el bahaísmo, el judaísmo y las enseñanzas de Krishna. De acuerdo con las leyes uzbekas, no existen restricciones sobre el número de organizaciones religiosas o su duración.
En el Comité de Asuntos Religiosos se ha creado un Consejo de Asuntos Religiosos con el objetivo de establecer la cooperación con las organizaciones religiosas, ayudar en la implementación de actividades de varias denominaciones religiosas, desarrollar conjuntamente propuestas y medidas para garantizar la paz y la armonía interreligiosas e interétnicas en la sociedad, el desarrollo cultural y el diálogo interreligioso. El Consejo de Asuntos Religiosos está integrado por los líderes de la Oficina de Gestión de Musulmanes de Uzbekistán, las eparquías de la Iglesia Ortodoxa Rusa de Taskent y Uzbekistán, la Iglesia Católica Romana, la Unión de Iglesias Evangélicas Bautistas Cristianas, el Centro de Iglesias del Pleno Evangelio, la Iglesia Evangélica Luterana y la comunidad judía de Taskent.
El Estado ayuda, sin hacer distinción de credo, a las diversas religiones, aportando fondos para la reparación, restauración y mantenimiento de las instalaciones religiosas. El Estado tampoco impone restricciones a las manifestaciones públicas del culto, más allá de las habituales del respeto al justo orden público, de manera que pueden celebrar libremente todas las fiestas religiosas: Kurban Hait y Ramadan Hait, Pascua y Navidad, Pesaj, Purim, Hanukkah, entre otras.
El Gobierno de la República de Uzbekistán también ha ayudado en los últimos años a realizar peregrinaciones a los lugares sagrados de La Meca y Medina y ha traducido al idioma uzbeko el Corán, el Nuevo Testamento y 16 libros del Antiguo Testamento. Fueron construidas y restauradas cientos de mezquitas, iglesias y lugares de culto, incluidas las iglesias ortodoxas en las ciudades de Taskent, Samarcanda y Navoi, la Iglesia Católica en Taskent, la Iglesia Apostólica Armenia en Samarcanda y muchas otras.
Por otro lado, el plan de estudios de las escuelas de Uzbekistán contiene la asignatura «Historia de las religiones», mediante la que los estudiantes de secundaria se familiarizan con los fundamentos básicos, los conceptos espirituales y las reglas rituales de todas las principales religiones del mundo y, por medio de una discusión activa, se desarrolla una actitud respetuosa hacia los miembros de cualquier religión o aquellos se consideran ateos.
Con este tipo de iniciativas y medidas se trata de luchar contra el radicalismo, lo que no obsta para que en Uzbekistán se den casos de personas que instrumentalicen la religión para encubrir sus objetivos políticos o para realizar ambiciones personales y estrategias extremistas globales. Ahí, sin duda, debe intervenir el Estado para garantizar la seguridad y la vida pacífica de sus ciudadanos, separando a estas personas del resto de la sociedad, para que no al dañen. La lucha contra el radicalismo se lleva a cabo no solo en el ámbito legal o policial sino que también está involucrada la sociedad en su conjunto, oponiéndose conjuntamente a quienes convierten la fe en moneda de cambio de manipulación política.
Uzbekistán es un Estado moderno que se está desarrollando activamente y cuyas gentes han definido desde hace mucho sus objetivos y prioridades en este campo. Allí la tolerancia religiosa es una de las garantías de que todos los planes descritos por las reformas se implementarán a tiempo, contribuyendo a una mayor prosperidad del país y su gente.
© Todos los derechos reservados