El 21 de septiembre de 1177 el rey Alfonso VIII conquistó definitivamente la ciudad de Cuenca para los cristianos, después de un duro asedio que duró 9 meses. Con el establecimiento del Fuero de Cuenca se favoreció el rápido crecimiento poblacional, habitada por aquel entonces por las tres grandes culturas medievales: musulmana, judía y cristiana.
En el siglo XVI se vive un gran auge económico, gracias sobre todo al comercio textil de paños y alfombras. Esta circunstancia duró hasta el siglo XVIII, cuando entró en una grave crisis económica debido a la Guerra de Sucesión y más adelante por la Guerra de Independencia. La tercera de las Guerras Carlistas y más tarde la Guerra Civil causaron nuevamente estragos en la ciudad, siendo saqueada e incendiada en varias ocasiones. En la segunda mitad del siglo XX se comenzó a potenciar el crecimiento turístico de Cuenca. Gracias a las Casas Colgadas y la Catedral de Santa María y San Julián, la ciudad fue declarada Paisaje Pintoresco en 1963 y Patrimonio de la Humanidad en 1996.