La candidata socialista, Susana Díaz, el domingo al conocerse los resultados.
Cristina de la Hoz. Madrid
Treinta y tres años de gobiernos socialistas ininterrumpidos, que se convertirán en treinta y siete, confirman las peculiaridades del territorio más poblado de España y el error de extrapolar automáticamente los resultados de las elecciones andaluzas del domingo. No obstante, también hay lecturas en clave nacional de las que extraer las consecuencias.
Nuevos actores políticos
La irrupción de Podemos y de Ciudadanos al escenario político andaluz vaticina el que será el nuevo tablero de juego también en el ámbito nacional. Bien es cierto que Podemos ha quedado lejos de hacer el sorpasso al PSOE, otra cosa es que ésta fuera realmente su intención. Mejor tener a Susana Díaz en la Junta que dando el salto a la política nacional. En todo caso, Andalucía tiene unas peculiaridades –lo demuestran los 33 años ininterrumpidos de gobiernos socialistas, que se convertirán en 37—que no son extrapolables automáticamente al resto del país.
Bipartidismo, tocado, pero no hundido
PSOE y PP suman el 62 por ciento de los votos y se mantienen como primera y segunda fuerza, respectivamente. El bipartidismo, que en 2012 sumó el 80 por ciento, resulta tocado, pero no hundido aunque lo cierto es que resiste gracias a los resultados socialistas. El PP ha tenido un descalabro, perdiendo 500.000 votos. Ciudadanos crece en buena medida gracias a esa caída popular. El PP andaluz cree que la “marca ha tirado para abajo” y acusado el desgaste de la acción de gobierno de Rajoy frente a una buena campaña de Moreno Bonilla.
Divorcio campo-ciudad
De nuevo el sector rural andaluz apuntala el triunfo socialista, aunque ceda en total 140.000 votos. Los primeros datos del escrutinio, correspondientes a las pequeñas localidades, daban al PSOE resultados por encima de los 60 escaños. Sigue siendo un terreno virgen para los populares, que, a pesar de la debacle, confirman su triunfo en las ciudades de Málaga, Granada, Almería, Córdoba y Jaén cuyos ayuntamientos gobiernan. Sin embargo, corren el riesgo de perder en mayo el poder en Sevilla y Huelva, donde ha ganado el PSOE, y en Cádiz, con triunfo de Podemos.
Una corrupción que reparte beneficios
La corrupción multimillonaria en torno a los ERES y los cursos de Formación no ha pasado factura al PSOE a pesar de las dimensiones de ambos casos o, precisamente, por ello. Lo que diferencia los ERES de otros ejemplos como la Gürtel en Madrid, o los Pujol, en Cataluña, es que del mismo se beneficiaban amplias capas sociales, empresariales y económicas. La manguera de dinero público alimentaba fraudulentamente a trabajadores y falsos trabajadores, a empresarios y empresas, a organizaciones sindicales y patronales, a despachos de abogados, a amigos y compañeros de partido. En fin, muchos beneficiarios de un sistema clientelar corrupto que no sólo tenía en cuenta a los amiguetes de fechorías. Ni siquiera la imputación de los ex presidentes andaluces Chaves y Griñán le ha hecho mucho daño a Díaz aunque hayan sido los resultados más pobres del PSOE.
Sociedad subsidiada a la cola de Europa
Andalucía tiene los peores datos de desempleo y de abandono escolar temprano de la Unión Europea y aun así, la sociedad andaluza es inmune al cambio, bien porque no le satisface la alternativa que le ofrece el PP, bien porque el modelo de sociedad dependiente en muy buena medida de las ayudas públicas los convierte en resistentes a modificar el statu quo. La propia Susana Díaz afirmó en campaña que esperaba dejar a su hijo, del que está embarazada, una Andalucía mejor que la que ella se ha encontrado y que no es otra que la que ha heredado de su propio partido y de sus padres políticos.