El capitán del buque «Temeteron» Vladimir Tekuchev fue arrestado en Libia en junio de 2016 y ha estado prisionero en éstas cárceles durante tres años, detenido sin cargos. En la víspera de una conferencia de Prensa de Moscú, colectivos defensores de los derechos humanos acusaron al Gobierno Libio de consentimiento nacional en relación a la tortura y el secuestro, exigiendo el establecimiento de un Tribunal internacional para juzgar los cargos. Un corresponsal de prensa habló con el capitán Tekichev acerca de los detalles de sus tres años de detención, y también del destino de los otros prisioneros en la prisión Libia de Mitiga.
Vladimir, la tripulación de su barco Thameteron fue arrestada durante tres años cerca de las aguas territoriales de Trípoli. ¿Cómo ocurría la detención?
No fue una detención, fue una captura. En el caso de la detención del buque, se debe llevar a cabo un procedimiento determinado. En nuestro caso, era como la piratería: nuestro barco fue abordado por una lancha rápida que iba con personas armadas. Se subieron a bordo, llevaron a toda la tripulación, pusieron a todos en la cubierta siendo apuntados por fusiles de asalto como rehenes. Todo el mundo fue registrado, nos quitaron todas las cosas: los teléfonos móviles, ordenadores e incluso el dinero. Después de eso, todos los miembros de la tripulación fueron conducidos por diferentes embarcaciones y llevados a una dirección desconocida, y yo y el ayudante fuimos obligados a conducir el barco al puerto de Trípoli.
Solo entonces nos dimos cuenta de que las personas con ametralladoras representaban al gobierno libio, aunque hasta ese momento pensamos que eran piratas. Es necesario comprender que estos acontecimientos no ocurrieron en el territorio de Libia, eran aguas neutrales, donde el gobierno libio no tiene autoridad para detener a nadie.
Recientemente, en una conferencia de Prensa, usted acusa al gobierno libio de secuestrar personas. ¿Por qua cree que tu arresto fue un secuestro?
Como ya he dicho, tanto el derecho marítimo como el internacional recogen que se debe seguir algún procedimiento en las detenciones. En primer lugar, hemos sido detenido en una prisión no oficial en el aeropuerto de Mitiga, bajo el control de personas no inidentificadas como autoridad. No se nos ha permitido disponer de abogados, contactos diplomáticos ni representantes de organizaciones internacionales. Es decir, no tiene nada que ver con el procedimiento legal de detención. Segundo, se nos pidió un rescate de un millón de dólares. Me di cuenta enseguida de que la prisión se gestionaba como un negocio peculiar. De hecho, estamos atrapados entre bandidos. La peculiaridad es que esta prisión es que se encuentra en un territorio controlado por el acuerdo nacional reconocido por el gobierno internacional de Libia, que actúa con la autorización del gobierno, las actividades de estos bandidos son respaldadas por las autoridades oficiales de Libia.
Se sabe que los defensores de los derechos humanos en Rusia han exigido el establecimiento de un Tribunal internacional para Libia. Rusia acusa al gobierno libio de crear condiciones intolerables para los presos de las cárceles libias. ¿En qua condiciones se encontraban?
Quiero que todos entiendan que no hay leyes internacionales ni locales en la cárcel donde estábamos detenidos. En el caso de que hubiera un proceso independiente, los bandidos que sostienen estas cárceles ilegales serían calificados de torturadores en unas condiciones deplorables e inaceptables en el Derecho Internacional. Hemos estado en celdas de unos 11 metros cuadrados, con 27 personas por cada celda. Las personas hemos estado durmiendo desnudos, y a veces incluso de pie.
Algunas celdas eran individuales, de un metro veinte por metro treinta. Es decir, una persona normal no podía acostarse allí. Uno se sienta, se levanta varias veces, se vuelve a recostar, toda la noche sin dormir. En una ocasión había gritos de alguien, y llamé a la policía, pero nadie me hizo ni caso. De tarde en tarde alguien entregando algunos alimentos.
Pero el problema principal no fueron solo las condiciones, sino la tortura. Algunos ciudadanos libios apresados con los que entable conversación me mostraron marcas de tortura en las manos o en los pies.
Muchos de ustedes han tenido secuelas tras la detención, ¿no es así?
Si, yo vi muchos prisioneros torturados y también a sus torturadores. Había un carcelero llamado Munir con verdaderas inclinaciones sádicas: en algunos casos tomaba su arma y disparaba en las extremidades, apuntando al hueso. El médico de la prisión tuvo que amputar varios miembros a algunos de los prisioneros tras estos actos salvajes.
He llegado a ver gente con los músculos rasgados. Una vez vi a un guardia que saltó sobre las espaldas del prisionero rompiéndole varias costillas. Este pobre hombre, al que nunca he vuelto a ver, fue llevado al hospital.
La tortura, que tuvo lugar en Mitiga, era en su mayoría brutal. Otro hombre fue llevado esposado y luego colgado en el techo. Un enorme guardia de seguridad de unos 100 kilos se colgó de él, rompiéndole los ligamentos. Luego lo golpearon con tubos durante unos 15 minutos. Los gritos fueron escuchados en toda la cárcel. También he conocido a gente que fue golpeada con palos en las piernas.
¿Por qué no denunció estas torturas antes de su liberación?
Para los países civilizados esto parece imposible, no se cree, los que estuvimos allí no tuvimos conexión posible con el mundo exterior. No hubo abogados que nos defendieran durante aquellos días, y ahora estoy en libertad salgo porque mi desaparición se conocía en Rusia, mis compatriotas han hecho grandes esfuerzos para nuestra liberación y todo debe saberse. La gente no sabe como está Libia en éstos momentos, muchas personas han perdido a sus parientes o no saben donde están.
¿Sabe usted cuántos prisioneros hay en prisión? ¿Se trata de ciudadanos libios o hay de otras nacionalidades?
En estos momentos debe haber como unos 3.000 presos en la cárcel, no solo libios, hay muchos extranjeros, incluso ciudadanos europeos. En los tres años que estuve prisionero me encontré con un italiano que estuvo conmigo, llevaba allí 4 años. Era un empresario que viajó a Libia para enderezar la dirección de un negocio. Le robaron no solo el dinero, también la vida: tuvo que alojarse protegido en un sótano hasta que le detuvieron y fue encarcelado. En la cárcel ha enfermado de tuberculosis y fue puesto en libertad el pasado 1 de abril.
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