ENTRE TIERRAS DE CEREAL, VID Y OLIVO, UN MANTO PÚRPURA Y ORO IRRUMPE EN TIERRAS MANCHEGAS. ANTE LA INMENSA LLANURA SE ATISBA UN CERRO, EL CALDERICO. SOBRE ÉL DESCANSAN DOCE “GIGANTES” BLANCOS. LA INSPIRACIÓN DEL MÁS CÉLEBRE ESCRITOR DE LA LITERATURA ESPAÑOLA PARA DAR VIDA AL QUIJOTE.
Cuentan que desde la antigüedad clásica los estigmas de la flor de azafrán se esparcían por las salas donde se celebraban festines. Se usaban como relleno de los cojines y servían para teñir vestidos de fiesta. Consuegra revive la ancestral tradición y recibe a propios y extraños, entre el 27 y el 29 de octubre, en su LV edición de la Fiesta de la Rosa del Azafrán. La tradición del cultivo data de la alta Edad Media y es originario de Oriente Medio.
Azafrán viene del latín Safranun. Una derivación del persa zaferan que significa “oro”, “pluma” o “estigmas”. Tal importancia tuvo esta especia que el propio rey Alfonso VIII reservó para la corona un tercio del azafrán de Consuegra. La orografía y el clima de esta población manchega han sido propicias para el crecimiento de la especia más valorada del mundo.
El proceso de transformación sigue apenas intacto desde hace más de veinte lustros. La fiesta recrea todo el proceso de producción. Desde el cultivo hasta la recolección, la monda y el tueste. En la actualidad, España es el segundo país productor de azafrán del mundo y dispone de una denominación de origen protegida: Azafrán de La Mancha.
LUCIO Y SANCHO
Cuatro molinos de viento conservan todavía la maquinaria original. El de Sancho hospeda la tradicional Molienda de la Paz el sábado y, en el de Rucio, se puede hacer una visita guiada o asistir a una molienda diaria. Y las moliendas se complementan con muestras de Folklore tradicional, como la del Molino de Viento “Bolero”. La fiesta continúa el domingo en la Plaza de España, donde se reúne una representación de grupos de Coros y Danzas españoles para dar comienzo a la LV Edición del Festival Nacional de Folklore “Rosa del Azafrán”.
No falta el deleite gastronómico a través de un concurso en el que, además de probar platos típicos de la localidad, se puede conocer la faena de los fogones manchegos.
TOLEDO Y SU GASTRONOMÍA
Toledo, la ciudad sagrada de las diez sinagogas que inspiró a artistas como el Greco y ha sido escenario de numerosas novelas, es conocida con el sobrenombre de la Ciudad Imperial por ser la sede de la Corte de Carlos I. Construida de manera estratégica sobre una colina granítica y con un foso natural del río Tajo, se ha mantenido impasible ante el devenir de la historia. En lo alto, defendiendo la ciudad, el Alcázar. Edificio, a caballo entre una fortaleza y un monasterio, que tiene sus orígenes en el palacio romano del Pretorio.
Es impresionante contemplar sus edificaciones colgantes, en las que se dejan ver los antiguos paños de muralla. Y maravilloso deambular por sus callejuelas tortuosas para tratar de entender el trazado de su planimetría, testimonio de tres las culturas –judía, musulmana y cristiana– que dejaron huella imborrable en la ciudad.
LA POSADA IMPERIAL
La mejor manera de captar la esencia de esta ciudad mágica es desde la distancia que marca el Cerro del Emperador. Allí se erige el Parador de Toledo. Un placer para el descanso. Por fuera, un mirador perfecto para divisar el lienzo de esta Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Por dentro, amplias y lujosas instalaciones. El confortable mobiliario se inserta con vigas, escaleras, barandillas de madera y elementos mudéjares en alfombras y azulejería.
Y al calor de sus fogones delicias de cocina tradicional como el pisto, el cordero asado o los gazpachos manchegos.
Platos de caza, como perdiz estofada, guisos de venado o jabalí, codornices en escabeche, conejo al ajillo o guisos caldosos a base de conejo o liebre. Siempre regados por un buen vino manchego.