Enrique Sánchez Motos
Administrador Civil del Estado
El siglo XXI va a poner de manifiesto la rotunda inferioridad moral de la izquierda, salvo que ésta denuncie a Marx, al marxismo y a todas las dictaduras de ella derivados. El marxismo ha propugnado el uso de la violencia para destruir el Estado y acabar con el régimen de propiedad y capital privado (capitalismo). Marx y Engels lo dijeron sin tapujos en El Manifiesto Comunista de 1848 y lo mantuvieron hasta sus últimos días.
También Engels, en El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado de 1884, dejó claro que hay que acabar con el Estado, que es el instrumento mediante el cual la burguesía reprime al proletariado. Quien crea que eso no era el pensamiento de Marx y Engels, debe leerse los libros citados o, si lo prefiere, El Estado y la Revolución, de 1917, en el cual Lenin explica, copiando citas de ambos libros, el auténtico pensamiento marxista, que él puso en marcha en la Unión Soviética tras dar un golpe de Estado contra el gobierno revolucionario de coalición de Kerensky.
La triste realidad es que, por una parte, la izquierda no se ha leído ni parece que quiera leer a sus fundadores, y por otra que, la derecha, ha sido siempre muy pacata en utopía y sólo ha esgrimido en su favor la mayor eficiencia de la empresa privada.
La izquierda, y la pseudo izquierda, siguen sin querer saber o, lo que sería peor, pretendiendo que no saben, nada de los crímenes y abusos a los que Marx y sus teorías llevaron a gran parte de la humanidad. La materialización de sus ideas tiene iconos claros, como el Muro de Berlín, el sangriento aplastamiento de las protestas de Hungría en 1956 o la entrada de los tanques rusos en Praga en agosto de 1968, muy poquito después del revolucionario mayo francés. La izquierda se aprovechó y se sigue aprovechando de la boina del Che Guevara que, de haber llegado a triunfar en Bolivia, habría sido otro Castro u otro Maduro.
La izquierda pretende tener el monopolio de la solidaridad y de la preocupación por las clases bajas. ¡Que se lo digan a los pueblos polaco, húngaro, checo, rumano, búlgaro, alemán! No sólo vivieron en la penuria y escasez económica, sino que encima se vieron despojados de su dignidad, teniendo que venderse y hacerse miembros del partido para lograr que sus hijos pudieran tener acceso a la universidad, a un trabajo algo mejor o una vivienda compartida.
El totalitarismo es así, el Estado lo controla todo. La película “La vida de los otros” denuncia la opresión a que la policía política alemana, Stasi, sometió a sus ciudadanos, comprándolos, sobornándolos para que espiaran a sus vecinos, a cambio de lograr mejores condiciones de vida. Se estima que tres millones de alemanes sucumbieron a las presiones de su policía política. No sé hasta cuándo habrá que seguir esperando para que, cineastas progres españoles, hagan alguna película sobre la represión político policial en Cuba, sobre el funcionamiento en cada manzana de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) que controlan la vida de sus vecinos y aplastan la mínima libertad de expresión.
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