Antonio Hualde
Abogado e investigador de la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón
A finales del siglo XVI naufragaba un navío portugués en la costa de Brasil. Su único superviviente fue rescatado por los guaraníes, con quienes pasó el resto de su vida e incluso llegó a casarse con una indígena. Uno de sus descendientes, llamado Muribeca, descubrió en la zona unas minas con ingentes cantidades de oro, plata y piedras preciosas. Comenzó a explotarlas y se hizo riquísimo comerciando con lo que extraía de ellas desde el puerto de Bahía.
De allí partió su hijo hacia Portugal, y en su ambición no dudó en prometer al rey revelarle la ubicación de dichas minas a cambio de obtener el título de marqués. Una vez conseguido, retornó a Brasil junto a una expedición de la corona portuguesa. Pero al llegar a Bahía y abrir el sobre que contenía su nombramiento, descubrió que en lugar de un marquesado se le había otorgado una capitanía provisional. Indignado, se negó a revelar la ubicación de las minas y murió en prisión, llevándose el secreto a la tumba.
Ese relato originaría uno de los mayores mitos arqueológicos de Brasil, aunque más que con unas supuestas minas de oro tiene que ver con una civilización perdida. Ya en el siglo XIX se descubrió en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro un antiguo manuscrito que narraba el viaje que un grupo de bandeirantes -aventureros y traficantes de esclavos-, comandados por un tal Francisco Raposo, y el fabuloso hallazgo que hicieron.
En dicho manuscrito, catalogado con el número 512, Francisco Raposo refiere al virrey de Brasil el descubrimiento de una ciudad abandonada hacía bastante tiempo, pero con unas trazas de civilización similares a las de cualquier urbe grecorromana. De hecho, la descripción que se hace del camino empedrado que desembocaba en un arco de piedra con tres cuerpos guardaría un cierto parecido con la ciudad romana de Timgad, en Argelia.
Los edificios residenciales serían parecidos a las insulae romanas, y habría varias edificaciones a modo de palacios, decoradas con hermosos bajorrelieves. Una plaza central contendría un obelisco de piedra negro coronado por una figura que señalaba hacia el norte.
Por si esto fuera poco, a dos días de camino encontraron una cascada tras la cual habría un conjunto de cuevas en cuyo interior se encontrarían yacimientos auríferos con señales de haber sido explotados siglos atrás, y en el río pudieron ver una canoa tripulada por dos hombres con rasgos europeos, que huyeron al verse descubiertos.
El explorador Richard Burton publicó una traducción del manuscrito 512 en su Explorations of The Highlands of Brazil. Su lectura cautivó a otro insigne aventurero, Percy Harrison Fawcett, en cuya trayectoria se había fijado supuestamente Steven Spielberg para crear el personaje de Indiana Jones.
El caso es que Percy Harrison Fawcett se adentró en 1925 en la cuenca del río Xingú en Mato Grosso, esperando dar con la ciudad perdida. Nunca más se volvió a saber nada más de él. Pero su desaparición no ha hecho sino aumentar la leyenda de un lugar infructuosamente buscado desde hace siglos. Aún hoy hay quien se adentra en la selva para ver si es capaz de encontrar la misteriosa ciudad.
24/09/2018. © Todos los derechos reservados