<h6><strong>Ángel Collado</strong></h6> <h4><strong>Pedro Sánchez ha logrado encarrilar el final de la legislatura con un gobierno en constante pelea interna, aunque unido por la voluntad de seguir en el poder con la misma fórmula de coalición de izquierdas.</strong></h4> El jefe del Ejecutivo impone la disciplina en el PSOE, e incluso se decanta por las posiciones de Podemos cuando lo considera necesario para su estabilidad, pero la otra parte del frente sigue sin aclararse con la herencia del fundador Pablo Iglesias. <strong>Los socialistas temen que sus socios más populistas acudan divididos a las urnas y que su representación quede tan disminuida que no llegue para sumar mayorías de izquierdas.</strong> Sánchez reconoció en abril del pasado año que aspira a repetir mandato después de las elecciones generales en coalición con “el espacio” que representa Yolanda Díaz. El presidente del Gobierno no citó a Podemos, el partido fundado por Pablo Iglesias, con quien firmó el actual pacto que le permitió acceder al cargo. Nueve meses después, el problema para los planes del secretario general del PSOE es que<strong> ni a las herederas de Iglesias que controlan Podemos les gusta la vicepresidenta y ministra de Trabajo del Gobierno de Sánchez, ni a esta le gusta Podemos.</strong> Díaz, que procede de Izquierda Unida, puso en marcha una plataforma electoral que llamó <strong>“Sumar”</strong> y no <strong>acaba de arranca</strong>r. Tanto es así que la marca <strong>ha renunciado a presentarse a los primeros comicios del curso, los autonómicos y municipales del 28 de mayo.</strong> Al dejar el gabinete, Iglesias impuso a Sánchez que su cargo de vicepresidente segundo pasara a la ya titular de Trabajo Yolanda Díaz. El cambio supuso, además, el ascenso a ministra de Derechos Sociales de Ione Belarra, secretaria general de Podemos y amiga de Irene Montero, la ministra de Igualdad y madre de los hijos de Iglesias. <strong>Belarra y Montero dirigen la formación de extrema izquierda y presionan a Díaz para que se convierta en candidata de Podemos</strong> con todas sus consecuencias, incluida la continuidad y defensa de la marca.<strong> La vicepresidenta no quiere asumir ese compromiso y prefiere un proyecto centrado en su persona</strong>, más transversal y sin el lastre de la imagen extremista de la formación de Iglesias, sucesoras y albaceas. <strong>La vicepresidenta segunda</strong> constituye en sí misma, entre sanchistas y podemitas, <strong>un tercer sector del gobierno de Sánchez.</strong> Discrepa en política económica con las vicepresidentas del PSOE, se desmarca de los proyectos más populistas de las ministras de Podemos -como la ley del “sólo sí es sí”- y tampoco sigue los postulados antiatlantistas de sus antiguos colegas del Partido Comunista, núcleo de Izquierda Unida. El problema para los intereses del jefe del Ejecutivo es que su declarada<strong> tutela sobre Díaz para que aglutine a toda la extrema izquierda de ámbito nacional sólo ha servido para aumentar la división</strong> y los recelos en ese espacio político. Podemos está a la baja en todas las encuestas, las privadas y las gubernamentales del CIS, con pérdidas de dos o tres puntos en intención de voto, lo que en elecciones generales supondría ceder entre 10 y 15 de los 35 escaños que ahora aportan a los 155 de la coalición socialcomunista. Las elecciones autonómicas de mayo serán la primera prueba efectiva para ese desgaste de la izquierda populista que apuntan los sondeos y también de su capacidad para complementar mayorías relativas del PSOE. <strong>Los de Podemos, en crisis en casi toda España, son decisivos para que los socialistas puedan repetir gobiernos de coalición en la Comunidad Valenciana, Aragón, Baleares, Canarias, La Rioja y Asturias.</strong> Hasta ahora, sólo en estas dos últimas autonomías está cerrado el acuerdo para que haya candidaturas conjuntas de Podemos e Izquierda Unida. El panorama en Castilla-La Mancha y Extremadura, las dos únicas comunidades autónomas con mayoría absoluta del PSOE, es el peor para los morados: en la primera tienen pocas opciones de entrar en el parlamento regional y en la segunda están amenazados de desaparición. Los medios gubernamentales animan a un gran acuerdo de toda la extrema izquierda que agrupe ese voto y sirva de muleta a Sánchez para mantenerse en el poder otra legislatura. Es “el espacio” que el presidente del Gobierno quiere subcontratar para Yolanda Díaz en exclusiva. Su objetivo es simplificar en dos el frente de izquierdas con el que quiere sumar en las elecciones más escaños que un PP que espera beneficiarse de la desaparición de Ciudadanos, aunque tenga que lidiar con la competencia de la extrema derecha de Vox.