Marco Polo escribió que «todos los asuntos (de Tibet) están bajo la administración del imperio yuan».
Xinhua. 30/06/2017
El viajero italiano Marco Polo, que pasó 17 años en China, fue, ya en el siglo XIII, el primer occidental que constató que el Tíbet pertenece a China, recordó en una reciente visita a España el académico de Ciencias Sociales de China, Hao Shiyuan.
En «Los viajes de Marco Polo», el aventurero explicaba que por aquel entonces el Tíbet contaba con «un territorio espacioso donde la gente tiene su propio lenguaje e idolatría», pero añadía que «todos los asuntos están bajo la administración del imperio yuan (1279-1368)», explicó en una conferencia Hao, también presidente de la Asociación de Estudios Antropológicos de China.
Hao, miembro de una delegación de intercambio cultural sobre el Tíbet que visitó España la semana pasada, detalló en su conferencia, celebrada en el Instituto Confucio de Barcelona, cómo era la situación del Tíbet antes y después del año 1959, cuando fue liberado pacíficamente.
Desde el siglo XVIII, recordó, muchos occidentales han descrito que en la región existía un sistema de servidumbre feudal teocrática. Según Hao, ese sistema era mucho más «oscuro» que el existente en la Europa medieval.
Funcionarios, aristócratas y altos lamas, que representaban solo el cinco por ciento de la población, tenían el monopolio de todas las tierras cultivadas, pastos, montañas, ríos y la mayor parte del ganado. El 95 por ciento restantes eran siervos y esclavos.
El experto chino recordó que Samuel Turnei, de la Compañía de las Indias Británicas, visitó Xigatze en 1783 y describió que «Tíbet aparece por primera vez a los viajeros como el peor lugar de la tierra, con una gran extensión de incompetencia cultural».
En 1904, cuando el ejército colonial británico invadió de nuevo el Tíbet, el periodista militar Edmund Candler dio a conocer la verdadera naturaleza de la sociedad tibetana, a la que equiparó con feudal de la Edad Media europea.
«Este palacio de Potala, donde reside la divina encarnación del Bodhisat, cabeza de la iglesia budista, debe haber presenciado más asesinatos e instigaciones al crimen que el castillo más manchado de sangre de la Europa medieval», escribió en su libro La inauguración de Lhasa.
«Los monjes son los señores, los campesinos, sus siervos», añadió.
En el antiguo Tíbet no había escuelas en el sentido moderno. La educación estaba monopolizada por los monasterios y menos del dos por ciento de los niños tenían acceso a la educación. El 95 por ciento de la población activa era analfabeta.
Ahora, el Tíbet tiene un sistema educativo moderno y completo con rasgos distintivos locales, que abarca la educación preescolar, primaria, secundaria y superior, además de la educación ocupacional, continua y especial.
En 2016, afirmó Hao, Tíbet tenía 6 instituciones de enseñanza superior, 127 escuelas intermedias y 826 escuelas primarias. La matrícula total era de más de medio millón alumnos y el analfabetismo era solo del 1,2 por ciento.
El año pasado, el crecimiento de la región autónoma fue de dos dígitos y el nivel de vida siguió aumentando, con un ingreso urbano per cápita de unos 4160 dólares, un 10 por ciento más que el año anterior, mientras el rural fue de 1390 dólares, un 13 por ciento más.
La modernización del Tíbet, no obstante, constituye un gran desafío para el Gobierno de China, debido a que su elevada altitud, 4.000 metros sobre el nivel del mar, hace que sea un esfuerzo pionero sin ningún modelo anterior a seguir.
La población tibetana es en la actualidad de 3,2 millones de personas. El 27,74 por ciento es urbana y el 72,26 por ciento, rural. El desarrollo económico y social tibetano sigue siendo una tarea complicada.
La delegación china se reunió el pasado viernes 16 con el presidente de la Comisión Constitucional del Senado de España, Juan José Lucas, tras su paso el día 15 por el Instituto Confucio de Barcelona.